Capítulo 9- Suicide Room

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Narra Dominik:

Me encontraba nuevamente en el juego y para mi suerte encontré a Sylvia, pero no podía acercarme a ella. Había una barrera que me lo impedía. Grité varias veces, llamando a Sylvia, pero ella no me respondía. En lugar de ella, un personaje, llamado Jasper, me insitó a pelear. Acepté sabiendo que era bueno en los juegos de video. Fácilmente le gané.

-"Bienvenido a la Suicide Room".- dijo Sylvia.

-¿Todos ellos también buscan suicidarse?.- pregunté.

-Sí.- me observó por unos minutos.- Acércate Dominik. Aquí conocerás un mundo distinto al que conoces.- Sylvia me tendió su mano virtual.

Me sumergí demasiado en el juego. Cuando miré hacia afuera, noté que ya oscurecía. Me la había pasado en la computadora. La verdad que me sentía muy cómodo y bien con mis nuevos amigos virtuales, en especial con Sylvia. De repente, me llegó un mensaje a mi móvil. Era de Sienna. Me había olvidado por completo de ella.

Narra Sienna:

Hoy no había ido a la escuela, pues mi padre no me lo permitió. Salió mas temprano que de costumbre y puso llave por toda la casa. Extrañamente, Liza no estaba. Había quedado en mi casa, sola y encerrada. Mi padre estaba exagerando demasiado con esto.

-Bueno, una inasistencia.- suspiré pesadamente y me dirigí hacia la cocina por algo de comer. Debía cocinarme para mí sola, no era un problema porque si sabía hacerlo. Me preparé algo rápido y subí a mi habitación, trabando la puerta. Me pasé todo el día encerrada leyendo, analizando mi perfil y cambiando la privacidad de éste para que mi padre no pudiera ver nada. De a ratos, me volvía la melancolía y rompía en llanto sin razón alguna. Mi día sin dudas había sido horrible. Estaba destrozada, rota por dentro.

Al caer la noche, sentí que mi papá llegaba y trababa nuevamente la puerta de entrada. Esto sin dudas era demasiado. Tomé mi teléfono y le envié un mensaje a Dominik. Al menos eso no me lo prohibiría.

Sienna: ¡Hey Dominik! ¿Cómo has estado? Lamento haberte abandonado por hoy.

No me respondía. Lo dejé allí y bajé a la cocina por un café. Me choqué con mi papá allí. Estaba realizando unos papeleos.

-¡Buenas noches!.- dijo sarcástico, notando que no había salido en todo el día.

-Sí, pues, como no puedo ir a estudiar, maté el tiempo leyendo.- dije con simpleza, tirándole una indirecta para que recapacitara por lo que hizo mal. Lo omitió y sonrió.

-Vamos, sonrisita. No me digas que te tomaste literalmente lo que te dije. Ve a la escuela, haz tu vida normal. No me entrometeré. Es caso perdido intentar razonar contigo. Eres terca, como lo era tu madre.- noté que lo decía con una mezcla de enojo y de ironía. Lo último me disgustó completamente. ¿Quién se creía?

-Primero: no me llames así si me vas a insultar así. Segundo: ¿no puedes razonar conmigo? Ohh, vamos hombre... ¿piensas que por estar solo dos horas diarias conmigo, ya eres el padre ejemplar y sacrificado? Yo no te lo pedí. Nunca estás en casa. No sabes que es lo que me pasa, y mucho menos lo que me deja de pasar. Deja de tratarme como si fuera una niñita mimada, porque sabes que no lo soy.- estaba enojada, lo peor que me podían decir, me lo dijo él. Fue de lo más hiriente, por el hecho que venía de mi padre. Estaba totalmente desilucionada de él.

Permanecimos en silencio, pero luego de un largo rato, rompí el silencio.

-Tienes razón, no merezco llamarme "hija tuya". No tienes obligación de hacer nada. Asumo que soy una desilución para tu vida. Lamento no ser la hija que esperabas.- el silencio se hizo presente.- Como sea, ¡buenas noches papá!.- susurré y salí de allí lo más rápido que pude.

Entré a mi habitación dando un portazo y me tiré en cama para poder echarme a llorar. No sé cuanto tiempo pasó, pero quedé totalmente dormida.

*************

Estaba sacando unos libros de mi casillero, cuando el timbre sonó. Me dirigí a mi salón y me senté en mi lugar, ignorando a todo el mundo a mi alrededor.

Mi aspecto era visiblemente terrible. Mis ojeras se notaban a kilómetros y estaba totalmente desarreglada y demacrada. Bueno, tampoco quería parecer una modelo luego de llorar todo lo que lloré.

Dominik entró por la puerta. Apenas me saludó.

-Hola.- dijo frío.- Tenemos que hablar.

-Vale. En la hora del almuerzo te veré en las gradas del gimnasio.- respondí y noté que asintió.

Las clases pasaron velozmente y al toque de campana, me dirigí al gimnasio. No sé en que momento, Dominik llegó antes que yo. Lo miré detenidamente.

-Bien, te escucho.

-El día del baile...- comenzó, "ya empezamos mal" pensé.- me dijiste que porqué no te había intentado besar. Luego, dejaste que te besara afuera. Y como dicen que los ebrios siempre dicen la verdad... Dime.

-¿Qué quieres que te diga? Tú lo haz dicho todo.

-Es decir, que sí querías... Querías que te besara.

-No... Quizás... No lo sé.- me abrumó totalmente su pregunta.

-De acuerdo, me dejas besarte y al día siguiente, me corres la cara... Ayer faltaste a la escuela... Y no te creo eso de "le hago caso a mi papi".

Suspiré fastidiada.- ¿Qué es lo que esperas de mi Dominik? No te ha sido suficiente con que toda la escuela esta en nuestra contra. ¿Qué más esperas?.- mi voz se quebraba. No quería asumir lo que pasaba. Mi mente a veces me traicionaba.

-Sabes... No puedes complacer a todo el mundo... Lo que quiero decir... Es que... No puedes complacer y hacer todo el tiempo lo que tu padre te dice. Tienes dieciocho años, se supone que puedes valerte por ti misma.

-Lamento comunicarte que mientras vivas debajo del techo de tus padres, y yo del mío... Tú y yo debemos de obedecerles aunque no nos guste.- me fastidió su comentario.- Ah y por cierto, te molesta que no pueda complacerte a ti.- sentencié y me fui.

En las siguientes horas, Dominik no me dirigía la palabra y escribía en su cuaderno. Ni siquiera prestaba atención a la clase, al igual que yo tampoco lo hacía. De a ratos, miraba de reojo su cuaderno, y en un extremo de la hoja noté unas palabras encima de sus dibujos. La misma decía "suicide room".

Rápidamente al ver que miraba su anotador, lo tapó con su brazo.

"¿Qué era "Suicide Room"?"

*************

Al llegar a casa, entré sin saludar a nadie y me metí en mi cuarto, trabando la puerta de éste. Sí, me había agarrado la costumbre de mi padre, de trabar las puertas. Tomé mi computadora y tecleé en una pestaña de Google: "suicide room". Al instante, tenía muchos resultados. Hice click en el primero, porque me pareció el más convincente. Al abrirse la pestaña, el navegador me llevó a un juego, que pedía la creación de un perfil. Y como soy curiosa, así lo hice.

Me encontré en un mundo virtual, donde los personajes interactúan con otros a través de estos hologramas o lo que sean. De repente, me di cuenta, que encontré a dom¡n¡k con una chica de cabello rosado. ¿Quién era ella?

Esto sería interesante.

Justo A Tiempo (Dominik Santorski)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora