Capítulo 2

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El sonido del despertador logró finalmente escurrirse dentro de la pesadilla que estaba teniendo Lucía en ese momento. Esta despertó y dirigió su mirada en torno suyo, para averiguar en dónde se encontraba. 'Estoy en el mundo real. Por fin salí', pensó ella con alivio y se limpió la frente empapada con sudor. El recuerdo de su pesadilla con el demonio todavía le generaba terror y una inevitable sensación de que este aparecería en cualquier momento para seguir aterrorizándola. 'Es absurdo, el demonio no puede salir al mundo real', se dijo para darse ánimo. Estiró su mano y tomó el despertador que todavía estaba sonando. 'Es la una y media de la mañana', pensó con curiosidad. 'Hubiese jurado que la pesadilla duró mucho más tiempo. No sé si hubiese soportado mucho más con ese demonio. Estoy segura de que me habría vuelto loca'. 

El absoluto silencio en la pensión le hizo recordar que todavía faltaba mucho tiempo para que amanezca. El solo pensamiento de volver a dormir y enfrentarse nuevamente a aquel demonio, hizo que un fuerte estremecimiento corriera por todo su cuerpo. 'No debo dormir. No estoy segura de poder soportar otra pesadilla como esta', se dijo con preocupación ante la larga noche que le tocaba por recorrer. 'Si me quedo recostada', pensó con temor, 'seguro me quedaré dormida. Lo mejor es que me ponga a hacer algo', se dijo y se levantó de su cama y se puso a buscar sus cuadernos de la Universidad. Escogió el cuaderno de fundamentos de la matemática, se sentó en su cama y empezó a repasar las últimas lecciones avanzadas. Al principio leyó los complejos conceptos con mucha facilidad. Las matemáticas, a diferencia de la mayoría de sus compañeras, nunca había sido una dificultad. Pero, a pesar de todo el esfuerzo por mantenerse concentrada en su cuaderno, sus párpados se hacían cada vez más y más pesados, obligándola a pestañear con cada vez mayor frecuencia. 'No. Así no puedo seguir', pensó ella temerosa de dormirse sentada sobre su cama y con su cuaderno de matemáticas sobre su regazo. 'Mejor salgo a dar un paseo por la pensión. Eso me ayudará a mantenerme despierta'. Con ese pensamiento en mente, sacudió vigorosamente su cabeza, dejó su cuaderno sobre la cama y se levantó de su cama para luego salir decididamente de su habitación. El pasillo estaba tenuemente iluminado y sumido en un absoluto silencio. A ambos lados del pasillo pudo ver las puerta cerradas de las habitaciones de sus compañeras de la pensión, 'durmiendo felizmente', pensó ella con envidia. La solitaria escena le hizo pensar por un momento que estaba en la otra pensión. La pensión del mundo de sueños. Un fuerte sentimiento de terror le hizo estremecerse y buscar a su alrededor la tenebrosa imagen de su torturador. 'Prueba de realidad', se dijo para recuperar la cordura e intentó flotar como lo hacía en el mundo de sus sueños. A pesar de sus varios intentos por volar, no logró elevarse más que algunos centímetros. 'Estoy despierta', se dijo aliviada y más confiada por seguir su camino por los pasillos de la pensión, sin ningún rumbo definido, tan solo paseando sin más motivo que no dormirse. En su silencioso recorrido, llegó hasta donde se encontraba el conjunto de baños de ese piso, los que se encontraban sumidos en la penumbra. Se detuvo a cierta distancia, sin atreverse a pasar por delante de sus puertas cerradas. El vivido recuerdo de la agresión sufrida en aquel lugar, cuando Marcia la sacó de su baño el primer día de su estadía en la pensión, la hicieron estremeserse y temer que la escena se repitiese una vez mas, tal como le había sucedido muchas veces durante sus pesadillas. 

-¿Qué haces aquí? -escuchó decir a sus espaldas. Esta pregunta, tantas veces pronunciada por el demonio, la hicieron congelarse en su sitio sin atreverse a darse la vuelta para ver quién las había dicho. El terror se apoderó de su cuerpo y de su mente. Sus lágrimas, inútil defensa ante tan poderoso enemigo, empezaron a rodar por sus mejillas. Y empezó a rezar. No. Implorar la ayuda de su ángel de la guarda. De cualquiera de los ángeles que tanto ayudaban a su madrina.  

-¿Lucía? -volvió a sonar la voz, pero esta vez al frente suyo. -¿Te sientes mal? 

-Perdón Regina. No te escuché llegar. -respondió ya mas aliviada al ver, a través de sus llorosos ojos, el rostro de su amiga. 

Ojos AbiertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora