Capítulo 2- ¿Ensayamos?

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Narra Sienna:

Eran las 6 am y mi alarma ya había sonado. Sí, aunque no lo crean demoraba en prepararme para salir al colegio. Me senté en la cama y me despabilé. Me levanté y entré en la ducha. Hoy no tenía mucha inspiración, por lo que me vestí de mala gana. Hoy me pondré jeans largos, me dije yo sola. Así lo hice, agarré unos jeans claros, una camisa blanca que cubría hasta mis codos y unas zapatillas negras. Sequé mi cabello y lo sujeté en una trenza de lado. Me senté en mi cama y contemplé la foto de mi escritorio. Me alegraba el hecho de ser casi exactamente igual a mi papá, tanto físicamente como en la personalidad.

Creo que aún no les conte nada sobre mi vida. En realidad, vivo con mi padre Augustus, que fue quien me crió desde que tenía tan sólo 5 meses. Fue a la edad en que mi madre me abandonó a mí y mi papá. Pensaba con el tiempo, que él estaba destruido al saber que ella lo dejó por un amante que tenía como compañero de trabajo.

Papá era un hombre alto y fuerte. Bueno, ahí la genética me traicionó un poco, porque yo no soy muy alta que digamos, tengo una estatura media a algo alta. Ambos de tez cálida, ligeramente morena y ojos color verdes. Mi cabello a diferencia del de mi padre, era lacio y castaño claro, hubiese querido tener sus geniales rulos bien armados. En los rasgos éramos casi iguales. Lo amaba demasiado. Era mi papá y mi mamá al mismo tiempo, y aunque siempre estaba trabajando, lograba hacerse un tiempo para mí.

Bajé y lo encontré preparando el desayuno. Generalmente lo hacía yo, pero él tenía sus días, y eso significaba que estaba de buen humor.

-Tengo algo para contarte, sonrisita.- solo sonreía como un niño pequeño. No dejaba de decirme así desde pequeña. Me avergonzaba pero habíamos acordado que en publico, solo era Sienna o Mahr, por mi segundo nombre, por el cual mi padre siempre me llamaba.

-Ya dime, no me dejes con la intriga.- dije dejando mi vaso de yogurt.

-Ayer me ascendieron en el trabajo. Saluda al nuevo supervisor de asuntos internos del primer ministro.- soltó con gran emoción.

-¡¡Oh por dios, eso es increíble papá!! ¡¡Felicidades!!.- casi me ahogo con el yogurt. Me levanté y lo abracé muy fuerte. Realmente estaba feliz con la noticia. Él había trabajado muy duro y por fin lo consiguió.- ¿Por qué no me lo contaste ayer?.- reproché.- Igual estoy muy feliz. Hay que celebrarlo.- dije juntando mis manos, dando aplausos con una niñita.

-Ah si, hablando de eso. El sr. Ministro nos invitó a la ópera hoy junto a mi colega, el sr. Santorki y su familia.

Ópera, malísimo pensé. No era algo que me encantara. Más por el hecho que debía vestir elegante. Y con respecto a temas de moda, no era para nada buena.

-Sé lo que estás pensado. Tranquila, le dije a Liza que se encargara de tu ropa de esta noche. Tú encárgate de tener tu mejor sonrisa.- me animó. Sip, el siempre tenía todo arreglado, no sé como lo hacía, pero era muy bueno.

-Vale.- contesté sin mucho ánimo.- Me llevas a la escuela, ¿por favor?.

Dio un último mordisco a su tostada.- Oh sí, vamos.- creo que eso entendí a lo que quería decir con su boca llena de pan. Me reí de él.

Quería apoyarlo, aunque tuviera que ir a la estúpida ópera. No es que no me gustara, pero vamos, quisiera matar al que hizo tan largas las óperas.

Salimos de casa y en eso de 10 minutos llegamos a la puerta del colegio. Le di un beso en la mejilla. Y antes de bajar me avisó que me vería directo en la ópera. "Genial" pensé, solo seríamos mi ama de llaves y yo cuando regresara.

Caminé hasta mi casillero y saqué mis libros para las clases que me tocaban.

Llegué al salon y todos estaban ya sentados, por lo que noté que la profesora ya había entrado. "Demonios" pensé. Toqué la puerta y la mujer me miró de arriba a abajo.

-Llega tarde, señorita. Espero que tenga una buena excusa para explicar su reciente llegada.

No estaba de humor, es más estaba un poco desanimada.- No profesora, en realidad no la tengo. Lamento haber llegado tarde.- me disculpé. Ella asintió y me señaló el pupitre al lado del chico pálido del inicio. Asentí y me senté junto a él.

-Bien, en la historia de la literatura mundial, vamos a analizar las posturas de los grandes escritores y tratar de hacerlas propias de cada uno de nosotros. Por eso me parece buena idea escuchar cuales son sus conocimientos. Srta. Rutkowski.- miró la lista otra vez.- ¿Rutkowski?.- se quedó pensando. La miré espectante. Luego me miró.- ¿Cuál es su escritor favorito y porqué?

Respiré hondo antes de empezar a hablar, para lograr armarme de valor.- Humm... Bueno, diría que mi escritor favorito es... Julio Verne... Porque me llama la atención su forma de encarar la realidad y llevarla más allá, haciendo que se refleje un poco la fantasía y la imaginación. Pero lo que rescato más, es que creo que cuando sale de la realidad para irse a un mundo mágico donde todo es perfecto...- me anonadé en mis palabras, me había puesto sentimental.-...cae en que la realidad es otra y es bueno aceptarla. Nunca deja de lado el mundo real.

-Muy bien.- pareciera que tomó cada una de mis palabras porque ella también estaba anonadada.- Muy buena explicación. A ver sigamos, Dominik. Tu turno.

Miré al chico a mi lado, y percaté que me estaba observando.

-Pues, yo no tengo un escritor favorito. Verá, leo lo que me llama la atención, lo que se me canta. Por ahí, tiene mucho que ver con la realidad. Porque la verdad, que no me gustan esas estúpidas historias, en las que los escritores solo mienten, anhelando finales felices que nunca llegan a destino en ninguna realidad que vivimos. Simplemente eso.- la profesora asintió.

En eso, sonó la campana del receso. Salí y fui a almorzar. Preferí hacerlo en el gimnasio, porque es donde luego tendría mi próxima clase. Al terminar el descanso, vi como mis compañeros, si estoy en lo correcto, entraban para dirigirse hacia los vestidores. Me levanté e hice lo mismo. Cuando menos lo esperé, el profesor de gimnasia tocó su silbato.

-Reúnanse. Primero calentamos. Luego ensayo, porque la directora me lo pidió.- todos asintieron entre quejas.

Dicho esto, empezamos a calentar. Debíamos de correr al menos cinco vueltas a la cancha. Noté que algunos se sentaban en las gradas a mirar al resto, entre ellos Aleks, Karolina y Dominik. Seguí corriendo. Me sentía genial haciéndolo. Me desestresaba. Cuando terminé, coloqué mis manos en mis rodillas, pues me sentía algo agitada.

-¿Ensayamos?.- gritó Aleks, tomándome de la mano y el profesor asintió.

La música era una melodía suave. Aleks tenía mi mano en el aire, y sentía su mirada fija en mí. De pronto, sentí otra mirada y al voltear noté que era la de Dominik. Lo miré con vergüenza y luego seguí mirando al frente. No quería dar malentendidos.

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Corregido.

Justo A Tiempo (Dominik Santorski)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora