Capitulo 31

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PARTE 5

El paisaje que mostraba la ventana del autobús fue cambiando paulatinamente a meda que iba acercándome cada vez más a la zona urbana de la ciudad, mostrando con mayor frecuencia edificaciones de mayor tamaño y altura. Eso sólo podía significar una cosa, y es que estaba muy pronta a llegar a mi destino.

-Todo fue un sueño. -me dije con tristeza al recordar los bonitos momentos que había pasado junto a Hans. Recordé cuando la señora Tainah me devolvió mi habitación que tanto había deseado recuperar. Recordé la entrevista de trabajo en la que había logrado conseguir un empleo mucho mejor al anterior, con un jefe que era muy amable y respetuoso. Recordé los almuerzos, la cena, todo. -Era demasiado bueno para ser verdad. -seguí pensando con mi mirada perdida en el paisaje que corría afuera del autobús. -Debí darme cuenta de que todo era fruto de un sueño. Es imposible que exista una persona tan buena como Hans. Hans no existe. Es sólo una invención de mi subconsciente. De mis sueños. -Concluí sumergiéndome en una tristeza aún mayor.

Sólo me quedaba prepararme para enfrentarme con la realidad. La realidad de que me había rendido  en el intento de vivir en la gran ciudad. Había perdido en mi intento de salvarme del tipo de vida que llevaba mi madre. Tendría que enfrentarme a la mirada de mi madrina. ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo explicarle que había fracasado? ¿Que su esfuerzo por sacarme de esta vida, había sido en vano? Y mi padre. ¿Cómo iba a tomar mi regreso? ¿Me iba a aceptar nuevamente en la casa? ¿O por el contrario me iba a echar a la calle? Muy pronto lo sabría Volví a mirar con tristeza el paisaje de mi ciudad natal que corría apurada en mi encuentro.

Estuve así, sumergida en mis pensamientos, hasta que repentinamente, sin nada que indicara el motivo, el autobús se detuvo de golpe haciendo que todos los pasajeros se abalanzaran hacia adelante. Una vez detenido, un muchacho ingresó casi corriendo a su interior y avanzó a la misma velocidad hacia el lugar donde yo estaba.

-No tengo mucho tiempo. -empezó a decirme nerviosamente, como si tuviese mil palabras para pronunciar, y solo algunos segundos para hacerlo. -No sé cómo llegaste hasta este lugar, sola. Todavía no lo creo. Sólo te puedo dar un consejo. No te dejes matar. Haz hasta lo imposible por sobrevivir. Es lo único que te puedo decir. Perdona que no te explique. Es que no tengo mucho tiempo. Y lamentablemente no te puedo ayudar. Estás sola, hasta que logres vencer. No olvides mis palabras. -dijo el muchacho y volvió a correr hacia la puerta de salida. 

El autobús no redujo su avance, pero eso no le importó al muchacho, quien se lanzó por la puerta hacia el exterior con mucha prisa. Lo vi caer y rodar en el piso para luego perderse en la distancia. No vi su rostro, pero estaba seguro de que le había dolido mucho. Eso era seguro.

No supe cómo reaccionar ante esta extraña aparición. Intenté pensar en el motivo por el cual alguien podría quererme muerta, y no pude encontrar algún motivo lógico que le diera veracidad en esas palabras. Quizá me confundió con otra persona, me dije como única explicación lógica. De todas maneras tenía cosas mucho más importantes en las qué pensar.

Sin darme cuenta cuándo, quizá debido a estos pensamientos que mantenían ocupada mi mente, me di cuenta de que estábamos ingresando en la estación de autobuses de la ciudad. Por fin, luego de un largo viaje, había llegado a mi destino. Poco a poco fuimos bajando del autobús, y tal como ocurría en los autobuses en Sao Paulo, me dejé llevar por el río de personas, hacia el exterior de la estación. Un señor parado al lado de un taxi, me hizo señas para que subiera. Le moví la cabeza negativamente. No tenía el suficiente dinero para pagar el viaje .Además de que preferí ir a pie. Así me daría tiempo para pensar en cómo enfrentarme a mi madre y a mi padre. Sobre todo a mi padre.

No me di cuenta en qué momento recorrí el largo camino a casa, pero me percaté de que ya había llegado cuando reconocí el inconfundible vecindario en el que me crié, y sobre todo la fachada tan añorada de mi casa. La calle estaba vacía, como tantas veces la había visto cuando regresaba de estudiar de casa de alguna de mis compañeras. Avancé con temor hacia la reja de mi casa y sentí mucha alegría cuando vi a mi perrito que, tan alegre como yo, saltaba de un lado al otro en el interior de la casa, desesperado por salir a saltar a mis brazos. Recién en ese momento me di cuenta de cuánto lo había extrañado todo ese tiempo. La reja estaba cerrada con llave, como de costumbre. La desconfianza de de mi padre nos había enseñado a mantenerla con llave todo el tiempo. La visión del candado me hizo recuerdo en la vez que me mantuvo presa tras esa reja por mucho tiempo, y todo por haber ido a rendir un examen de ingreso a la Universidad. Examen que logré vencer y conseguir la beca. Pero ya todo eso no importaba. Estaba de vuelta. Vencida.

Toqué la reja con fuerza, para que mi madre pudiese escucharme sin importar cuán lejos se encontrara. No sabía qué hora era. No tenía reloj ni teléfono móvil para poder saberlo. Y el día estaba extraño. Y por más que intenté deducir la hora en base a la posición del sol, no pude encontrarlo. Y eso que era de día. Sin tan solo pudiese saber la hora, pensé, podría saber si mi padre estaba o no en casa. El solo pensamiento de mi padre me hizo sentir un fuerte escalofrío que me hizo sentir una fuerte necesidad de salir corriendo. Pero no había viajado desde tan lejos para no dar ese último paso. Volví a hacer sonar la reja de la casa y me obligué a gritar con fuerza 'mamá', para invocar su presencia.

El resultado no se hizo esperar y vi llegar casi de inmediato a mi madre, quien salió corriendo a recibirme. No supe en qué momento ella abrió la reja, pero de repente me vi acosada por dos seres que tanto amaba y que competían entre sí para expresar su amor por mí. Mi madre me abrazaba y mi amado perro saltaba desesperado para recibir algo del cariño que con la mano le expresaba.

-¡Volviste!- me dijo mi madre a llantos. -¡Gracias a Dios volviste!

-Sí mamá. Estoy aquí de nuevo. -le respondí a llantos apretándola con fuerza. -Y te juro que no volveré a dejarte. Nunca más.

Ojos AbiertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora