Capítulo 29

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CAPITULO 29

(Maratón 2/5)

No podía creerme lo que aún estaba haciendo, me colgué la mochila a la espalda y salí de casa sin hacer demasiado ruido. Las calles aún seguían oscuras, hacia bastante frio y no se veía a nadie por la calle. Me puse en marcha cuanto antes a la estación de autobuses, lo que íbamos hacer era una auténtica locura, pero aquí me encontraba yo caminando de madrugada solo porque ella me lo había pedido y no podía negarme. Después de un largo rato caminando llegue a la estación donde ya estaba esperándome Alicia. No me vio llegar pues estaba entretenida con su móvil, se la veía cansada, con el semblante serio, demasiado serio para como era ella. Me acerque a ella con cuidado pues no quería asustarla, cuando ya estaba lo bastante cerca se giró en mi dirección metiendo su móvil en el bolsillo. Tan pronto como se fijó que era yo, se abalanzó sobre mí abrazándome o más bien estrujándome porque no me dejaba respirar.

-Gracias por venir Erika no sabes cuánto te necesito en estos momentos – le correspondí el abrazo rodeándola por la cintura. No sé cuánto tiempo nos tiramos así, pero cuando nos separamos el autobús ya había llegado. Nos subimos a el, no había demasiadas personas por lo que no nos consto demasiado encontrar sitio, decidimos sentarnos atrás del todo para tener un poco de intimidad. Una vez sentadas en nuestros asientos el autobús se puso en marcha, Alicia seguía sumergida en sus pensamientos mirando a través de la ventana sin decir ni una palabra. No sabía a donde nos dirigíamos, ni tampoco lo que íbamos hacer al llegar allí, pero decidí dejarle tiempo para que me lo contase ella misma sin presionarla. Me puse lo más cómoda que puse y saque mis cascos de la mochila, la mire de nuevo con la esperanza de que al menos me dijese como se encontraba, pero seguía perdida.

Pasaron horas hasta que por fin el autobús se paró, ya había salido el sol y era prácticamente la hora de desayunar. Las pocas personas que había empezaron a recoger sus cosas para bajarse, me gire hacia Alicia que al igual que los demás cogió la mochila. Bajamos del autobús y Alicia echó a caminar, le cogí la mano y la pare en seco.

-Ali – la llame para que me mirase, cuando giro el rostro pude ver como intentaba retener las lágrimas. Le cogí la cara para que me mirase a los ojos – estoy aquí pase lo que pase – la acerque hasta a mí para poder abrazarla – ahora cuéntamelo todo – se separó de mí, no mucho, lo justo para poder mirarme.

-Primero vamos a desayunar estoy que me muero de hambre – me dijo con una triste sonrisa.

-La verdad es que yo también – le pase el brazo por la cintura para irnos a buscar un sitio donde comer algo. A pocos metros de donde nos dejó el autobús encontramos un bar donde poder devorar algo tranquilamente. Nos sentamos en una de las mesas que había en la terraza ya que se estaba bien en la calle. El camarero vino rápidamente, después de pedir lo que sería nuestro desayuno nos quedamos mirándonos sin decir nada, como en todo el viaje.

-Mi madre no es mi madre – me quede impactada por la confesión que me acababa de hacer.

-¿Qué estás diciendo Alicia?

-Mi madre esa mujer con la que convivo, la que me crio, no es mi verdadera madre – vale ahora entendía sus actitud y el porque estaba así no dije nada ya que continuo hablando ella – por eso estamos aquí – cogió su mochila de la silla donde la había dejado y saco un papel arrugado de ella, lo desdoblo y me lo paso – esta es mi partida de nacimiento – la mire detenidamente y no me podía creer lo que estaba leyendo.

-Pero entonces esto significa.

-Si Erika eso mismo, te dije que me estaban ocultando algo.

-Y ¿ahora qué hacemos?

-Vamos a ir a su casa.

-¿Sabes dónde vive?

-Si – volvió a sacar algo de su mochila, esta vez era un sobre lo que me dio.

-Estas en todo, ¿sabes? a veces me das miedo Ali – me miro frunciendo el ceño – no sé cómo diablos consigues sacar estas cosas, recuérdame que mantenga mis secretos lejos de ti – soltó una sonora carcajada a la que me uní yo también – me encanta cuando te ríes – pase mi mano por encima de la mesa agarrando así la suya. De un momento a otro llego el camarero con nuestro pedido por lo que tuve que soltarle la mano.

-No sé qué haría sin ti.

-En realidad no puedes vivir sin mí – le guiñe un ojo provocando así una risa que acabo contagiándome – comamos y luego busquemos a esa mujer.

-Tampoco tenemos mucha prisa nuestro autobús no sale hasta mañana por la mañana.

-Espera, ¿y dónde vamos a dormir?

-Ya arregle eso anoche reserve un habitación en un hotel – definitivamente esto era una locura. Mi móvil empezó a vibrar encima de la mesa, no me acordaba de que lo tenía en silencio, mierda era Elena y ahora que le iba a decir yo. 

Ella nunca sera míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora