-¿Qué es lo que tienes? -le preguntó preocupada Lucía ya en la puerta de salida del hotel y caminando. No. Casi corriendo detrás de Hans.
-No es nada. -respondió él sin bajar el ritmo a su marcha y con una intensa necesidad de alejarse de allí lo más pronto posible.
-Sí tienes algo. Algo grave. Lo sé. Lo siento en el temblor de tu cuerpo. Es como si tuvieras rabia. Rabia por algo o por alguien. ¿Es por mí? -pregunto ella y se detuvo de repente, lo que obligo a Hans a detener su rápido avance.
-No es por ti. -le dijo él con voz nerviosa.
-Dímelo mirándome a los ojos. -exigió ella con la mirada firme, en espera de ese contacto.
-No es por ti. -volvió a decir Hans, mintiendo con la misma facilidad con la que había mentido a Renata el día anterior. Mentira que había ocasionado el despido de Lucía. Pero, a diferencia de aquella mujer, Lucía no quedó completamente engañada por esas palabras.
-Sólo espero que no estés mintiendo. -le dijo ella en un tono severo, lo más severo que se puede ser con una persona a quien apenas conoces hace algunas horas, ni siquiera días. Y sobre todo con alguien que te ha estado ayudando por alguna razón que no comprendes.
-No te enojes. Más bien te propongo que vayamos a almorzar. Esa reunión me ha abierto el apetito. -le respondió él con una sonrisa de reconciliación en el rostro.
-No tengo hambre. Si recién acabamos de salir del restaurante de la estación de buses. -le dijo ella con vergüenza y sí, con algo de hambre también.
-No me gusta que discutan conmigo, más si estoy molesto por una reunión que no me fue bien. Además, mira qué hora es. Es casi medio día. -dijo mostrando su reloj.
En ese momento ella se dio cuenta que el tiempo había pasado volando. Sentia que no hacía ni una hora que lo había visto por primera vez allá en la estación de autobuses. Pero en realidad era casi medio día y eso significaba que hacía casi seis horas que estaba con él. ¡Seis horas! Y sentía que había estado con él casi toda su vida. Algo pasa conmigo, se dijo ella al no entender cómo es que podía tener dos concepciones del paso del tiempo tan contrapuestas. Y sobre todo no entendía cómo es que ella, que siempre había sido muy reservada, haya dado tanta confianza a ese muchacho de quien nada sabia.
-Sube.-le dijo Hans para sacarla de sus pensamientos y meterla dentro de un taxi que había estado esperando por ella mientras reconstruía sus últimas seis horas de vida.
Una vez en el interior del automóvil, Hans le dio al chofer, el nombre de un restaurante muy conocido en la ciudad. Lucía no sabía dónde se encontraba, ni qué tipo de comida se servía allí, pero había escuchado pronunciar su nombre varias veces entre los estudiantes mas ricos de la clase, en su Universidad.
-¿Dónde vamos? -preguntó ella para estar completamente segura que había escuchado bien.
Sí. Había escuchado muy claro. Estaban de ida a ese restaurante elegante en el que nunca había soñado visitar. Sería interesante conocerlo para después reconstruirlo en el centro comercial que tenía en su mundo de sueños. No. Eso era imposible mientras el demonio estuviera reinando allí. Aunque tampoco podría hacerlo, porque su tiempo de constructora había terminado. Tienes que construir para destruir, decía el libro. Y ahora le tocaba destruir. Hubiese sido interesante haber venido antes, cuando estaba construyendo, se lamentó ella. Debe ser un lugar tan bonito, tan elegante...
-No podemos ir allí. -pensó ella en voz alta, alterada por el avance del taxi que no se detenía y los llevaba inevitablemente hacia ese lugar.
-Pero, ¿por qué no podemos ir? No te preocupes. Yo invito. -respondió Hans extrañado por ese repentino comentario lleno de nervios.

ESTÁS LEYENDO
Ojos Abiertos
خيال (فانتازيا)Continuación del libro "Lúcida", de la Serie: "La Dimensión Dormida". Lucía queda atrapada bajo el poder de un demonio que, cada vez que ella queda dormida, la tortura y aterroriza hasta niveles que ella no logra soportar, haciéndole despertar en lá...