PARTE 6
-¿Qué quieres decir con verdadero? ¿Una persona normal? -preguntó él, a tiempo que se estiraba y acomodaba sus huesos doloridos por la mala posición en la que había dormido esa noche, a pesar de las cobijas que había puesto sobre el piso para improvisar una cama.
-No sé. Supuestamente las personas no se pueden meter en los sueños de los otros. -respondió ella todavía confundida -Al menos eso es lo que me dijo Luis Carlos sobre lo que había leído en el libro.
-¿Pero tú qué crees? ¿Cómo sabes que él sí es real, pero tu hermano no?
-Es una certeza que tengo. No lo puedo explicar. Sé que no es fruto ni del demonio ni de mi subconsciente. Solo lo sé. Lo siento. Con el tiempo aprendes a reconocer las cosas y las personas de los sueños. Es lo único que puedo decir.
-Te creo. No digo que lo entienda, pero sé que es la verdad. -respondió él y se sentó a su lado en la cama, pero no tan cerca como le hubiese gustado. -Pasaste una mala noche, ¿verdad? Te movías todo el tiempo, como si intentaras correr para escapar de algo.
-Es que eso es lo que pasó, más o menos. -le respondió ella rememorando lo que había sufrido en sus sueños.
-¿Se puede...? ¿Se puede saber qué soñaste? -preguntó tímidamente Hans.
-Sí. No hay problema. Ya no le tengo miedo. -dijo ella desafiante, y empezó a relatar sus sueños tal como los recordaba.
- - -
Terrible, pensó él cuando terminó de escuchar el largo relato de los múltiples desafíos que había tenido que vencer, Lucía. Vivir tan cerca de la muerte, por tanto tiempo y en tan dispares situaciones sólo podían suceder durante las pesadillas, pensó. Si fuese el mundo real, de seguro ella ya estaría muerta.
-¿Y qué te pareció? -le preguntó ella ante el prolongado silencio de su única audiencia.
-Terrible. -fue lo único que volvió a decir, esta vez en voz alta, ante la historia que acababa de escuchar. -Realmente es una pesadilla que no sé si yo podría soportarla.
-Sí. Pero son menos desagradables que las anteriores pesadillas en las que no me atrevía a luchar. -le respondió ella con algo de orgullo en la voz.
-Por favor esas no me las cuentes. Estoy seguro que yo mismo tendría pesadillas si las escuchara. -le dijo él y un escalofríos recorrió su piel.
-¿Sabes qué significa? -le preguntó Lucía, pero no esperó a que su amigo le responda. -Que se puede luchar contra el demonio y vencer.
-¿Entonces le ganaste? -preguntó él con un rostro de confusión.
-En realidad no, porque no logré matarlo. Pero el sobrevivir ya es una gran victoria para mí. Y estoy segura de que eso no le ha gustado para nada.
-¿Y por qué siempre te mataba?
-No. Antes no lo hacía. Sólo se dedicaba a torturarme de todas las maneras imaginables. Era terrible, como dices. -respondió ella y empezó a temblar ante el recuerdo de esas otras pesadillas. -Pero no sabía que podía luchar y simplemente me dejaba hacer todas esas cosas. Pensaba que si me dejaba, él iba a apiadarse de mí. Pero no. Era como si verme sufrir le diese energía. No sólo lo disfrutaba. Lo necesitaba. Y era muy...
Lucía no pudo terminar de decir esas palabras y en lugar de eso empezó a dejar que sus ojos y sus lágrimas expresaran las crueldades que había tenido que soportar durante tantas noches de tortura y vejaciones que sólo en los sueños podría haber soportado una mujer.
Hans no dijo nada pero avanzó esos centímetros que la separaban y la abrazó para darle, aunque sea tarde, algo de consuelo.
-Pero sé que puedo vencerlo. -volvió a decir ella ya algo más repuesta. -Sé que puedo vencerlo. No solo sobrevivir a su mundo de torturas. Sé que puedo matarlo como él quiso hacer conmigo. Es solo no dejarse dominar por el miedo. Sé que es difícil. Especialmente con alguien, con algo que sabe utilizar el miedo y que hace de eso su forma de vida. Pero no puedo vivir atemorizada como siempre lo hice en mi vida. Tengo que luchar.
-Sí. Sé que lo lograrás. -le respondió él conmovido por la expresión de coraje que veía en ella. Una voluntad de luchar que él nunca había tenido.
-Debo hacerlo. Debo matarlo yo a él. -dijo ella ya más calmada. -Y no es valentía. Es que no tengo más opción. Sé que si no lo hago, me terminará matando en sueños y en la vida real.
Un fuerte estremecimiento cruzó por el cuerpo de Hans al darse cuenta del peligro real que estaba sufriendo esa simple muchacha que estaba a su lado. Y no sólo ella, sino su propio amigo Luis Carlos.
-Estoy seguro que lo harás. -le dijo él, pero su rostro mostraba que no creía en las palabras que acababa de pronunciar. El miedo a perder a esa muchacha y a su amigo todavía no le permitían tranquilidad.
-Sé que piensas que es difícil. Y sí. Es muy difícil. -respondió ella como adivinando, o más bien leyendo el terror en el rostro de su amigo. -Pero he aprendido que no estoy sola. Mi subconsciente me ayuda todo el tiempo. Sé que yo también soy mi subconsciente. Y en definitiva, yo misma me estoy ayudando durante los sueños. Pero esos personajes que tanto me han ayudado, sólo aparecen si es que lucho. Si es que no me dejo vencer por el miedo y la resignación. Es como si mi yo interior se diera cuenta de que quiero luchar y pusiera todo de su parte para ayudarme. Pero también es al revés. Eso ya lo viví. Cuando no sabía o no me atrevía a luchar, mi subconsciente trabajaba a favor del demonio y le ayudaba creando cosas que ya no quiero recordar. Es solo cuestión de actitud. De querer luchar. De no querer dejarse vencer aunque parezca una lucha perdida. En eso siempre me diferencié de mi hermano. Él siempre fue un muchacho luchador y que no se dejaba dominar por las adversidades. Mi padre nunca pudo con él. Ni tampoco los profesores o sus compañeros. Por eso lo respetaban. Pero yo era diferente. Siempre que habían problemas, me encogía y aceptaba los castigos o los problemas como si los mereciera. Por eso es que siempre obedecí dócilmente a todo lo que me mandaban, ya sea mi padre o mis profesores o mis compañeras de colegio. O la señora Marcia. Pero parecía que el obligarme a hacer cosas que no me gustaban, no era suficiente. Siempre querían más. Por eso es que siempre la gente ha abusado de mí. Es como si supieran que me gusta que me castiguen. Que me gusta sufrir. Es igual en los sueños y en la vida real. Pero ya no me voy a resignar a que me quiten mi sueño. Quizá muera en el intento. Eso lo sé. Pero no me dejaré más con ese demonio.
Hans no supo qué decir. Él había tenido una vida sin muchos problemas. Con un padre estricto pero a su vez cariñoso. Nada de parecido con la historia de vida de esa muchacha.
-Lucía. ¿Hay alguien con tigo ahí dentro? ¿Con quién estás hablando? -sonó una voz al otro lado de la puerta.
-La señora Tainah. -dijo ella moviendo los labios pero sin pronunciar palabras, para que Hans supiese que tenía que guardar silencio.
-Buenos días señora Tainah. -dijo ella, esta vez en voz alta para que el sonido atravesara la puerta. -No. Estoy sola. Sólo estoy repasando una materia. -Seguía diciendo y buscaba desesperadamente dónde esconder a Hans en un cuarto tan pequeño. Bajo la cama, imposible. No. Solo había un lugar dónde esconderse, y era detrás de la puerta. Le hizo señas que se apoye a un lado de la puerta lo más apegado posible.
-¡Es tardísimo! -dijo Lucía en voz alta y abrió la puerta lo más rápido que pudo. -Muchas gracias señora Tainah. No me había dado cuenta de la hora. Tengo que salir urgente. -terminó de decir y, luego de cerrar la puerta de su cuarto se dirigió, casi corriendo, hasta las duchas.

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Ojos Abiertos
FantasyContinuación del libro "Lúcida", de la Serie: "La Dimensión Dormida". Lucía queda atrapada bajo el poder de un demonio que, cada vez que ella queda dormida, la tortura y aterroriza hasta niveles que ella no logra soportar, haciéndole despertar en lá...