Lucía corrió tan rápido como sus piernas le permitieron, sin mirar por dónde avanzaba. Sus lágrimas le impedían ver el camino, pero su memoria pudo suplir perfectamente esa función. Tantas veces había recorrido ese camino, que ya podía recorrerlo a ciegas, como en ese momento lo estaba haciendo. Instintivamente, y sin abrir los ojos, supo que ya estaba a pocos pasos de su habitación, y aminoró la marcha para buscar desesperadamente sus llaves que siempre guardaba en el bolsillo de su bata de baño. Sacó las llaves y se limpió la cara con la otra mano para poder ver la cerradura e ingresar a su cuarto. A la seguridad. Pero un fuerte golpe en la mano le hizo darse cuenta de que las llaves habían sido arrebatadas por una sombra... No. Dos sombras que aparecieron de improviso. Corrieron más rápido que yo, pensó por un segundo para luego descartar rápidamente la explicación. Si me hubiesen seguido, habría escuchado sus pasos a mis espaldas. Pero no, ella no había escuchado nada. Absolutamente nada. Buscó rápidamente en sus recuerdos inmediatos para detectar cualquier señal de ruido que le confirmaran lo contrario. Pero no. Esas dos personas, dos chicas de Marcia, la habían estado esperando. No había otra explicación. Y eso significaba que Marcia estaba mucho más molesta que de costumbre.
Unos fuertes brazos la arrastraron de vuelta hacia los baños. De nada sirvió la súplica que les hizo en el camino. Las lágrimas que derramó mientras la llevaban. Las promesas de que se iba a ir ese mismo día para no volver más. Nada. El ruido y la fuerte caída en el piso le hizo saber que ya había llegado a su destino. A los pies de Marcia. Permaneció en el piso, sin hacer ruido, tratando de pasar desapercibida. Que nadie se dé cuenta de su presencia en ese lugar. Sobre todo Marcia. Pero sabía que esos pensamientos eran estúpidos. No podía pasar desapercibida en el medio de un ruedo con Marcia en el centro y preparándose para golpearla, como siempre hacía con las que intentaban escapar. No debí escapar. Qué tonta fui. ¿Por qué lo hice? Se preguntaba Lucía a la espera del inicio del castigo ejemplificador que seguro empezaría en cualquier momento. Y también sabía que ya no había escapatoria. Si antes no logró escapar. Ahora sería imposible. Estaba condenada a permanecer en ese lugar y sufrir las consecuencias de sus actos. Pero, ¿qué he hecho yo para merecer este castigo? Yo sólo quería bañarme e irme. Si no me quería aquí, debió decirlo y me iba para siempre.
-Te lo dije. Te lo advertí varias veces. No te hagas la tonta. -escuchó decir Lucía con la voz de Marcia que tanto le atemorizaba.
He estado hablando en voz alta, se dio cuenta Lucía al entender que Marcia acababa de responder a sus reflecciones.
-Te has burlado de mí demasiadas veces. Y eso no puedo permitirlo. -terminó de decir y la tomó de los cabellos.
Lucía se levantó tan pronto pudo para reducir la fuerza que Marcia ejercía sobre sus doloridos cabellos. Una vez de pie tomó instintivamente las manos de su atacante para que le soltara y deje de producir ese insoportable dolor, pero eso enfureció más a su verdugo que la tomó de la bata y empezó a moverla violentamente de un lado para otro. Lucía soltó los brazos con la intención de mostrar docilidad, para poder conseguir algo de piedad. Pero los movimientos de furia no se redujeron y más bien le facilitaron la tarea de castigarla. Si tan sólo esto fuera un sueño del que pudiera despertar, pensó Lucía tratando de crear un cuchillo con el que pueda matarse, como lo había hecho ya muchas veces en sus sueños cuando Marcia la castigaba. Eso era gracioso, se dijo. Si supiera el número de veces que he tenido que pasar por ese suplicio en mis sueños, estoy seguro que Marcia estaría feliz. Muy feliz, la verdad. Pero aquí no puedo crear esas armas con las que la maté aquella vez. No tengo poder. Aquí soy nadie.
Con la cabeza hacia el piso, y las gotas de lágrimas corriendo por sus mejillas hacia el piso, se dejó golpear con la esperanza de que eso sucediera lo más rápido posible, para que termine de una vez. Lo que mil veces había temido, ya estaba sucediendo. Y no tenía forma de escapar. Tengo que soportar mi culpa. Mi castigo. Mi vergüenza. Me lo merezco.
Un fuerte jalón en su bata de baño le hizo caer al piso con fuerza. Apenas tuvo tiempo para evitar golpearse la cabeza contra la dura superficie, pero su brazo no pudo correr con la misma suerte y un fuerte dolor todavía le callaba sus pensamientos. Con el brazo sano se ayudó para lograr sentarse sobre el húmedo suelo y empezó a sobarse el lugar donde había sufrido el fuerte golpe y desde donde todavía sentía los flujos de dolor. Nunca antes Marcia se había ensañado tan fuerte con una muchacha, pensó Lucía cuando su cerebro ya pudo articular un pensamiento. ¿Por qué me odia tanto, si yo no soy nadie? Si no soy una rival. Ni siquiera tengo algo por lo que me tendría que envidiar.
Intentó llorar pero ya sus lágrimas no conseguían salir a través de unos ojos secos. Levantó la mirada para ver a Marcia y luego giró la mirada hacia el círculo de muchachas que miraban asustadas lo que estaba sucediendo con ella. Pero había algo más en su mirada. Algo que la hizo dirigir su vista hacia su propio ser. Hacia su propio cuerpo. Estaba desnuda. Levantó la mirada rápidamente para buscar dónde había terminado su bata de baño. No demoró mucho en divisar más allá del lugar donde permanecía de pie Marcia. La vergüenza por su desnudez la hizo cubrirse y agacharse para que no la vean humillada y golpeada. Sólo esperando que el castigo terminara de una vez.
Quizá sí es un sueño, después de todo, pensó ella uniendo desesperadamente diversos recuerdos y sensaciones. Sobre todo su desnudez que desde niña, y de manera recurrente, le había hecho pasar mala ratos durante sus pesadillas. No logré matar al demonio en esa casa sobre las aguas, concluyó con frustración. Todo fue un engaño. Está vivo. Y muy molesto por lo que le hice. No desperté. Sigo en la clínica. Dormida. Sola. Condenada a vivir este infierno una y otra vez. Sin la menor opción de ganar.

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Ojos Abiertos
FantasyContinuación del libro "Lúcida", de la Serie: "La Dimensión Dormida". Lucía queda atrapada bajo el poder de un demonio que, cada vez que ella queda dormida, la tortura y aterroriza hasta niveles que ella no logra soportar, haciéndole despertar en lá...