capitulo 47

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El nombre de mi madre vuelve a escucharse con una voz lastimera a mis espaldas, junto con el nombre de mi abuelo. Estas palabras, pronunciadas con creciente desesperación, son como flechas que me hieren profundamente cada vez que las escucho. Reprimo una fuerte necesidad de retornar a ella y decirle que yo lo maté. Que fue sin querer, pero lo maté. Que él no regresará. Que me perdone. Pero sé que eso no tiene perdón. Pero hay algo más que me mantiene alejada, y es el temor de que el demonio vuelva a jugar con mis percepciones y haga que la mate a ella también. Eso no podría soportarlo. Sé que este es un sueño, que no he matado a mi abuelo. Que él hace mucho tiempo que está muerto. Pero todo esto es tan real, más que real, que no puedo reprimir mis sentimientos. Por eso nado con todas mis fuerzas para alejarme de ella. Para alejarme de esa voz que sigue hiriéndome.

La distancia, y el fuerte sonido de la lluvia, logran finalmente enmudecer los gritos y lamentos de mi abuela. Eso me permite reducir el esfuerzo que estaba empleando en nadar lo más lejos posible. Me detengo un momento a contemplar el escenario a mi alrededor. Un escenario sumido en la penumbra e iluminado, ocasionalmente, por los relámpagos que han empezado a reducir su frecuencia de aparición. Estoy allí, nadando en el mismo sitio, sin saber qué hacer y a dónde ir, hasta que empiezo a sentir el cansancio en mis brazos y en mis piernas. Miro a mi alrededor en busca de algún lugar elevado en dónde subirme pero todos los veo muy alejado. En el afán de escapar de los gritos de mi abuela, me alejé demasiado de las casas y siento que no podría retornar a ese lugar. Dirijo mi mirada hacia la copa de los árboles que sobresalen del agua y que están bastante más cerca que las casas. No sé qué tipo de animales podrían estar allí, esperándome, como una sorpresa para mí de parte de mi demonio. Pero no tengo opción y empiezo a nadar en esa dirección. Un fuerte dolor ataca a mi pierna derecha y me impide moverla. Eso me trae un recuerdo de niña cuando un calambre similar me atacó en el río. Pero en está ocasión no tengo la ayuda de mi hermano. Tengo que luchar sola. Pero el dolor es intenso y la imposibilidad de mover la pierna hace que no pueda nadar y me empiece a hundir en las frías aguas. Me sumerjo en las profundidades y siento que la desesperación se empieza a apoderar de mi mente, sumergiéndome también en la resignación. Pero no puedo dejar de luchar. No puedo morir de esta manera, tan simple. Tomo con mis manos el pie acalambrado y trato de vencer la tensión muscular del calambre, pero un fuerte dolor se genera en la lucha. Pero tengo que hacerlo, si quiero sobrevivir. Finalmente logro vencer al calambre y empiezo a nadar hacia la superficie, hacia arriba. Pero no sé hacia dónde es arriba o abajo. Todo está tan obscuro que no tengo ninguna referencia de dirección. Pero tengo que seguir nadando, ya hace mucho tiempo que estoy bajo el agua y no creo poder resistir mucho tiempo más. Lucho con el agua, con el frio y con esa fuerte sensación de que estoy nadando en la dirección equivocada. Que en lugar de subir estoy bajando. Pero ya he nadado mucho en esta dirección, y si estoy equivocada, ya no tengo opción de retornar. Por eso continúo avanzando, con al esperanza de llegar a la superficie y poder nuevamente respirar. Ya hace mucho tiempo que estoy sin respirar, y sé que si este no fuese un sueño, ya estaría ahogada. Pero también sé que mi resistencia no es infinita y que no puedo estar sin aire mucho tiempo antes de morir aquí y ... No sé lo que me sucederá allá.

