CAPITULO 27
Inicie mi cuenta de Skype como era costumbre cada noche, no mi cuenta de siempre, no la que conocían los que ahora vivían a mi alrededor. No tuve tiempo de mirar ninguno de los cientos de mensajes que tenía, cuando me empezaron a llamar por video llamada, ahí estaba no podía seguir evitándola, guie el ratón y acepte.
Allí se encontraba ella con su típico moño medio desecho y esas grandes gafas de pasta, estaba exactamente igual que la última vez que la vi, nada había cambiado o eso quería creer.
-Por fin estas disponible – dijo atraves de la pantalla ajustándose las gafas – ya pensaba que tenía que pedir cita en la ocupada agenda de mi novia para hablar con ella.
-No seas así Alex, ya sabes lo que agobia estar en último curso y todo lo que conlleva eso.
-Si – hizo una pausa para mirarme directamente a los ojos – pero aun así siempre he sacado tiempo para ti Elena, y – dejo de mirarme y agacho la cabeza mirando sus manos.
-¿Y? – seguía sin mirarme por lo continúe insistiendo – venga amor dime que pasa.
-Siento que desde que te mudaste has estado evitando.
-Para nada de eso pequeña – pero lo cierto es que había dado en el clavo – Oye – la llame para que me volviera a mirar – ¿olvidaste lo que te prometí?.
-No.
-Lo nuestro es para siempre Alexandra.
***
-Erika ¿estas dormida? – me gire en su dirección, estaba dándome la espalda quedando de frente hacia la pared.
-Si, ahora para de moverte y duérmete ya.
-Jo es que no puedo dormir.
-Y a mí que me dices.
Me pegue un poco más a ella para acercarme a su oído – cuéntame algo.
-No – viendo que no me hacía caso me eche encima de ella – por dios Ali bájate me estas aplastando.
-Seguro que eso no se lo dices a tu querida novia – le dije acercándome a su rostro.
-Alicia bájate ahora y déjame dormir.
-En verdad estoy muy a gusto aquí, creo que podría dormir así – dije soltando una sonora carcajada. Y en un rápido movimiento que no vi venir acabe chocando contra el suelo.
-Te he dicho que te bajases, no me has hecho caso, pues ahora duermes ahí abajo – y con las mismas me tiro un cojín en mi dirección. Alargue mi mano y tire de las mantas hacia a mí – deja las mantas quietas – dijo tirando de ellas hacia la cama.
-Si yo duermo en el suelo, tú duermes sin mantas.
-No de eso nada.
-Entonces déjame dormir en la cama – puso los ojos en blanco.
-A la próxima te vas al sofá a dormir – me decía mientras me dejaba el que era mi lado en aquella diminuta cama.
-Ni que fuéramos un matrimonio ahora – bromee para mí misma. Y de nuevo allí estábamos en la misma posición haciendo como que dormíamos sin mirarnos, ni dirigirnos la palabra.
-¿Sabes? hace unos días encontré algo – hice una pausa esperando una contestación. Al ver que no decía nada seguí hablando – bueno, para ser realista estaba buscando y me topé con una carpeta – seguía ignorándome – y allí estaba, por fin he logrado ponerle nombre a la mujer de mis sueños.
-Espera – se giró quedando nuestras caras a poca distancia – ¿hablas de la mujer que ves en tus sueños?
-La misma – me quede mirando al techo mientras continuaba contándole todas las novedades que se había perdido por el distanciamiento de estas semanas - ¿sabes lo mejor? – negó con la cabeza – aquella mujer con la que hablaba por teléfono, de la que te hable, era ella.
-¿Cómo puedes estas tan segura de eso? – se apoyó sobre sus codos para mirarme mejor.
-Porque dijo su nombre Erika es ella y voy averiguar que me ocultan.
-Como te dije tienes mi ayuda en eso Ali – me cogió la mano dándome ánimo.
-¿Puedo? – no entendió a lo que me estaba refiriendo hasta que me empecé acercar a su rostro, su ojos se abrieron de par en par viendo lo que iba hacer. Estaba a nada de sellar mis labios con los suyos, podía sentir que ella también quería eso. Todo eran señales para que lo hiciese, su respiración se podía ver agitada y ella no tenía intención de moverse para que eso no ocurriese. Puse mis labios sobres los suyos sin ejercer ningún movimiento, solo dejándolos allí un momento. Me separe bruscamente de ella para contemplarla.
-No vuelvas hacer eso nunca más – dijo abriendo los ojos – nunca más – no me dejo contestar cuando se dio la vuelta volviendo a la posición inicial de aquella noche, dándome la espalda.
Me acerque hacia su oído – solo lo haré cuando tú me lo estés suplicando – mordí su oreja – y sé que lo harás Erika.