-La cuenta, por favor. -le dijo Hans a la muchacha que los había estado atendiendo todo esa mañana.
La chica se alejó para retornar, a los pocos minutos, con una pequeña carpeta en la cual estaba el listado de todo lo que habían consumido esa mañana. Hans, sin mirar el monto al que había ascendido la cuenta, puso la tarjeta de crédito que sacó de su billetera, y le devolvió la carpeta a la mesera que, luego de recibirla, se retiró para retornar nuevamente con los documentos para que Hans pudiese firmarlos. Finalmente, cuando todo estuvo arreglado, se levantaron del lugar.
-¿Estás seguro de que puedes sola? -le dijo Hans a Lucía, quien asintió con la cabeza y se levantó con algo de dificultad, pero feliz de poder hacerlo después de tanto tiempo.
Caminaron lentamente, Lucía apoyada en el hombro de Hans para darse seguridad, hasta la salida de la estación donde tomaron uno de los taxis que estaban estacionados afuera. Luego de que Hans le mencionara el nombre del Hotel donde estaba hospedado, el taxi salió del estacionamiento y se enfrentó al denso tráfico de la ciudad. Lucía, con la mirada perdida en la cambiante escena que veía a través de la ventanilla del automóvil, trataba de evitar pensar en las múltiples cosas que le podrían pasar en ese Hotel. Estaba repuesta, pero no totalmente. Y si ese fuerte muchacho quisiera abusar de ella, no tendría la energía y la fuerza suficiente para impedirlo. No se sentía segura ni siquiera de gritar lo suficientemente alto para pedir auxilio.
Acompáñame al Hotel, le había dicho él cuando estuvo seguro de que ella ya estaba mejor. Algo había en ese muchacho que le hacía confiar en él. Era como recuperar a su hermano. No. Nunca como mi hermano, se dijo rechazando la idea y la comparación. Pero no podía evitar comparar lo que le había sucedido esa noche, con el rescate que había realizado su hermano cuando tuvo su primera menstruación. En esa oportunidad también tomaron un taxi para escapar del lugar, y para llevarla a un sitio más seguro.
-Ya llegamos. -le interrumpió Hans para hacerla despertar de sus pensamientos. -Espera un momento, ahora te ayudo.
Sin mucha dificultad, Hans la ayudó a salir del taxi, y llegar a la elegante sala de espera del Hotel.
-Aguarda aquí. No te vayas a ir. -le dijo él cuando ella estuvo ya cómodamente sentada en uno de los sillones.
-No. -le respondió ella. -Aquí te espero.
'¿Dónde más puedo ir?', pensó ella al verlo marchar y recordar su desagradable situación. Le había dicho que no tenía empleo, pero no que no tenía dónde dormir. Si tan solo pudiese conseguir algo de dinero. Lo había gastado casi todo en ese boleto de autobús, un boleto que todavía tenía en su cartera pero que ya no servía de nada. Dinero perdido. Podría pedir un adelanto. No. Ni siquiera había comenzado a trabajar, y ya estaba pidiendo un adelanto. No. Imposible. La única salida era Joao. Ese negrito bello. Ese viejo duro pero tierno que siempre le ayudaba. Era un abuelo que no conoció. Sí. Esa era una salida a su problema. Si es que lograba vencer la vergüenza de acercarse por la vieja tienda.
Su vida era un desastre. Pero al menos este día, hasta este momento, todo estaba muy bien. Ella, sin un lugar dónde dormir, sentada en una hermosa sala de un lujoso hotel. Ni para imaginarlo. Sí. Lo mejor era esperar lo que la vida le diera, sin amargarse mucho.
- o -
-Buenos días. Quiero saber si el Sr. Cardozo se encuentra en su habitación. -preguntó Hans a la recepcionista. Ya la había visto varias veces durante los días que había estado alojado en el Hotel, y lo atendió con mucha amabilidad. Era un muy buen lugar. Excelente elección del padre de su amigo.
-¿El Señor Roberto Carlos Cardozo? -preguntó la recepcionista para confirmar la información. Un movimiento de cabeza le hizo saber que, efectivamente, ese era el huesped que estaba buscando. -El Señor Cardozo está en su habitación. Si desea pasar.

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Ojos Abiertos
FantasyContinuación del libro "Lúcida", de la Serie: "La Dimensión Dormida". Lucía queda atrapada bajo el poder de un demonio que, cada vez que ella queda dormida, la tortura y aterroriza hasta niveles que ella no logra soportar, haciéndole despertar en lá...