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POV Leia

Escuché que tocaron la puerta de ingreso. Por la forma en la que golpeaba, me asusté unos segundos.

– ¡Ya voy! –caminé hasta la puerta y la abrí– ¿Nova? –fruncí el ceño– ¿Qué haces aquí?

– Necesito tu ayuda, Leia. ¿Puedo pasar?

Dejé que ingresará al interior

– ¿Qué favor? Si necesitas dinero te aclaro que te llevaste todos mis ahorros.

– No necesito dinero. Necesito quedarme aquí unos días.

Fruncí el ceño.

– ¿A caso te quedaste sin casa? –pregunté no entendiendo de que iba esto.

– Me esta persiguiendo la policía, Leia.

– Oh no señor. No me meterás en tus problemas –lo tomé del brazo y lo llevé hasta la puerta– pídele alojamiento a la rubia.

– Por favor Leia. ¿Dejarás que me metan preso?

Debatí unos segundos en si dejarlo quedarse o no. No podía dejar que lo lleven preso.

– Está bien –suspiré– puedes quedarte, pero tendrás que decirme porque la policía te esta persiguiendo.

– ¿Tienes algún lugar que pueda guardar mi moto sin que nadie se de cuenta?

– Lleva la moto a la parte de atrás. Te diré donde puedes guardarla.

Guardamos su moto en una pequeña habitación que teníamos en el patio. Era donde papá guardaba sus herramientas. Hicimos algo de lugar para así poder acomodarla.

– Nadie puede saber que estoy aquí hasta que encuentre la manera de librarme de esto, tiene que ser nuestro secreto.

– ¿Me diras por que te persigue la policía? –pregunté mientras nos dirigiamos al interior de la casa

– Fui a visitar a un amigo y la policía llegó al lugar.

– Me imagino que clase de amigos tienes –entre cerré los ojos

Hizo caso omiso a mi comentario y siguió hablando.

– Tuve que escapar de ese lugar, pero la policía salió detrás de mí. Persiguiéndome.

Fuimos a la cocina y busqué algunas cosas para preparar el almuerzo.
No tenía pensado comer pero ya que Nova se quedará, preparé algo.

– ¿Dónde está Ángel? –pregunté mientras comenzaba a picar las verduras

– No lo sé. Desde el viernes no la he visto.

– Que buen novio eres he, no se porque no me sorprende –suspiré y rodee los ojos

– ¿Novio? De quién que no me enteré.

– De Ángel –clavé el cuchillo en la tabla de madera

– No estoy saliendo con Ángel, Leia.

– ¿No? –pregunté algo dudosa– ella me dijo que...

– No estoy saliendo con nadie –me interrumpió

No se porque aquello me puso feliz. Ósea, se porque me puso feliz. Porque todavía sentía algo por este estúpido de aquí en frente. Todavía seguía enamorada de él.

– ¿Jasón? –preguntó

– Esta mañana se fue –saqué el cuchillo que había clavado y seguí cortando las verduras

– ¿Lo extrañas? –preguntó mientras se acercó a mí

– Sí –suspiré– pero no es algo que a ti te importe, Levine.

•El precio del servicio•© #EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora