PROLOGO

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Brarmon es una tierra pacífica. Claro, al menos eso aparenta para algunos, pero no para mí, no cuando voy volando lo más rápido que mis alas pueden dar, para salvar al imbécil de mi mejor amigo, que se volvió a meter en problemas. Para él, meterse en problemas es como comprar un helado en verano, con un calor de más de 30°, su problema es que no sabe cuando parar, el mío es la estúpida necesidad de salvar su gordo trasero.

Cruzando todo un bosque de enormes árboles tupidos, llegué a una pradera donde había una solitaria cabaña. A simple vista, la puedes pasar por una cabaña común y corriente de madera y techo de paja, pero yo se que dentro se encuentran ellos, humanos.

No es que yo sepa mucho sobre humanos, al menos no tanto como Raiyel, el tarado al que voy a salvar, es un ángel esplendido, sus alas son blancas como la nieve, y rebelan su naturaleza a quien lo mire. Todos le muestran respeto, no como a mí, una dividida, una abominación, muchos piensan que yo no debo existir, buenos, no los culpo, ¿qué más pensar de un fenómeno mitad ángel mitad demonio?  

Yo tengo la edad que aparento, 17 años, ese es el periodo que llevo viviendo en este mundo. Raiyel, digamos que tiene más antigüedad, vive casi desde el principio de los tiempos. En mis pocos años de vida, he visto y conoció solamente a dos humanos, Trevor y Sara, ellos fueron mis padres cuando yo no tenía, en la pequeña aldea donde vivíamos, en las afueras de Brarmon, pero no me gusta hablar de ello.

La historia de cómo conocí a Raiyel es algo inusual, bueno, a menos que sea común despertar y darte un susto de muerte, porque un adonis te está viendo.

El principio de esta historia, me la guardaré para mí, pero el desenlace es el siguiente, y la conclusión todavía no se.

Una noche volaba, no les puedo dar muchos detalles, porque aún lo sigo teniendo borroso en la memoria. Cuando desperté tenía un chico de unos increíbles ojos aceitunados, pelo café y una sonrisa que hacía resplandecer su rostro, de por si hermoso. Me miraba con curiosidad, pero también con admiración, nadie nunca me había mirado así, ni lo ha hecho desde entonces. Le calculaba alrededor de 21 años. Cuando salí de mi transe inicial, fue cuándo me percaté de las hermosas alas blancas que tenía a su espalda, recuerdo haber abierto los ojos, como si de canicas se trataran. El, haciendo casi fiesta, intentaba explicarme que no me iba a hacer daño, pero yo tan tranquila como siempre (nótese mi sarcasmo) le estampé la primera rama que encontré. Después de recobrar la conciencia, me dijo que su nombre era Raiyel y que era un ángel, como si no hubiera notado sus alas blancas. Yo siempre le he dicho Ray o Rel, aunque a él no le guste. Desde ese día, el me adoptó, y me enseñó todo lo que se ahora, desde cómo utilizar las armas, hasta combate cuerpo a cuerpo, es un increíble maestro y en cuatro años, aprendí bastante.

A pesar de ser un gran amigo, es muy mujeriego, cada que nos cambiábamos de pueblo, lo cual era muy seguido, pasaba por al menos cuatro mujeres, y puedo estar casi segura que eso es lo que lo metió en este problema.

Descendí a la puerta de la cabaña de madera y, con una patada rápida, derribé la puerta, entré tranquila y me centre en lo de dentro. Del lado derecho hay una pequeña cocina esta conduce a una estancia todavía más pequeña la cual estaba vacía a excepción de una mesa con dos sillas encontradas, en una de ellas hay un hombre de unos treinta y pocos, de pelo negro y ojos verde esmeralda, de su lado derecho esta Raiyel, con las manos, las piernas y las alas atadas, una mujer hermosa a su lado, ¿por qué siempre tengo que adivinar? Odio que pase eso, si no lo conociera...

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Hola, espero que les haya gustado el prólogo, intentaré subir lo más pronto posible. Yo escribo la historia, pero una amiga la edita, asi que deben de estar bien escritos, cualquier cosa avisen. Nos leemos en el próximo.

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Con cariño, Dany.

Creditos (editora): Paola.


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