Capítulo 23

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Capítulo 23

─ Al aeropuerto y rápido─ indiqué al chofer.

Este aceleró y en el trascurso del camino recé para que mi plan funcionara.

El chofer tarareaba una canción totalmente desconocida para mí y me sorprendí tarareando el coro, pasaron aproximadamente 15 minutos y afortunadamente mi viaje terminó, le pagué la cuota y arrastré la maleta conmigo.

Siendo sincera jamás había viajado lejos de mi casa o del hospital, lo más lejos que había llegado, es viajar de un estado a otro, pero ni siquiera conocía la playa, me asustaba que algo pudiera salir mal, pero no quería darle el gusto a mi madre así que me armé de valor y crucé las puertas de cristal, adentro la gente se empuja y camina con prisa, parece que hoy todo mundo ha decidido viajar, rápidamente cogí el ritmo y me dirigí a la ventanilla.

─ Buenos días señorita, ¿en que puedo ayudarla? ─ preguntó una joven rubia del otro lado del mostrador con cara claramente aburrida.

─Un vuelo a México por favor.

─ ¿viajas sola? ─ inquirió.

Pero bueno y a esta que le importaba.

─ Si, viajo sola.

─ Pasaporte.

Rápidamente lo rebusqué en mi bolso hasta encontrarlo.

─ ¿Para cuándo es tu regreso?

─ ¿disculpe?

─ Usted está adquiriendo un viaje redondo, ¿para cuándo es su regreso?

─ Es por tiempo indefinido.

La chica alzó las cejas algo intrigada, pero no mencionó nada más así que me dio lo que le había pedido.

─ Por la puerta 2, su vuelo parte en media hora, Gracias por depositar su confianza con nosotros, que disfrute su vuelo.

─ Gracias─ cogí el boleto y lo refundí en mi bolso, decidí ir a dar una vuelta para matar el tiempo, pero lo único que encontré son locales de comida rápida y tiendas de recuerdos así que entré a un pequeño local de café, pedí un capuchino, el cual me sirvieron en un vaso de unicel, con una tapa negra y un popote blanco, pagué por él y me senté en una banca, le di un sorbo rápido pero este quemaba, rápidamente lo tragué y me arrepentí porque ardió por todo el trayecto que recorrió, lo dejé de lado y disimulé el tremendo quemando que me había dado, cogí el móvil y me cercioro de la hora, faltan 5 minutos para abordar así que decidí mandarle un mensaje rápido a Alexander

"Me voy a México, mi vuelo sale en 5 minutos, estoy bien cuando aterrice te lo explico, besos".

Pulsé enviar y apagué el móvil, tomé mi bolso, aguardé hasta que más pasajeros comenzaron a abordar, comprobé el asiento en mi boleto y caminé hasta encontrarlo. Este daba a la ventanilla así que me puse cómoda colocado mi bolso en el maletero, suspiré profundamente y apoyo mi cabeza en la ventanilla, yo misma me deseé buena suerte y puse atención a las indicaciones de la azafata.

El despegue fue bien hasta que mis oídos se taparon, la verdad en una sensación incomoda hasta que todo vuelve a la normalidad.

Mi mente no pudo estarse en paz pensando y sacando conclusiones de que pasaría si todo salía mal, así que decidí dormir el resto del vuelo y para mi maravillosa suerte lo conseguí.

Finalmente me desperté cuando la azafata me sacudió suavemente indicándome que el vuelo había terminado, le agradecí, tomé mi bolso, me dirigí nuevamente a la ventanilla par a tomar otro vuelo, pero decidí que era más barato pagar un autobús que otro vuelo, así que pasé las siguientes horas en un camión, este iba abarrotado de personas sudorosas, mujeres con media docena de hijos y señoras con muchos animalillos como gallinas, pavos y más, ahí no me asignaron un asiento así que decidí sentarme junto a una señora con una bebita en brazos, ella me sonrió amablemente y me dejó ir junto a la ventana, disfruté de los campos verdes que atravesamos hasta llegar a Veracruz y en todo el trayecto escuché la historia de la señora y el nacimiento de su hija, se me hizo un buen distractor y además practiqué el español que me enseñó mi padre. Aquella señora y su hija eran toda una monada y deseé volver a verlas algún día, cuando bajé en la terminal quise deshacerme de todas mis prendas ya que hacía un calor insoportable, pero me controlé y me centré en llegar a mi destino. Pagué un taxi que me llevó a la dirección que previamente investigue y me asombré de todo lo que me rodeaba, palmeras, arena y el mar azul, se podía respirar la frescura y lo salado del mar, de verdad me sentí bien estando ahí, pero me apresuré a llegar antes de que anocheciera, el viaje se me ha hecho tan largo que ni siquiera había pensado en comida y mi estómago rugía para cuando estaba parada fuera de la casa de la abuela, no sabía si seguía siendo de ella pero esperaba que así fuera porque si no, no sabía qué iba hacer, mi viaje sería en vano y tendría que ver la satisfacción de mamá al no encontrar a mi familia.

La casa que estaba frente a mí, se encontraba junto a la costa, tenía puertas rojas y estaba hecha de tabiques y cemento pero estaba decorada con muchas conchas y madera, la pintura verde y hacía que las puertas rojas resaltaran a la perfección, había barrotes en las ventanas y muchas cazuelas colgando de clavos y lazos a modo de decoración, en el pequeño jardín había más palmeras y el resto era sementó con arena crujiente, a la derecha tenía un lavadero con una pequeña pileta y un montón de tendederos colgados del techo a las palmeras, en si el lugar era muy hogareño.

Me animé y toqué la puerta ya que timbre no había, la brisa soplaba y un pequeño colguije de coco se meneaba haciendo que la pequeña bola que colgaba del centro chocara contra los palos huecos del rededor causando sonidos a modo de timbre, con mi mano los hice sonar más fuerte y una figura abrió la puerta, era un niño como de unos 12 años seguido de un joven como de 16, ambos idénticos, di por hecho que eran hermanos, de tez morena y delgados pero sus ojos cafés eran normes haciendo que su mirada surgiera intimidadora.

─ Disculpa─ tartamudeo. ─ ¿Aquí vive, María del Rosario Gil? ─ pregunté con voz temblorosa.

─ ¿Quién la busca? ─ preguntó el mayor.

─ Cara─ respondí simplemente.

─ ¿Quién es mijo? ─ se oyó una voz de mujer proveniente de adentro.

La puerta se abrió por completo y dejó ver a una mujer de edad avanzada idéntica a mi padre, delgada alta, conservada a pesar de su edad, con los mismos ojos y la perfecta nariz.

─ Ella te busca─ dijo el pequeño.

─Lo escuché, yo soy María del Rosario Gil, ¿Quién me busca?

─ ¿abuela? ─ pregunté con el corazón en las manos y con mis sentimientos a flor de piel.

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Huesos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora