Capítulo 30- ¿Terminamos?

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Narra Sienna:

Pasé dos días en el bendito hospital de nuevo. Se preguntarán porqué tan poco tiempo, y la respuesta es que accedí a ver pasando un día al psicólogo, con el fin que me dieran el alta. Yo estaba bien físicamente, emocionalmente aún no recuperada del todo, pero mejor.

Lo único que me hacía sentir bien, era estar al fin en mi habitación. Pasaría gran tiempo aquí, pues pronto se vendrían los exámenes finales. Superarlos, era mi boleto de salida del horrible colegio al que asistía.

Lo que pasaba a mi alrededor, ya no me afectaba en nada. Mi padre hacía sus cosas normalmente, yo no me involucraba en sus asuntos y todo era como antes. Danuta no volvió a buscarme, no de nuevo. Sólo fue de visita cuando estuve internada bajo revisión. Últimamente la veía muy poco. Y Dominik... Pues aún no había hablado bien con él. Nuestra relación estaba algo desestabilizada. Tenía que solucionar el tema.

Volví a asistir a la escuela. Todo parecía normal, o sea lo de siempre. Con el pequeño detalle que sabían de mi paliza. Ninguno se atrevía a mirarme, porque sabían que lo que Karolina y sus secuaces hicieron, fue de lo más cobarde. Nadie se burlaba, me imagino que es por el hecho que terminé en el hospital. Al menos, no sabían que había intentado suicidarme.

Las horas pasaban tranquilas, un poco eternas. Tuve que hacer que todos me miraban, cuando el profesor de historia me preguntaba mil y unas cosas, que no dudaba en responder. Me encantaba esto.

Tocó la campana del almuerzo, por fin tendría unos minutos a solas con Dominik. Salí y me acerqué a él.

-¿Estás mejor?.- preguntó con cierta tristeza.

-Supongo que sí. ¿Quieres que salgamos a comer?

-Me encantaría pero tengo novia.- se burló.

-Me refiero que salgamos de este salón, es el almuerzo.- retruqué.

-Sabes que está bromeando. No te molestes.- se levantó y se acercó tomando mis mejillas suavemente.- Vamos.- sonrió cálido.

Nos sentamos afuera de la cafetería y quedamos en silencio. Yo miraba la comida con rechazo, estos días en los que no había comido bien, mi metabolismo de sintió asqueado al ver la cantidad de alimento que debía ingerir.

-Come.- dijo serio.- Debes alimentarte.

-Si, lo sé. No tengo mucho apetito.- me quedé corriendo el plato lejos de mí.

-Come.- dijo ordenándome y acercando nuevamente el plato.

Tomé el tenedor de mala gana, y me llevé un pequeño bocado a mi boca.

-Más te vale.- bromeó Dominik. Estaba de buen humor, pero necesitaba hablar con él seriamente.

-Me alegra que ya no estés molesto.- dije aún mirando mi plato, esperando a que reaccionara.

-Mirame a los ojos.- dijo, demonios no quería hacerlo, pero le obedecí.- Segundo, sigo molesto.

-Dominik, ¿cuándo confiaras en mí?.- dudó por un largo rato, por lo que me molesté. Ya no quería que me respondiera.- De acuerdo, entonces así será.

-¿Será que cosa? No sé si puedo confiar en ti, porque a poco me doy vuelta y estás muy pegada a Aleksander. Y si quieres saber si son celos, claro que lo son.- dijo con cierto enfado.

-¿Crees que yo lo busco?.- se quedó callado.- Pues si así lo piensas, estás mal. Yo te amo solo a ti, pero tú no lo ves. En cambio, dejas que tus celos se apoderen de ti y no piensas más allá. Si no puedes confiar en mí, entonces ¿qué rayos hacemos juntos? Quiero decir, no podemos estar así, no de ese modo. Aleksander no es nada para mi, ni siquiera lo considero amigo, menos lo veo con otros ojos. Nunca te engañaría Dominik, pero si no puedes creerme, eso ya corre por ti.- él solo asintió.

-Tienes razón.- por un segundo tuve una mínima esperanza, pero no.- No deberíamos estar juntos, porque no confío en ti. Lo lamento Sienna.- dijo y luego se paró para irse.

No lo detuve, ni dije ni una palabra. Me congelé en el momento cuando prácticamente se rompió mi corazón. Estaba destrozada. Corrí al baño y entré en uno para poder llorar. Estaba devastada. Al rato, escuché que alguien golpeaba a mi puerta.

-Oye, ¿estás bien?.- dijo la voz de una chica.

-Sí, ya salgo.- mentí.

-El profesor me mandó a buscarte, quiere verte.- ¿Profesor? Sí, ahora teníamos gimnasia, ¿qué necesitaba?

Abrí la puerta de golpe y visualicé a la chica pálida y rubia que estaba enfrente de mí. Tenía el pelo muy teñido, no era un rubio natural, y sus ojos estaban exageradamente delineados.

-Soy Kamine.- me extendió su mano.

Así que esta es Kamine. Seguramente Dominik andaba mucho más cerca de ella, de lo que yo pensaba.

-¿No estás en mi clase cierto?.

Ella negó con la cabeza.- Estoy en un curso menor al tuyo. Pero estamos juntas en gimnasia.- afirmó semi sonriendo.- Vamos, arriba los ánimos, tenemos clases.

La seguí en silencio, entré al vestidor con ella, que me espero hasta que me cambiase la ropa de gimnasia. Salimos y allí me congelé por completo al ver a Ian. Quité inmediatamente mi vista de él y me encontré con un Dominik molesto. Él no sabía de Ian, o es lo que yo creía. Se acercó a mi.

-Tranquila, puedes babearte con tu salvador arrogante.- ¿salvador arrogante? Ian no era arrogante.

-No me estoy babeando. No sabía que él era el reemplazo del profesor. Es todo.- dije con enfado y me alejé de él.

-Sienna, ¿cómo estás?.- me preguntó el profesor acercándose a mi. Sentí como me ponía roja de la vergüenza, al ver que todos me miraban por la confianza que él me tenía. Seguro pensaban lo peor, aunque no había nada.

-Bien profesor, ¿y usted?.- me miró confundido.

-Bien, me explicaron que no debo presionarte a que hagas gimnasia dura. Te asignaré alguna tarea tranquila.- sonrió, me ruborizaba su manera tan suelta de dirigirse a mí, como si me conociera de toda la vida.

-Estoy bien, puedo hacer gimnasia como todos.- me quejé y el asintió.

-Bien jóvenes, a correr. Quince vueltas a la cancha. El tiempo corre desde ¡ya!.- gritó y luego, sopló su silbato.

Comencé a hacer lo que dijo, pero obviamente mis fuerzas en estos momentos no estaban al cien por ciento, sin embargo seguí.

-Acérquense. Lo que haremos ahora es trepar la soga. Hasta donde más puedan. Srta. Rutkowski, usted primero.- dijo sarcástico y sonrió de lado, ¿quería darme una lección?

-De acuerdo.- respondí.

Mire la soga con temor, tenía miedo que a la mitad de la subida, me debilitara y cayera. Hice caso omiso a mis miedos y comencé a trepar.

Como había predicho, comencé a sentir mis brazos débiles. Mala idea pensé. Ian tenía razón, pero no quería aceptarlo, seguí hasta arriba, quedando totalmente exhausta. Lo logré, suspiré.

-Ahora, baja con cuidado.- gritó Ian.

Bajar, lo más complicado. Comencé a hacerlo, pero no llegué a bajar un poco, cuando sentí que la soga me quemaba la palma de la mano. Y como ya sabrán, me solté de la soga. Caía y en ese instante, sentí mi vida pasar en un segundo. Cerré los ojos.

De pronto, escuché una voz. Oh por Dios, sigo viva, fue lo primero que vino a mi cabeza, aún apretando mis ojos con fuerza.

-Vamos Sienna, no exageres.- que tierno, seguro sabía quién era.- No moriste, sigues viva. Que no me quieras volver a ver no significa que cierres así los ojos.

-Dominik, bájame, por favor.- dije abriendo lentamente mis ojos. Él me hizo caso y me bajó al instante.

-De nada, no tienes que agradecerme por haber salvado tu vida, otra vez.- dijo sarcástico y serio.

-¿Srta. Rutkowski, está bien?.- preguntó Ian preocupado.- ¿No tienes ningún rasguño?.- siguió mientras revisaba que estuviera bien.

-Estoy bien.- dije seria, viendo como Dominik se alejaba molesto. ¿Por qué me había salvado?

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Corregido.

Justo A Tiempo (Dominik Santorski)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora