CAPÍTULO TRES

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Entramos a un gran vestíbulo, del lado derecho se encuentra un enorme salón de baile con espejos en algunas de las paredes, las que no tienen espejos tienen balcones, candelabros del tamaño de una persona cuelgan del techo con perfectas gotas de cristal, crea el efecto más hermoso que he visto, uno puedo jurar que llueven cristales y para variar el techo es negro salpicado con estrellas plateadas.


Del lado izquierdo se observa una sala con muebles dorados, en la esquina de esta hay un pequeño corredor que desemboca en el comedor pero antes de llegar hay una puerta que lleva a la cocina en la cual se oye mucho ajetreo, ya que casi es la hora de cenar.


En el vestíbulo, justo en el gran espacio que separa el salón de baile y la salita, hay una estatua de un león de mármol tan vivido que de noche ha de dar miedo, su rostro esta deformado en un gran rugido que cualquiera con gran imaginación, podría sentir vibrar el pecho, detrás de este león se elevan dos pares de escaleras, una en cada extremo que se curvan de manera que quedan unidas al final.


-Los haré llamar, espera aquí- dice Alioth, empieza a subir las escaleras y comienzo a ponerme nerviosa, ¿Qué tal si no les agrado? O ¿Me tienen miedo por mis enormes alas negras?, entonces pienso ¿y a mi que me importa? Estoy tan sumida en mis pensamientos que no noto cuando algo choca contra mi pierna.


Agacho la vista, es una pequeña niña con el cabello lacio, pelirrojo y bonitos ojos caramelo. Es muy bonita.


-Lo siento, ¿estás bien?- esta atónita, me examina de arriba a abajo, me agacho para estar a su altura y, para que se sienta menos intimidada, alarga una de sus delgadas manos y con sus pequeños deditos toca un mechón de mi rizado cabello color castaño, me quedo paralizada, envuelve el rizo en uno de sus dedos y tira de él para después soltarlo y que este regrese a su lugar como un resorte, esto causa que suelte una ricita, entonces se fija en mis alas negras.


-Eres muy bonita- dice con una delicada voz que no hace más que dar ternura. Le sonrío.


- Gracias, tú también- me sonríe de regreso, quita su mano de mi cabello y la coloca en mi ala. Es una sensación muy extraña, nunca me había tocado mis alas antes, a excepción de Raiyel, por la vez que volando muy bajo me lastimé el ala y el se tuvo que hacer cargo.


-Son preciosas- estoy empezando a dudar que la niña esté al cien por ciento en sus habilidades visuales, mueve su mano de arriba a abajo acariciando mi ala.


-¿Cómo te llamas?-


-Kalia, ¿tú?-


-Hila-


-Tienes un nombre hermoso- Una sonrisa asoma de sus labios, está entusiasmada.


-¡Sí!-


-¿Cuántos años tienes Hila?-


- Seis- dice mientras quita su mano de mi ala para poder levantar seis deditos junto con su otra mano.

A prueba de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora