Capítulo 29

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Capítulo 29

Llevé mis manos directamente a mis oídos, me negaba a oír y a creer todo los que los labios de mi madre pronunciaran, nada de eso era cierto, nada era verdad, todo era una mentira.

─ ¡MENTIRA! ─ grité sacudiendo mi cabeza de un lado a otro, las grimas corrían libremente por mis mejillas, todo lo que había retenido al escuchar la historia de mi madre en ese momento salían libremente expulsando odio y dolor.

─ ¡MENTIRA, MENTIRA, MENTIRA, MENTIRA!

─ Cara! ─ me llamó la abuela, al mismo tiempo que tiraba de mi ─ te harás daño─ intentó controlarme.

─ Me niego, me niego a todo, tú no eres mi madre, Justo Elkeles es mi padre, tu para mí no existes.

─ Cara, por favor─ imploró mamá con ojos negros como los de los mapaches causado por su rímel corrido.

─ ¡No! ─ un grito desgarrador salió desde lo más profundo de mi alma y eche a correr, sabía de un lugar en el cual no me encontrarían y podría descansar de todo esto tan abrumador.

Corrí por la playa dejando atrás a Janet, a la abuela y a Tamara quien gritaba mi nombre para detenerme, no me importó romperme un hueso de seguro seria menos doloroso que el fuego abrazador que envolvía mi pecho, mis lágrimas no cesaron y creí que podría formar miles de mares más antes de poder calmarme.

Sentí la arena rozar las plantas de mis pies descalzos y pronto me deshice de mi blusa y de mis shorts mientras corría dejándome solo en traje de baño, me encaminé hacia el mar, me adentré y nadé, nadé sin parar, ejercitando mis extremidades hasta el cansancio, disipando mis pensamientos a través del tiempo transcurrido y a las olas chocar contra mi cuerpo, mis lágrimas saladas ya no eran tan saladas, su sabor se había vuelto amargo, un sabor característico de cuando te sube la bilis, me sentí derrotada, acabada y apuñalada por la espalda y lo detesté.

Nadé contra corriente tratando de disminuir estos sentimientos que se habían apoderado de mí, desafíe el límite de mi cuerpo hasta que ya no pude más y terminé justo donde comencé mi día esta mañana, estaba en aquellas filosas rocas, cubiertas por un manto de oscuridad, miles de estrellas alumbraron mi camino y la gran luna blanca fue cómplice de mi dolor.

Muerta.

Así me sentí, todo lo que un día fue mi mundo se vino abajo, el bonito recuerdo de mi padre poco a poco se desvaneció ya que me crie en una mentira. De pronto algo en mi interior hizo clic y todas las piezas comienzan a encajar.

Los problemas de mis padres, el acercamiento de Justo hacia a mí, el me consideraba su hija a pesar de que en sangre no lo era, la ausencia de mamá, todo.

Mi corazón volvió a hacer crunch cuando caí en cuenta de que mi hermano Ansel, en realidad no era tanto mi hermano, era más bien como un desconocido con el que compartí mi vida, sabía que era mi medio hermano, pero aun así dolía saber que no éramos en su totalidad de la misma sangre, Ansel lo sabía, y nunca me lo dijo, es por eso que me lo echo en cara cuando discutimos en el hospital, aunque yo no lo sabía, el día del terremoto me pidió perdón restándole importancia a su metida de pata, miles de preguntas surgieron en mi cabeza ¿tendré más hermanos, bueno más medios hermanos? ¿Dónde está mi verdadero padre? ¿Por qué a pesar de no ser su hija sigue apareciendo en mis sueños y me ayuda dándome consejos? ¿Por qué a mí? ¿Por qué de todas las personas del mundo esto me tuvo que pasar a mí?

Me concentré en los choques de las olas contra las rocas y pronto deseé convertirme en espuma, como aquella que se produce cuando la marea sube, quiero desaparecer. El brillo de la luna enmarcó aún más las manchas rojas en mi cara, producto de tanto llorar. Un solo anhelo, que todo volviera a la normalidad.

Un movimiento captó mi atención a mi lado, pronto divisé a Teo escalando y se sentó en silencio a mi lado.

─ ¿te han seguido o ellos mismos te han mandado a buscarme hasta aquí? ─ pregunté un poco inquieta.

─ Estoy aquí porque creí que necesitarías esto─ dijo a la vez que sacó de su pequeño bolsillo del pantalón, el celular que Alexander me dio.

Dudosa lo acepté y lo encerré en mi mano, aunque los bordes de este sobresalían. Teo se levantó y se dispuso a marcharse, pero no lo detuve, quería estar sola, pero antes dijo:

─ No te preocupes, nadie sabe que estas aquí más que yo, se fuerte Cara.

─ Me asombró su madurez a pesar de la edad que tenía, y nadie que hubiese bromeado con el sería capaz de reconocerlo justo como fue aquella ocasión. Serio y confortador para una chica que es mayor que él y no puede ni con sus propios demonios.

El desapareció y me dejó sola en la penumbra, encendí el aparatito y me alegró ver que el tiempo que lo había dejado conectado había bastado para que la batería se cargara por completo.

Pasé de largo las llamadas perdidas de mamá y fui directo a los mensajes, presioné nuevo mensaje y simplemente le escribí a Alexander una frase corta que lo describía todo.

"te necesito, mi bomba de tiempo acaba de explotar"

Miré de nuevo la luna y recordé cuando Alex me contó la historia de la creación de los astros mayores, el sol y la luna, además de mi risa retrasada cuando menciono por qué la luna tiene forma de conejo. Esta, cada vez parecía más cerca, tan cerca que pareciera que la puedes tocar, extendí mi mano, pero caí en la fría realidad de que estaba a miles de kilómetros de ahí ye hice una comparación de esa realidad con la mía.

Fantasías 0 vs realidad 1

Me quedé mirando la pantalla fijamente hasta que esta se iluminó indicándome que Alex me había respondido.

"Refugio antibombas en camino"

Con tan solo esa frase me hizo sonreír.

Una sonrisa entre mil dolores, una luz entre una infinita obscuridad, un atisbo de esperanza entre una guerra perdida desde el comienzo.

Eso era Alexander.

urostro y arJ

Huesos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora