Capítulo 24

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Capítulo 24

─ ¿Carita?- preguntó mi abuela llevándose las manos rápidamente a su rostro, por su reacción sabía que se alegraba de verme y gesticulaba igual que papá así que sabía que trataba de reprimir el llanto, pero yo no pude así que solté el bolso y me lancé a sus brazos, ella correspondió con la misma intensidad que yo y me reconfortó encontrar unos brazos que no temieran romperme, mi felicidad aumentó y su hombro amortiguo mis sollozos, al separarme vi que había dejado una mancha y me disculpé demasiadas veces aunque ella no le tomó importancia.

─ ¡Pasa, niña, pasa!

─ Me alegra haberte encontrado.

─ ¿pero ¿dónde has estado todo este tiempo?

─ ¿Dónde crees tú?

─ Bueno eso no importa, lo importante es que estas aquí.

─ Todavía no me lo creo─ exclamé y la volví a abrazar.

─ ¡Pero que bruta! ─ saltó mi abuela y diciendo─ ¿tienes hambre? ¿quieres comer?

─ La verdad es que si, no he comido desde la mañana a excepción de un café que me ha dado un quemón de lengua y después lo abandone no sé dónde.

─ ¿pero niña, porque has hecho eso? con razón estas tan flacuchita.

Empecé a reír.

─ No estoy tan delgada abuela.

─ Claro que si pareces una varita de nardo ─ se mofó─ anda niño ve a la cocina y ayúdame a calentar y tu pon la mesa─ dijo refiriéndose a los chicos.

─ Pero ¡qué mal educada soy! ─ exclamé─ soy Cara.

─ Soy Rick─ habló el mayor y él es Teo ─ dijo dirigiendo la mirada a su hermano menor.

Dicho esto, ambos se perdieron en la cocina.

─ Son hijos de Tamara la hermana de Justo.

─ ¿tengo una tía y primos?

─ ¿acaso no lo sabias?

─ Bueno la verdad es que no, todos estos años he vivido en el hospital, papá nunca lo menciono cuando niña y mamá menos.

─ Es una lástima, pero hablemos de eso después.

─ Tienes razón, ¿Cómo has estado? ─ le pregunté curiosa.

─ Muy bien, aunque la fonda últimamente ha estado a reventar ya no soy tan joven como antes.

─ ¿¡tienes una fonda!?

─ ¿pues entonces de donde crees que vivo?, el agua del mar es mucha, pero esta no me alimentará.

─ La verdad es que estoy demasiada fuera de órbita, apenas y sabía que tenía abuela.

─ Es una pena, pues mira tienes 2 tíos, Tamara que tiene 2 pequeñajos y Martincito que tiene 20 añitos, solo que Martin no es hijo de mi primer matrimonio.

─ ¡abuela!

─ No te escandalices niña, cuando tu abuelo murió lo sentí mucho, pero tenía que rehacer mi vida.

─ Bueno, bueno, ¿y tú otro marido?

─ Bahh, el muy canalla se ha ido a Colombia.

─ ¿Quién te viera? tienes más pegue que yo─ alardeé.

─ ¡Pero si tu estas bien chula, te apuesto a que tienes la cola de galanes!

─ Claro que no─ y caí en cuenta de que no le había avisado a Alexander de nada─ espera un segundo, abuela.

Rebusqué dentro del bolso hasta hallar el aparatejo apagado, rápidamente lo encendí y mieles de textos llegaron en jauría al igual que miles de llamada perdidas del él y de mi madre.

Llamé a Alexander y al segundo timbrazo contestó.

─ ¿Cara?

─ Alex estoy bien no te preocupes.

─ ¿Qué no me preocupe te has ido así sin más y no me avisaste concretamente de tu viaje, lo único que me alivia un poco es que estas con tu madre?

Temía decir la verdad, pero mentir no sería bueno, así que lo solté de sopetón.

─ Mi mama no ha venido conmigo.

─ ¿Qué? ¿pero por qué? no puedes andar sola por México pavoneándote como si nada.

─ Tranquilo estoy en casa de mi abuela.

─ ¿tu abuela? ¿desde cuando tienes abuela?

─ ¡Oye!, para tu información siempre he tenido abuela y sabes que mejor hablamos cuando estés más tranquilo.

─ ¡no! ¡Por favor no! ya estoy tranquilo, solo quiero que no te pase nada.

─ Y no lo hará, estoy totalmente segura. ─ tratar de tranquilizarlo era como domar a un león hambriento─ sabes, me encuentro algo cansada mañana te cuento todo.

Él bufó inconforme, pero finalmente cedió.

─ Vale, pero mañana en la mañana y ¡con lujo de detalles!

─ Hecho, besos─ dije haciendo sonar mis labios.

─ Descansa sol.

Colgué y suspiré profundamente, no quería que Alex se escandalizara más, así que prometí contarle todo lo sucedido al otro día.

─ ¡picarona! ─ exclamó mi abuela dándome un susto de muerte.

─ ¿yo?

─ ¿Si tú, no que no tenías galán?

─ Alex no es mi galán- me sonrojé.

─ Aja, ¿y que dedo me chupo? ─ dijo levantando su mano derecha.

Sonrió

─ ninguno, Alex solo es mi amigo.

─ uuuuuu, Axel!

─ ALEX, abuela, ALEX

─ ¿Lo que sea, y cuéntame cómo es?

─ Él es...

─ ¿Nona? ─ me interrumpió Teo ─ ya está.

─ Gracias chiquitín.

─ ¿podemos salir a jugar a la pelota?

─ Si, pero los quiero aquí en media hora.

─ ¿hora y media vale?

─Una─ negoció.

─ Hecho.

La abuela me guío hasta el comedor, el cual era bastante espacioso, tenía una mesa con 10 sillas, pero solo un puesto estaba servido.

─ Siéntate niña

─ ¿tú no comes?

─ Nosotros ya hemos comido, pero no te preocupes, anda, come, que mientras estés aquí tu barriga va a crecer, no te queremos toda huesudita.

─ ¡abuela! ─ dije a modo de riña, pero terminé riendo, tomé asiento y un exquisito olor a paella inundó mis fosas nasales ─ ¡huele delicioso!

─ ¡pruébalo, te encantará!

Al dar el primer bocado me morí literalmente, estaba estupenda, deliciosa y el quesillo fundido le da un toque especial, como todo lo que me habían servido y terminé como pelota, aunque debía admitir que durante mi estancia por comida no me preocuparía.

─ Ni me terminaste de contar, ¿cómo es Axel?

─ ¡Alex! él es maravilloso, es mi enfermero, bueno era, ahora ya no resido en el hospital.

─ ¿y se ve sexy con bata?

─ ¡María del Rosario!

─ ¡Vamos niña confiesa!

─ Ufff, ni te imaginas.

Huesos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora