Capitulo 56

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El amanecer los encontró sentados en el automóvil mirando con ansias y preocupación hacia el final de la calle. La luz del sol iluminó con intensidad la parte superior del alto muro de la clínica. Las luces de los faroles de la calle se fueron apagando, a excepción de uno que se encontraba al otro extremo de la calle y que se rehusaba a ceder su puesto al sol recién llegado. Y el sol se elevó lo suficiente para iluminar el automóvil y a los dos jóvenes que habían permanecido en ese lugar desde medianoche pero que, al igual que aquel farol, no querían admitir que la luz del día había llegado.

No llega -dijo Hans que mantenía fija la mirada hacia la calle por donde ella debería haber aparecido muchas horas atrás.

-Sí. Ya me di cuenta. -respondió el amigo, que miró por enésima vez su teléfono, para revisar la hora. -Seguro que ella está buscando la manera de despertarlo. Ya sabes lo difícil que resultó hacerlo la anterior vez.

-Ojalá tengas razón. Pero...-empezó a decir Hans, pero no se atrevió a exponer su preocupación.

-Ya es un poco tarde. -dijo Jürguen a modo de respuesta. -Creo que lo mejor es que nos vayamos antes de que despertemos sospechas.

-Pero, ¿dejarla aquí? ¿Sola? ¿Estás loco?

-Peor sería que nos agarren aquí. ¿Qué le diríamos a los guardias? ¿Y a la policía?

-Pero... ¿Y si ella sale y no nos ve?

-Hará lo que es más lógico. Tomará un taxi para ir al apartamento. ¿En qué le ayudaremos si nos agarran aquí? Más bien sería alertalos. Estoy seguro que ella sabrá salir.

-No. Yo digo que nos quedemos. Tú, si quieres, te puedes quedar.

-Y yo digo que no debemos estar más tiempo aquí. -le dijo Jürgen y dio marcha al automóvil y le dio algunos segundos al amigo para que pudiese recapacitar.

-Vete tú. -le respondió Hans y se bajó del automóvil, tirando la puerta con fuerza. -Voy a buscarla de una vez. Debí haber hecho esto hace mucho tiempo. No espero más.

Al terminar de decir esto, empezó a caminar en dirección del final de la calle, hacia la puerta de ingreso de la clínica.

Jürgen, al ver al amigo el amigo alejarse con determinación apagó el automóvil y salió rápido para alcanzarlo.

-Pero. Tú estás definitivamente loco. -le dijo Jürgen a tiempo que tomó firmemente el brazo del amigo. -¿Que pretendes hacer? ¿Llegar a la puerta y decirles que Lucía está adentro? Dime, ¿qué les dirás?

-No me creas tan tonto. Por supuesto que no les diré nada. -le respondió Hans ya sin avanzar hacia el ingreso de la clínica, parado en el medio de la calle.

-Entonces, ¿qué pretendías hacer? ¿No te entiendo?

-Sólo sacarla. ¿Te cuesta tanto entender eso?

-Dime entonces, ¿como pretendías sacarla? Juro que no entiendo. ¿Ya viste el tamaño de los guardias? ¿No te asusta que llamen a la policía? Porque estoy seguro que van a llamarla tan pronto tú intentes ingresar.

Hans no respondió a ninguna de las preguntas que le había hecho su amigo, porque sentía que todo lo que había dicho Jürgen era totalmente cierto. Pero no podía dejar a Lucía abandonada en ese lugar, y simplemente irse. Eso nunca.

-Mejor vamos al apartamento. Allá pensaremos en algo que podremos hacer para ayudarla. -siguió diciendo Jürgen ante el silencio reflexivo del amigo. -Aquí no podemos hacer nada útil. Lo más probable es que muy pronto ella llegará junto a Luiscar. Ya verás que tengo razón.

-Pero, ¿si le han hecho algo? ¿Si la han enviado con la policía?

-Si le han hecho algo, como dices, no lograremos ayudarla peleando con el guardia. Más bien eso empeorará su situación. Eso, tenlo por seguro. Si queremos ayudarla, tenemos que permanecer calmados y pensar con tranquilidad.

Hans no respondió, pero tampoco se movió del lugar en el que estaban, sin terminar de decidirse si regresar de nuevo al automóvil, o de una vez lanzarse contra la puerta de ingreso de la clínica.

Pero esta situación no se prolongó mucho más tiempo, ya que la imagen de un automóvil surgió por un extremo de la calla.

-¡Es una patrulla policial! -dijo Hans alarmado. -De seguro vienen por ella. Te dije que esto no iba a salir bien.

-Tranquilo. -le dijo Jürgen con voz firme y autoritaria. -No hagas ningún movimiento sospechoso. Y sobre todo, no pronuncies ninguna palabra. Por favor.

La patrulla redujo la velocidad de su marcha hasta que finalmente se detuvo al lado de ellos y un guardia salió del automóvil con la mano puesta sobre la empuñadura de su arma de reglamento.

-Buenos días jóvenes. -empezó a hablar el oficial de policía. -Sus documentos por favor.

Ambos jóvenes buscaron sus documentos y se los alargaron al policía, manteniendo toda la calma que pudieron, dadas las circunstancias.

-Hemos recibido una llamada que nos indicaba sobre la presencia de un automóvil sospechoso por la zona. ¿Saben algo de eso? -dijo el policía al devolverle los documentos, luego de revisarlos.

-No señor oficial. No hemos visto nada. -respondió Jürgen con una voz que delataba cierto nerviosismo.

-¿Ese automóvil es suyo? -dijo el policía y señaló el automovil de Jürgen, estacionado varias decenas de metros atrás.

-Sí. Es mío. -le contestó Jürgen. -Es que tuvimos algunos problemas eléctricos. Pero creo que ya todo está bien. No sé qué habrá podido pasar.

-Eso espero. -le respondió el policía, con una evidente amenaza en el tono de voz. -Les voy a pedir que se retiren. Y haga ver su motor. Es peligroso quedarse varado en medio de la noche. No podemos estar en todos lados.

-Sí señor policía. Eso mismo le estaba comentando a mi amigo. -le respondió Jürgen ya aliviado. -De todas maneras, como le dije, ya nos estábamos por ir.

-Es lo mejor. -le dijo el policía que ya retornaba a su patrulla. -Nosotros nos quedaremos un rato, para buscar el automóvil sospechoso. De seguro está en algún lugar cercano. -Esto último lo dijo mirando el automóvil de Jürgen, con el claro mensaje de que sabía que ese mismo era el automóvil sospechoso que había sido denunciado.

Jürgen no respondió al comentario y más bien inició su avance hacia su automóvil, casi empujando a Hans en su camino. Una vez en el interior, arrancó el automóvil y se alejó lentamente del lugar, dejando al automóvil policial detenido en la calle, de seguro esperando que ellos se retiraran del lugar.

-¿Ya viste lo que pudo haberte pasado si no te detenía? De seguro que en este momento estarías preso en alguna celda policial.

-Lo saben todo. -le respondió Hans, sin dar importancia al comentario de su amigo. -Ellos sabían que estabamos aquí. Y estoy seguro que también supieron cuando ingreso Lucía. Ella está presa por nuestra culpa. Esta vez no la liberarán. Tenemos que hacer algo, urgente.  

Ojos AbiertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora