CAPÍTULO TREINTA Y DOS

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-No quiero tener la platica,  Ray.

-Por lo que acabo de ver, creo que no hay opción.- hago un gesto, no quería hablar, pero sabia que si había una persona a la que le podía contar todo era a él. Así que reúno todas mis fuerzas para hablar.

-De acuerdo, te lo contare todo, pero no puedes hablar hasta que termine.

-No prometo nada.- lo voltee a ver y entrecierro los ojos de manera que parezca aterradora.

-Uf, ya empiezas con tus miraditas. De acuerdo, pero ¿puedo hacer caras?

-Sí.

-Bien. Empieza.  

Empiezo a relatarle desde que se fue, su cara cambia con cada parte de la historia y cada vez que le cuento algo de Zeth pone la cara, si, la cara, cuando la sonrisa es enorme, sus ojos brillas y mueve las cejas seductoramente. Cuando llego a la parte del beso me espanta su grito agudo de mujer.

-O por la divinidad suprema, ¡por eso la tensión! ya se besaron, ¡por todos los ángeles del mundo!- esta chillando como mujer, mueve sus maños, se levanta y se pone a dar saltitos.

-Y eso que aun no llego a la parte de la cama.

-¿¡La cama?! ¡O dios mío!

-Cállate y déjame terminar.

Se sienta de nuevo con los ojos abiertos totalmente atento a todo lo que digo.

-Entonces llegaste.- decir que su cara era de asombro es quedarse corta.

-Eres pendeja.

Giro la cabeza tan rápido que me mareo.

-Pendejo serás tú, aunque no te voy a negar que si lo estoy dudando.

-Hila tiene toda la razón del mundo, ¿lo sabes, no?

-Cierta parte de mi lo sabe, pero no lo se Ray, me da miedo. -no puedo creer que he dicho eso, eso es, eso es lo que pasa.

-¿De qué tienes miedo?- su voz se hace tenue, como si el ya lo supiera pero estaba orgulloso de que por fin me diera cuenta.

-De el amor.

-No de los demonios, no de los neflim, del amor. Kalia, acabas de comprender todo, ahora solo te digo: ¿Qué vas a hacer al respecto?

-Lo que hago con todos mis miedos, enfrentarlos.

Su sonrisa se amplia mostrando sus dientes blancos perfectos y yo hago lo mismo. Me abraza.

-Esa es mi chica.

Nos levantamos y salimos del bosque. Tomamos el camino iluminado por las antorchas de camino al castillo. Mañana será un nuevo día y espero que todo salga bien cuando le diga que si quiero estar con él, que quiero correr el riego siempre y cuando este a mi lado. Nunca me he sentido tan feliz en mi vida, tan segura, tan fuerte.

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Me levanto con los primeros rayos del sol, estoy emocionada. Estoy segura que lo que viene es bueno o al menos tengo esa ilusión. ¿Por que no admitirlo? Soy como una niña enamorada, con el sentimiento de jubilo que eso representa.

Me ducho y me pongo un vestido corto de color negro con un solo tirante grueso que se amolda a mi busto y caderas quedando después un poco pomposo, termina arriba de las rodilla. Me pongo unos tacones rojos de plataforma para poder aguantar todo el día en la feria y estar bien para el baile de la noche. Aunque hay un pequeño problema, la princesa. Nada que no pueda enfrentar, espero.

El sonido de unos puños que tocan a mi puerta me sacan de mis pensamientos.

-¿Quién es?

-Soy un mensajero de la familia real, señorita.- voy a baro la puerta, un joven con lentes y cara de listillo esta vestido de traje frente a mi puerta. Se sube los lentes por el puente de la nariz y mira nerviosamente mis alas, se retuerce las manos.

-La familia real le manda a decir que el desayuno se cancela y que es tradición desayunas en alguno de los puestos de la feria de ahí divertirse hasta que usted crea conveniente comenzarse a cambiar para la fiesta, esta empieza a las 9 pero usted esta citada a las 10:30 ya que primero van los reyes de otros reinos, después los duques, los nobles y después los invitados extras.

Malditos, hasta en la hora quieren que me vea mal, pero no me importa, no hoy.

-De acuerdo, gracias.

Se retira y yo cierro mi puerta, checo el reloj, este da las once de la mañana, perfecto. Ahora tengo que ir a la feria, encontrar a Zeth y decirle todo lo que deseo.

-Bien Kalia, tu puedes mujer.

Me doy ánimos y salgo.  

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Un poco corto lo sé. Perdonen subo otro el fin de semana, espero.

Gracias por leer y por su apoyo.

Con cariño, Dany.




A prueba de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora