Capítulo 9

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El oficial la guió en silencio hasta un pasillo en el que Lucía pudo ver celdas a ambos lados, con una gran cantidad de personas encerradas tras sus rejas esperando por ella. Ella ya había sentido antes una opresión similar cuando su padre la encerró en su casa por varias semanas. Y este sentimiento la hizo pensar en esa tarde que se salió de su casa sin permiso para ir con su madrina, a rendir el examen vestibular para ingresar a la Universidad. Estaba bastante nerviosa cuando llegó, pero al ver las preguntas, supo que le iba a ir muy bien. Siempre le había ido bien en los exámenes. Y por eso es que sabía que iba a ingresar a la Universidad. Lo que no sabía en ese momento era que, al salir del examen, iba a llegar tarde a su casa y que por ese motivo la iban a encarcelar en su habitación, como ahora, por varias semanas. Tampoco sabía que su madrina iba a liberarla de ese encierro, para enviaría a estudiar a la Universidad, pero no a una Universidad en Maranhao como ella sospechaba, sino una muy lejos, en Sao Paulo. Y tampoco sabía que allí conocería a Luis Carlos, quien le enseñaría a tener esos sueños lúcidos que tanto problemas le estaba ocasionando, no solo a ella, sino también a él que se había vuelto adicto a los sueños, y a esas drogas para dormir. Y también adicto a su ciudad, a sus fabulosas pertenencias y sobre todo a Gisele Bundchen y a todas las hermosas modelos que estaban con él. Y tampoco sabía Lucía que gracias a esa adicción que ahora estaba destruyendo a su amigo, y también a ella debido a la aparición de aquel demonio de sus sueños, es que ella estaba siendo conducida, sin la menor piedad, hacia una de las celdas que se ofrecían a su alrededor. Esta cadena lógica le hizo pensar que si se hubiese quedado esa tarde en su casa, y no hubiese ido con su madrina a rendir aquel examen, no habría pasado por esa serie de problemas. Y sobre todo no estaría siendo conducida a una celda, como lo estaba siendo en ese momento.

La celda en la que la ingresaron estaba bastante llena de mujeres, muchas de las cuales estaban en el piso y apenas levantaron la mirada para conocer a la nueva habitante del lugar, señal inequívoca de que habían estado ya bastante tiempo detenidas en esa celda. Desde el interior de su nueva morada, dirigió su mirada hacia el exterior, como tratando de capturar algo de la libertad de aquellos haces de luz que ingresaban por entre las rejas. Su rápida revisión le hizo notar, casi inmediatamente, que los moradores de las celdas estaban divididos en cuatro grupos de personas, siguiendo la nueva realidad del mundo en que estaban viviendo. La celda de ella era la de mujeres heterosexuales. A su lado estaba la celda de las lesbianas y al frente estaban los hombres heterosexuales y a su lado los homosexuales. Esta conformación le hizo pensar que las grandes ciudades ya habían formalmente aceptado la existencia de esos dos nuevos géneros sexuales. Pero eso, por el momento, no ocurría en su pueblo natal, todavía apegado a las viejas costumbres de los siglos pasados, en el que solo habían hombres y mujeres. Por momentos deseó volar para regresar a su casa, a su normalidad, a su perdida felicidad.

-Y tú, ¿qué te trae por aquí? -le preguntó una de las detenidas, sacándola de estos pensamientos y trayéndola a su realidad.

-Nada. -le respondió ella, sin saber en realidad qué responder.

-Así que simplemente está aquí por nada. Porque estabas aburrida en tu casa. -le respondió otra mujer, no muy grande, pero con brazos fuertes en los que se mostraban claramente sus músculos, debido a la blusa sin mangas que vestía. El gesto amenazador con el que pronunció el comentario, hizo que Lucía la mirase con terror en el rostro, y con un pensamiento de que quizá los policías se habían equivocado al ingresar a aquella lesbiana en la celda de las mujeres.

-No. -le respondió Lucía temiendo que quizá la respuesta que iba a dar no iba a ser del agrado de aquella mujer. Nunca antes, ni en el colegio, ni ahora en la Universidad, había tenido ningún tipo de enfrentamiento con sus compañeros. Pero había visto varias veces cómo golpeaban a muchachos o muchachas del colegio, y las obligaban a hacer cosas que no querían. Como por ejemplo aquella vez que le cortaron sus cabellos a una de sus compañeras porque había conversado con un chico de un año superior. La muchacha que le cortó el cabello, quería que aquel muchacho sea su enamorado, pero a él nunca le interesó. Y por eso es que ella se dedicaba a agredir a todas las chicas que hablaban con él. El muchacho terminó saliéndose del colegio, pero nunca se supo si fue por ella, o por otros motivos. Pero ahora, era a ella, a Lucía, a quien estaban amenazando en esa celda. -Es que creen que vendo drogas. Pero no es cierto. -respondió con miedo de que la respuesta no fuese del agrado de su inquisidora, pero con la necesidad de decir su verdad. - Yo no vendo nada de eso. Ni siquiera la conozco. -terminó de decir y miró brevemente los ojos de aquella mujer, para luego bajar su vista hacia el piso, con el miedo presente todavía en su piel.

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