CAPÍTULO VEINTISÉIS

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El amanecer, Joe nos hace el favor de prestarnos un carruaje. Gracias a esto no tardaríamos más que dos días en llegar, ya que nos hemos pasado un poco más de las dos semanas y tenemos que llegar a tiempo para partir hacia el baile, junto con el carruaje viene un muy educado señor de mediana edad, cuando lo veo mis nervios desaparecen, ya no estaríamos solos, aunque tengo que admitir que una pequeña parte de mí se decepciona, volteo a ver a Zeth, él tiene una cara de enojado difícil de disimular.

Me despido de Joe con un abrazo, prometiéndonos volver a vernos más seguido, el me confía que también fue invitado al baile así que nos veríamos ahí. Subo al carruaje un poco apretada, logro acomodarme, el carruaje comienza a moverse.

-Oye sobre...- empieza Zeth

-Ahora no Zeth, estoy muy cansada- no estoy dispuesta a hablar con Zeth en estos momentos, aparte de que no es mentira, mis reflexiones me hicieron perder la noción del tiempo y provocaron que llegara casi derrapando para fingir que estaba dormida cuando la señorita ama de llaves entró a despertarme.

Intento no dormirme para estar atenta a cualquier situación pero mi cansancio es mayor y el sueño me vence.

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Pasaron los dos días, la mayoría del tiempo me la pasaba o dentro del carruaje durmiendo, o al menos fingiendo hacerlo y volando fuera con la excusa de estar siempre atenta al peligro. Las únicas veces que nos detuvimos fueron dos veces durante el día para descansar y otra en la noche para dormir, generalmente hablaba con el cochero el cual su nombre es Harold y Zeth se unía a la plática, pero nunca hablamos los dos solos nada más.

Una vez Zeth intentó acercarse a entablar conversación y se me ocurrió la cosa más estúpida que jamás he dicho lo cual fue "Ahora no, me está terminando de visitar Andrés y me pongo de malas" y si, el no entendió ni una palabra de lo que dije pero mi mirada lo alentó a alejarse.

En estos momentos no falta mucho para llegar y como casi siempre durante estos dos días estoy fingiendo dormir en los cómodos sillones del carruaje, estoy entrando por fin en el sueño cuando siento la mano de Zeth deslizarse por una de mis alas, inmediatamente toda mi piel se pone de gallina, mis pensamientos empiezan a revolotear de un lado a otro sin rumbo fijo, pero logro contenerme y quedarme quieta. Lo oigo soltar un suspiro que no se descifrar, mueve su mano de arriba a abajo acariciando las plumas, se me corta la respiración, este hombre me va a causar asma por tantas veces que me deja sin respiración.

El carruaje se detiene, oigo como el cochero desciende y abre la puerta. Zeth retira rápidamente su mano y yo hago como si apenas me estuviera despertando y no supiera nada de lo que acaba de hacer.

-Llegamos señor Tellgs

-Gracias Harold

Bajamos del carro, ya estamos dentro de la propiedad, seguramente los guardias debieron de abrir el enorme portón para dejarnos ingresar, caminamos hacia la entrada pero nos detenemos al ver a la pequeña Hila salir corriendo. Al llegar a nosotros no se decide a quien abrazar primero, así que hace que estira sus brazos en ademan de que nos acerquemos a ella, cuando estamos lo suficientemente cerca nos abraza a ambos dejándome embarrada al cuerpo Zeth, mi cabeza llega debajo de su barbilla pero mis alas llegan hasta el final de su cabeza, quedamos muy apretados ya que los brazos de Hila son muy pequeños y aprietan demasiado, para acabarla de fregar Leander se une al maravilloso abrazo dejando todavía menos espacio si eso es posible. Zeth aprovecha y rodea con un brazo a sus hermanos y el que está cerca de mí lo pasa por mi cintura y me une a él, pero yo con mi increíble carácter que enamora a todos le digo al oído:

-Cuidado donde pones la mano. Que he oído que hay personas que la pierden por menos que eso- el susurra de regreso, puedo sentir su sonrisa en mi oreja.

-La perdería con gusto si eso significara tenerte así de cerca siempre – me separo y lo empujo ligeramente haciendo que el abrazo grupal se deshaga.

-Bienvenidos de nuevo- Alioth aparece en la puerta- como sabrán se atrasaron un poco en su viaje así que partimos mañana en la mañana, el solo comienza a descender dando las tonalidades naranjas y amarillas del atardecer. Genial, mas carruajes, más claustrofobia.

-Vayan a descansar- escucho a Zeth susurrar:

- Si supieran lo que esta mujer ha estado invernando en estos dos días- le lanzo una mirada de pocos amigos y camino rumbo a mi habitación, en ella hay una enorme maleta junto con otra más pequeña. Tomo un baño y salgo a mi balcón cuando las estrellas están brillando, me coloco la piyama y me acuesto en la cama. Si el cara de mandril supiera que siempre que intentaba dormir no podía por sentir su simple presencia a mi lado, que para mí ese pequeño pasillo entre ambos asientos fue un martirio. Me quedo dormida. 

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Con cariño, Dany



A prueba de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora