Capítulo 65

50 3 1
                                    

El golpe anímico que sintió al darse cuenta de su fracaso. De que el demonio estaba todavía vivo y frente a ella, le hizo bajar la cabeza. Rendida.
Marcia no soportó por mucho tiempo esta escena demasiado pacífica, demasiado aburrida y reinició sus golpes. No podía defraudar a tan concurrida audiencia.
Lucía, ya rendida, soportó pacíficamente los golpes. Total, no había nada que se podía hacer contra su demonio. Recostada en el piso sintió que Marcia le levantaba la cabeza por los cabellos. No hizo ningún esfuerzo por liberarse de ese dolor. Sólo miró al frente, hacia el rostro de una de las muchachas que formaba el círculo de espectadoras. No se atrevió a mirarle la cara y bajó su mirada. En ese momento pudo ver que en sus manos tenía un estuche. Y ella sabía qué había en ese estuche. No era la primera vez que lo veía. Ya Antes había visto a su propietaria sacar una tijera de peluquería de allí y cortarse las puntas de su cabello.
Esa es mi salida pensó Lucía. Debo llegar a esas tijeras y matarme. Esa es la única forma de escapar de este sueño. De esta pesadilla. Con un plan en mente, el dolor que sentía en su cabeza se le hizo más soportable. Se concentró en la forma de llegar a esa muchacha y, tan pronto como sintió que Marcia mostraba cansancio en la mano que la sostenía por los cabellos, aplicó toda la fuerza que le había surgido gracias a esa nueva esperanza de escapatoria.
El inesperado movimiento de la presa hizo que Marcia no pudiese reaccionar a tiempo. Lucía pudo llegar al lugar donde aquella muchacha sostenía el estuche y fue tan rápido inesperado y violentos su movimiento, que la muchacha no pudo darse cuenta en qué momento el estuche ya no estaba en sus manos.
Lucía sabía que no tenía tiempo que perder y extrajo lo más rápido que sus nerviosas manos pudieron, la salvadora tijera de su interior. El brilloso metal alumbró el lugar, elevando aún más los ya altos niveles de adrenalina que tenía ella y todas las personas presentes.
Marcia, repuesta del asombro inicial, ya estaba a pocos pasos de donde Lucía, tijera en mano, la amenazaba.
Al ver aquel elemento en manos de su oponente, Marcia freno su avances y extendió sus manos para tratar de impedir ser atacada.
Pero Lucía no la atacó y más bien, para asombro no sólo de Marcia si no de todas las presentes, tomó la tijera y la dirigió claramente hacia su propio cuerpo. Un fuerte NO! resonó en el ambiente y la propietaria del estuche, quizá porque estaba más cerca o quizá porque se sintió responsable por lo que iba a suceder con su tijera, se abalanzó hacia Lucía para impedir que ella atentara contra su propia vida.
Lucía desprevenida por el ataque que no vio venir de detrás suyo, perdió el equilibrio y cayó arrastrando consigo a la muchacha que la había atacado. Marcia, espectadora de todo esto, se abalanzó hacia la tijera y la arrebató de las manos de Lucía, quien al ver frustrado su plan, se fue incorporando lentamente, sin tomar en cuenta la amenazadora visión de Marcia que la miraba, tijera en mano, con un rostro de odio que indicaba su pronta predisposición a atacar.
Quien sí tomó en cuenta la amenaza, fue la muchacha que estaba en el piso con Lucía, que no invirtió muchos segundos en ponerse de pie y alejarse lo más rápido que pudo de ese lugar.
Si no puedo matarme por mis manos, pensó Lucía, no me importa que lo haga el demonio. Al terminar de tener este pensamiento, se abalanzó sin mostrar miedo hacia Marcia, que no esperaba ese tipo de reacción, considerando que ella tenía la tijera en las manos.
Marcia, ante el imprevisto ataque, no logró reaccionar oportunamente y sólo atinó a defenderse con la tijera, hiriendo a Lucía en el costado, pero sólo superficialmente. La sangre no demoró en mojar su piel y a salpicar a su agresora. Lucía sintió el fuerte dolor, pero eso no impidió que volviese a atacar, esta vez con más fuerza.
La idea era que el demonio terminara de una vez el trabajo y la matara. Eso significaba la liberación. El fin de ese dolor que la torturaba intensamente. El despertar de esta terrible pesadilla.
Desnuda, pero vestida por la sangre que la cubría, atacó repetidamente sin importar que en cada ataque, Marcia le propinaba otro corte, aunque sin mostrar mucho interés en hacerle un daño contundente. Como si disfrutara el mantenerla con vida.
Lucía invadida por el dolor en todo su cuerpo se lanzó con todo su peso sobre Marcia quién asombrada por este movimiento suicida, no se atrevió a terminar su trabajo a matarla y cayó junto a Lucía hacia el piso empapado en Sangre y sudor. La tijera resbaló de sus manos mojadas con la sangre de su víctima. Lucía no perdió la oportunidad y la tomó tan pronto como se dio cuenta de esa situación y, sin perder tiempo, apuntó el arma contra el cuerpo de Marcia que no había tenido tiempo de reaccionar.
Pero el arma no logró hundirse en el cuerpo de ella, un grupo de manos, brazos y cuerpo se abalanzó hacia dónde estaban ellas dos. Lucía luchó para mantener la posesión de la tijera y de su firme resolución de terminar ya mismo esa pesadilla. Por momentos, la furia que la movía le daba la fuerza para vencer al grupo de chicas que se esforzaban en detener sus ataques contra una Marcia que no lograba liberarse de los brazos de Lucía.
-¿Qué es lo que está sucediendo aquí? -se escuchó decir como un trueno.
La figura de Tainah se dirigió con resolución hacia el lugar donde yacían Lucía y Marcia, ambas cubiertas de sangre. El resto de las figuras, el de las otras chicas que hasta ese momento habían permanecido en el ruedo, desaparecieron sin demora, a excepción de un par de ellas que impedían, no con poco esfuerzo, que Lucía y Marcia lograran moverse o atacarse.
La voz de Tainah logró hacer lo que el esfuerzo de esas chica apenas conseguían a duras penas. Detener la firme resolución de Lucía, de terminar con la vida de Marcia o con la propia.
-¡Lucía! ¡Marcia! ¿Qué está sucediendo aquí? -la voz de Tainah mostraba más miedo que severidad. -Llama a una ambulancia inmediatamente.- le dijo a una de las muchachas que todavía sostenía a Lucía. Sabiendo que podía alejarse sin preocupación, tomó la tijera de las manos de Lucía que se dejó desarmar sin resistir, la entregó a Tainah manchando de sangre sus manos y se alejó corriendo a buscar su teléfono móvil o el de cualquiera que encontrarse en el camino.
Lucía, perturbada por el nuevo curso que tomaba su sueño, se incorporó o al menos intento hacerlo ya que el fuerte dolor de las heridas que tenía en diversas partes de su cuerpo, se lo impidieron .Pero no le impidieron emitir quejidos de dolor al hacer el intento.
Tainah, acongojada por el dolor que surgía de los labios de Lucía, se agachó hacia su desnudo y ensangrentado cuerpo. Marcia, aprovechando este momento de descuido, salió corriendo sin mirar atrás. Por la dirección que tomó, Tainah sabía que se estaba dirigiendo a la calle.

-¡Lucía! ¡Lucía! -se escuchó retumbar una voz varonil que se acercaba por el pasillo.

-¿Hans? ¿Eres tú? -dijo Lucía buscando con desesperación la fuente de esa voz.

-Joven Tenga la amabilidad de pasarme esa bata de baño, y la decencia de retirarse. No ve que la señorita está desnuda. -dijo Tainah, forzando una voz autoritaria, dirigiéndose a Hans

Hans, abrumado por la sangrienta imagen, obedeció la orden y se retiró a un lado del pasillo contando los eternos segundos que creyó serían suficientes para querer pudiesen vestir a Lucía.

Pero no fue necesario esperar tanto, ya que un par de enfermeros, o lo que parecía ser enfermeros, vinieron corriendo en su dirección. Una ambulancia había llegado.

No pudo hablar con Lucía. Sólo pudo ver como los enfermeros acomodaban sobre una camilla el herido cuerpo de la muchacha.

No era un sueño. No era un sueño, le escuchó decir a Lucía, una y otra vez, con un rostro de terror que nunca se lo había visto antes, ni durante sus peores pesadillas.


Ojos AbiertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora