Todavía escucho las amenazas que hace el asesino que quedó con vida. Por suerte está inmovilizado y sé que no me puede perseguir. Pero no son los únicos asesinos que me están buscando. Y sé que sus gritos llamarán al resto para que vengan a perseguirme. Tengo que seguir escapando, hasta que sea la hora de despertar. Debo mantenerme con vida. Ese es mi único objetivo. Aunque un objetivo cada vez más difícil de cumplir. Y es que no tengo muchas opciones. O me quedo aquí o regreso a la ciudad. Y la verdad es que no sé en qué dirección se encuentra la ciudad. Estoy completamente perdida y todas las direcciones son iguales para mí. No existe ninguna seña que de pistas hacia dónde debo caminar. Si fuese de noche sería fácil. Simplemente tendría que caminar hacia la luz. Pero de día eso es imposible. Pero algo sí es seguro. Debo alejarme de este lugar. Alejarme de los gritos de ese hombre que sigue allí, llamando a los demás. Avanzo como puedo caminando sobre espinas. Y mis piernas continúan acumulando líneas rojas por las espinas que también se ensañan contra mi desnuda piel. Mis pasos se parecen mucho al paso anterior, porque el escenario no cambia mucho, a pesar de que sé que he avanzado bastante. Con razón es fácil perderse en la vegetación, al menos para una persona que vive en la ciudad. Finalmente llego a un claro y me dispongo a descansar los pies sentada sobre un tronco caído casi al medio del lugar. Los gritos del hombre ya son lejanos y menos frecuentes. Eso me tranquiliza un poco, pero no bajo la guardia y mantengo mis oídos permanentemente alerta. Algo me llama la atención al borde del claro. Un movimiento seguido por un ruido me pone en alerta y me agacho para esconderme detrás del tronco tratando de no hacer ruido. Recostada en el piso, miro en dirección del monte desde donde se escuchan todavía esos ruidos. Lo que sea que estuviera haciendo el ruido, está moviendo algunos arbustos. Sigo con la mirada atenta a lo que sucede y finalmente logro saber qué era lo que hacía ese movimiento. Un pequeño mono sale al claro con temor, como si sintiera alguna amenaza al rededor. Eso me hace recuerdo a un mono idéntico que tuve cuando era muy niña. El mono no era mío. Era de mi vecina. Pero eso no impedía al mono, cruzar el muro para venir a jugar conmigo. Mi padre lo vio una vez y lo persiguió con intensiones de matarlo. 'Trabajo muy duro para darle de comer a ustedes. No a un animal. No quiero volver a verlo.', dijo él molesto cuando el mono desapareció en la casa vecina. El mono aprendió la lección y nunca más apareció cuando él estaba. Pero en los horarios en los que él estaba trabajando, el mono venía a jugar conmigo y con mi hermano. Mi madre nos miraba contenta por lo bonito que la pasábamos. Ella nunca le contó eso a mi padre. Era nuestro secreto. Por eso comprendo el temor que veo en ese mono en el medio del claro. Seguro que también ha sido perseguido por cazadores y sabe el peligro que significa enfrentarse con las personas. Pero algo me impulsa a tratar de hacer amistad con el animal. Quizá es el recuerdo de mi niñez, o el saber que estabamos en la misma situación, perseguidos. Me levanto muy lento y me siento en el tronco lo más quieta posible. El mono retorna a la seguridad que le otorga la maleza, y desde allí me espía. Pero yo sigo quieta, mirándolo, pero sin moverme. Poco a poco la curiosidad del animalito juega a mi favor y se viene acercando con mucha cautela. Avanza un par de pasos hacia mí, pero luego retrocede uno y espera a ver mi reacción. Sigo quieta y finalmente el mono llega a pocos centímetros del tronco donde me siento. Nos miramos un rato y él finalmente se sienta a mi lado, como si juntos esperáramos el autobús para ir a trabajar. Me rio de mi ocurrencia y el mono se baja del tronco y se aleja un par de pasos. Me mira nuevamente con desconfianza. Mi risa lo ha asustado, pero poco a poco recupera algo de la confianza y se vuelve a sentar a mi lado. Estamos allí un rato pero algo sucede que lo pone en alerta. No es miedo a mí. Es algo que está en el monte. Aguzo mis sentidos para determinar qué podría ser lo que lo tiene alterado, pero no escucho nada. Quizá él tiene sentidos más aguzados que los míos. Estoy segura que sí. Al menos en este sueño. Sus nervios aumentan y sale corriendo hacia el otro extremo del claro. Se detiene y regresa a mí y me ira a los ojos gritando. Como ve que no me levanto, vuelve a correr hacia el borde del claro y me mira con algo de desesperación. Eso me pone nerviosa. No solo es su mirada, es sus gritos como si quisiera desesperadamente avisarme que lo siga. Que algo va a pasar. ¿Pero qué? No tengo idea. Pero igual me levanto y empiezo a avanzar hacia él. Eso parece que lo alivia y lo veo desaparecer en el monte. Llego hacia el lugar donde lo vi desaparecer pero ya no hay manera de saber dónde se encuentra. Y un rumor en el monte me indica que aquello que lo tenía tan asustado, está llegando. No son pasos humanos, eso lo descarto de inmediato. Es algo en los árboles. Algo que viene por encima del suelo. No se me ocurre qué, pero estoy segura de que no será nada agradable. Y es que el demonio tiene mucha habilidad para crear escenas aterradoras. Lo sé por experiencia. Siento una vibración en el piso y veo un movimiento cada vez más violento en la copa de los árboles. Y por fin veo qué es aquello que lo genera. Veo lanzarse de uno de los árboles, a un mono idéntico al que se acaba de ir. Pero este mono tiene algo blanco en la boca. Espuma que le gotea al caminar. Y sobre todo grita, pero grita con mucha rabia. Eso es. Tiene mal de rabia. Y veo caer otro más que corre detrás de este. Corren ambos hacia mí. Tomo una rama que estaba tirada a un lado en el claro y me preparo para defenderme de ellos. Sé que no puedo fallar. Sé que una mordida de ellos será suficiente para contaminarme y volverme como ellos. Doy el golpe duro contra la cabeza. El mono queda paralizado a un lado del tronco en el que estuve sentada tranquilamente algunos minutos atrás. El golpe me duele más que al mono, porque siento que no es humano hacer daño a un animal indefenso. Pero este mono no está indefenso, tiene millones de microbios desesperados por contaminarme, por matarme. Además que el mono ya no tenía salvación. Igual iba a morir, tarde o temprano. Apunto contra el otro mono que, enfurecido por lo que le sucedió a su compañero, corre hacia mis piernas. Esta vez el mono corre más rápido, quizá advertido por lo que le sucedió al anterior. Esta vez no me da tiempo a golpearlo y fallo en el primer intento. Pero sé que no hay segundo intento. El mono ya está junto a mí, desesperado por morderme. Le doy una patada con toda mi fuerzan su cuerpo y el mono vuela unos pocos metros de mí, pero tan pronto como toca el piso, vuelve a correr con furia hacia mí. La pistola, digo y recuerdo que la dejé apoyada sobre el tronco cuando llegó el mono bueno. Pero este mono enfurecido está a mitad de camino entre el tronco y yo, corriendo muy rápido. Esta vez logro acertarle con la rama muy fuerte sobre el cuerpo y vuela hacia el borde del claro. Las ramas amortiguan la caída y vuelve a correr hacia mí. Eso es suficiente para que pueda correr hacia la pistola y la alcance para dispararle a pocos centímetros de mi cuerpo. Su cuerpo vuela sin vida y cae varios metros más allá. Levanto la mirada y veo lanzarse desde el árbol, a seis monos que corren enfurecidos a atacarme. El movimiento de los árboles me hace saber que vienen muchos más. Tengo que correr. Tengo que salir lo más pronto de aquí. Primero disparo contra cada uno de los monos rabiosos que vuelan inertes con cada impacto de bala, y corro con toda mis fuerzas en dirección del lugar donde había desaparecido el mono sano. Avanzo corriendo como puedo sobre las ramas y cruzo con mucho dolor por entre la maleza. De vez en cuando doy la vuelta para observar cuan lejos están los monos y disparo hacia ellos. No verifico si le acierto o no. No tengo mucho tiempo. Tengo que mirar hacia adelante, hacia el lugar hacia donde estoy corriendo. Pero algo me hace saber que estoy perdiendo la carrera. Los gritos y movimientos de ramas avanzan por encima de mi cabeza, en la copa de los árboles, y ya alcanzan varios metros adelante. Pero el grito detrás mío es ensordecedor, y eso me hace pensar de que debo correr mucho más rápido de lo que estoy haciendo.
Escucho unos gritos delante de mí, gritos humanos, gritos de dolor. Por fin logro ver la razón de los gritos, y veo una gran cantidad de monos que están atacando ferozmente a uno de los asesinos que me estaban buscando. Sé que venían a matarme, pero igual siento piedad por el sufrimiento que veo en el. Esto es un sueño, me digo para tranquilizar mi impulso de ir a ayudarlo. Debo correr. Debo sobrevivir. Al frente mío veo caer un bulto. El grito de rabia me hace saber que es un mono que se ha lanzado de lo alto de un árbol y corre hacia mí. Por suerte son mucho menos hábiles en el piso de lo que son entre las ramas de los árboles. Eso hace que me de tiempo de apuntar con el arma y dispararle para hacerlo volar por los aires. Paso corriendo al lado de su cuerpo inerte, pero siento que solo es cuestión de tiempo para que esté como ese hombre que ya dejó de gritar a mis espaldas. Seguro muerto. Vuelvo a ver bultos cayendo delante mío. Pero ya no es uno, son dos, no tres, cuatro. Disparo contra cada uno de ellos, pero siguen cayendo. Por suerte este es un sueño, porque si fuese la vida real, ya hacía tiempo me habría quedado sin balas. Pero de todas maneras no resulta de mucha ayuda, porque por cada bala que elimina un mono, dos o tres caen y me atacan. Si tan solo pudiese tener un soplete. Eso sí sería de ayuda. Pero este es el sueño del demonio y no puedo crear nada. Solo puedo utilizar las cosas que él ha creado, como esta arma. Sigo disparando y matando mono tras mono, pero todo es en vano. Ya estoy completamente rodeada y no hay forma que los mate a todos. Si tan solo pudiese tener un soplete. Nada pierdo con intentarlo. Me concentro como el libro decía pero nada. Y el círculo de monos salvajes ya se cierra peligrosamente a mi alrededor. Esta es mi última oportunidad. Si no lo logro... No. No debo dejarme vencer. Me concentro aún más y en mi mano surge el soplete que había imaginado. No pierdo el tiempo y activo el fuego que empieza a hacer arder a todos los monos que estaban a mi alrededor. Un rugido de rabia suena en todas las copas de los árboles, como si sintieran el golpe. No. Ni siquiera el soplete logrará salvarme de esa furia. Corro con todas mis fuerzas hacia adelante. Pero no sé qué es adelante. Lo único que me importa es salir de ese lugar que apesta a carne quemada. A pesar de que sigo con el soplete encendido, los monos siguen cayendo atrás mío, y avanzando con furia hacia mí, como una legión interminable. No puedo desfallecer. Debo seguir corriendo. Algo llama mi atención. Un color extraño a mi izquierda. Ningún lugar es mejor que otro, digo, y cambio de dirección chamuscando algunos monos que corrían hacía mi desde mi izquierda. Mi repentino cambio de dirección enfurece más a los monos que tratan de cambiar su rumbo. No necesito avanzar mucho para darme cuenta de que mi carrera llega a su fin. El rio corre apaciblemente junto a la selva en la que me encuentro. Suelto el soplete y corro con todas mis fuerzas y salto por encima del follaje que se interpone en el camino. Cuando siento el agua cubrirme completamente me doy cuenta de que por fin estoy salvada. Nado lo más rápido que puedo hacia el centro del rio y recién ahí me atrevo a mirar hacia atrás. Lo que veo me congela en mi sitio, y es que miles de monos me gritan con furia a lo largo de toda la costa. Por suerte no saben nadar, me digo y les doy la espalda y me dirijo hacia la costa que da a la ciudad.

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Ojos Abiertos
خيال (فانتازيا)Continuación del libro "Lúcida", de la Serie: "La Dimensión Dormida". Lucía queda atrapada bajo el poder de un demonio que, cada vez que ella queda dormida, la tortura y aterroriza hasta niveles que ella no logra soportar, haciéndole despertar en lá...