El aire por fin surge sobre mi cabeza y mis pulmones logran obtener el alivio que tanto necesitaban. Sabía que estaba en lo correcto cuando escogí hacia dónde nadar, me digo pero sin mucho convencimiento. Pero ya estoy aquí, y tengo que nadar lo más rápido que pueda hacia esos árboles, antes de que el calambre vuelva a atacar, esta vez con más fuerza. Más pronto de lo esperado estoy cerca de las copas de los árboles, pero que por el nivel del agua, están al alcance de mi mano. Nado con mucha dificultad entre hojas y ramas de un árbol que escogí por ser el más alto de la zona, hasta que por fin consigo encontrar el tronco y trepar sobre él, por encima del agua. Libre de los calambres. Miro entre las hojas del árbol hacia las casas, allá lo lejos, e intento reconocer la mía. La distancia y la intensa lluvia que no ha dejado de caer me impiden saber dónde está mi abuela. Mejor así. Ella estará a salvo mientras no esté cerca suyo. No sé cuánto tiempo estoy aquí, sentada entre las ramas, mirando el horizonte. Mirando cómo el agua no cesa de caer, no cesa de elevar el nivel y de obligarme a trepar un poco más en el árbol, buscando la parte más elevada. Por suerte soy niña y las delgadas ramas en las que estoy, logran soportar mi pequeño peso. Busco una posición cómoda y luego miro nuevamente hacia las casas. Los pocos centímetros que quedan de algunas casas, porque me doy cuenta que ya muchas han sido totalmente cubiertas por el agua y veo la gente nadar a la deriva, sin tener un lugar dónde subirse. Estoy segura que mi abuela está en esa situación, y eso me oprime el corazón. Siento la necesidad de ir a buscarla y llevarla hacia la copa de algún árbol, pero no puedo ir. No podría saber dónde está, y lo más importante, estoy seguro que el demonio buscaría la manera de engañarme para matarla. No. No puedo acercarme a ella. Un grito me saca de estos pensamientos. No. Un grito no. Varios gritos en lugares diferentes empiezan a llenar el ambiente. Busco con la mirada el origen de esos gritos y veo a algunas personas que se mueven desesperadamente, como si se defendieran de algo. No logro ver a la distancia, pero sé que son yacarés los que están devorándose a esa gente. Los gritos se reparten por otros lugares más, en un concierto terrible a mi alrededor. Trepo un poco más por el terror que uno de esos enormes animales decida venir a atacarme, pero no puedo evitar pensar en lo que le estará sucediendo a mi abuela. Al final morirá. No hay opción. Sé que este es un sueño. Nada aquí es real. Pero sí los sentimientos. Sí el dolor. Si el sufrimiento. Los gritos de terror y de lucha siguen sonando, junto con la eterna lluvia, pero no miro, no quiero mirar. Solo poder despertar y salir de este infierno. Pero no hay esperanza. No con esa maldita droga y este maldito demonio. El sonido del agua me vuelve a traer a la realidad, pero no el agua de lluvia golpeando la superficie de este enorme mar. Es otro sonido. El sonido de algo que se mueve allá abajo. Intento trepar aún más, pero ya estoy casi en la punta del árbol. No hay más arriba. Al parecer mi movimiento llamó la atención de eso que está en el agua y logro divisar una olas que se acercan al tronco donde estoy. Estoy perdida. Es solo cuestión de segundos y logro ver la enorme boca del yacaré, buscando con desesperación alimentarse de mí. Nunca había visto un yacaré tan enorme, o quizá es solo la impresión porque soy pequeña y todo me parece enorme con este tamaño. Pero estoy segura que me tragaría de un solo bocado. La bestia golpea enfurecida contra el tronco, con la intensión de tumbarme como fruta madura, pero yo me aferro con todas mis fuerzas contra le tronco. El árbol se mese de un lado para otro por los golpes del yacaré, y yo me agarro lo más fuerte que puedo. Sé que si no hago algo pronto, terminaré cayendo a las aguas y luego a las mandíbulas de ese animal. Pero, ¿qué hacer? Luchar contra él es una locura. Si tuviese un arma sería diferente. Pero no la tengo, y no la puedo crear. No desde que el demonio tomó control de mis sueños. Sólo puedo esperar a que se dé por vencido y se vaya a buscar otra víctima más fácil. Pero al parecer ese no es su plan, y continúa golpeando el árbol con más fuerza. La desesperación se apodera de mí y empiezo a grita. A gritar con toda mis fuerza para que alguien venga a rescatarme. Sé que es una locura. Nadie vendrá por mí. No en este sueño.

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