Capitulo 30

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-Te dije que todo iba a resultar bien -le dijo Hans, ya en la tranquilidad del ascensor que los iba bajando hacia el nivel de la calle, en uno de los tantos edificios de oficina de la ciudad de Sao Paulo. -Y ya viste. Les caíste muy bien a todos. En especial a Marco, que será tu jefe. Todavía no entiendo cómo puedes memorizar tantas cosas en tan poco tiempo. ¿Te diste cuenta que los dejaste asombrados a todos? Incluso a mí.

-No me di cuenta. Estaba tan nerviosa. -respondió Lucía con una sonrisa que no podía sacar de su rostro. Desde que Tainah le había dado la noticia de que podía volver a su habitación, y ahora con un empleo nuevo, y con un jefe que parecía muy bueno, no sabía cómo frenar tanta felicidad. Una felicidad que le obligaban a esforzarse para no salir corriendo.

-¿Algún día me dirás cuál es tu secreto? -dijo él mirándola como si le tuviese miedo. -Esta mañana supiste todo lo que hablé con mi padre. Y ahora te memorizaste toda su agenda con solo mirarla. Es para dejar asustado a cualquiera.

-Ya te dije. Es por los sueños lúcidos, que me han aumentado mi capacidad de memorizar. -dijo ella suprimiendo una sonrisa de complicidad. -Así es que logro sacar buenas notas durante los exámenes. Pero no se lo digas a mis profesores, por favor.

-Es increíble. Tengo que aprender a tener esos sueños. Urgente. -respondió él con énfasis en su voz. -Pero hay algo que todavía no entiendo. Y es algo que no tiene que ver con la memoria. ¿Cómo escuchaste mi conversación?

-Es que la memoria no sólo guarda lo que veo, sino lo que escucho. Y me refiero a ver y escuchar todo, incluso muchas cosas de las que no soy consciente. -empezó a explicar Lucía, para luego confesarle que, en su ida al baño, allá en el restaurante, había revivido lúcidamente toda la escena en la que él había conversado con su padre. Y así había logrado acercarse lo suficiente para apoyar su oído al lado del teléfono para escuchar todo lo que se decía al otro lado de la conversación.

-Increíble. -respondió Hans, totalmente congelado por la explicación. -Eres... Increíble.

Lucía, avergonzada por el asombro que había provocado en su amigo, por algo que no era tan importante, no supo qué responder al comentario. Por suerte para ella, la puerta del ascensor se abrió y tuvieron que salir rápidamente para permitir el ingreso de un gran grupo de personas que estaban esperando frente a la puerta. Una vez fuera del ascensor, aminaron sin hablar hasta la puerta de salida del edificio,  y se enfrentaron con el intenso tráfico de la ciudad.

-¡Qué tarde es! -dijo Hans ya repuesto de la impresión. -No me di cuenta del tiempo. Parece que la pasamos bien, ¿no?

-Sí. Tu amigo Marco fue muy amable. -respondió ella confirmando la misma sensación.

-Sí. Y mírate. Ahora tienes empleo y puedes volver a tu habitación. Parece que todo vuelve a la normalidad.

-Sí. Y todo gracias a ti. -le respondió ella y recordó que la noche anterior, su mundo era totalmente diferente. Al parecer el ruego a los ángeles sí estaba funcionando, después de todo.

-No. Gracias a ti. Porque yo no hice nada para que te devuelvan tu habitación. Y Marco no te contrató por ser mi amiga, sino porque lo convenciste tú misma con tu excelente entrevista. Todo es tu propio mérito. Yo sólo te acompañé. Nada más. -dijo él, con énfasis en su voz. Énfasis que no daba pie a una réplica.

-Y por eso es que creo que tenemos que celebrar. -dijo él, ante el silencio de la amiga. -Vamos a cenar. Luego de acompaño a tu albergue. De allí voy a buscar algún hotel barato dónde alojarme. -terminó de decir.

-Pero esta vez escojo yo el lugar. -dijo ella rápidamente, para impedir que su amigo tenga la brillante idea de volverla a invitar a uno de esos restaurantes caros. No. Ella no merecía tanto gasto.

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