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Nova me observó.

– No lo dije para que te sientas presionada, Leia. Puedo esperar...

– Me genera inseguridad –respondí rápidamente– no tengo nada de experiencia en esto... tu has estado con muchas chicas y me genera inseguridad no estar a la altura de lo que acostumbras...

Nova me tomó de la mano. 

– Si pudieras meterte en mi cabeza en estos momentos, te arrepentirías de las cosas que has dicho...

– Sé que eres la persona con la cual quiero perder mi virginidad, pero estoy asustada.

– No puedo decir que no debes temer, porque es tu primera vez y lo puedo llegar a entender, pero trataré de hacerte sentir lo más cómoda posible para que lo disfrutes. Si deseas que me detenga, solo házmelo saber.

Asentí. Nova se acercó y se posicionó sobre mi. Mi corazón latía a mil por hora. Él susurro que me tranquilizara y comenzó a besarme suavemente en los labios. Sus manos, que anteriormente sujetaban mi cuello, no se habían movido de ahí. Me concentré en seguir el beso que poco a poco iba profundizándose mas. Una de sus manos abandonó mi cuello y recorrió lentamente hasta llegar a uno de mis senos, mantuvo su mano en ese lugar, sobre la tela de la ropa, y comenzó a explorar con su boca la piel de mis hombros. Llevé ambas manos a su cabello azabache y cerré los ojos disfrutando el recorrido que sus labios dejaban. Nova escabulló una de sus manos por debajo de la blusa y sentí un escalofrío al sentir su tacto. Me quemaba. En consecuencia, un leve gemido logró escaparse de mis labios. Volvió a atacarlos con un beso voraz.

– En este preciso momento, tu gemido se ha convertido en música para mis oídos –habló. Su voz estaba ronca, rasposa. 

Nova tomó el borde de la blusa para poder quitarla de su camino, colaboré llevando ambos brazos por encima de la cabeza. Arrojó la prenda por algún lugar de la habitación y se detuvo un instante despegando su cuerpo del mío. A pesar de la escaza luz artificial que había dentro de las cuatro paredes, logré observar un brillo especial en sus ojos. En ese momento sentí que era una pequeña liebre frente a su cazador. Me sentí vulnerable ante aquel par de ojos que me observaban sin ningún tipo de reparo. 


– No tienes ni puta idea las ganas que tengo de cogerte en esta cama –llevó su boca a mi seno y comenzó a devorarlo como si de un caníbal se tratase. Mientras se dedicaba a darle cariño a uno de mis pezones, llevó una de sus manos al otro que estaba abandonado de placer y comenzó a jugar con él, a darle pequeños pellizcos y masajearlo. Cerré los ojos con fuerza. Sentía un fuego interno que jamás había experimentado y por segunda vez, otro sonido de placer hizo presente en aquella cama. 

Sonrió. Dejó por unos segundos con lo que estaba haciendo y pidió que le quitase la remera. Con manos algo temblorosas, tomé la tela de la misma e hice lo mismo que anteriormente él había hecho con la mía. Cuando su trabajado torso estaba al descubierto, arremetió nuevamente mis labios para continuar  por el sur de mi cuerpo con pequeños besos húmedos, lamiendo y mordiendo delicadamente cada centímetro de piel. 

Cosquilleo es lo que sentí en ese momento. Los músculos de mi cuerpo se contraían involuntariamente. No podía concentrarme al cien por ciento, no sabía como continuar en esa situación, no sabía que debía hacer.

– No los guardes, grita para mi cariño –las palabras llegaron como si él supiera lo que estaba sucediendo en mi cabeza. Logró persuadirme y me permití no ahogar mis sentimientos disfrutando y recordando cada uno de sus besos. Era aterrador como no tenía control sobre mi cuerpo, todo de mí respondía a las caricias que él  proporcionaba. 

– Nova... Por favor.

– Aguanta cariño... No te corras todavía. –desprendió el botón de mi pantalón y poco a poco los bajó para poder quitarlos. Me sentí expuesta. En estos momentos, lo único que cubría mi cuerpo era el cómodo culote que me había puesto luego de la ducha. Sus manos recorrieron mis piernas con dulzura en su tacto. Se detuvo en mis muslo.

– No es justo –logre decir con la respiración agitada.

– ¿Qué no es justo cielo? –preguntó con una pequeña sonrisa.

– Sigues con el pantalón puesto –se quito su pantalón y mis ojos viajaron directamente al bóxer oscuro. Tragué. No había vuelta atrás. Quería que ese hombre me haga su mujer en ese momento.  Él se posicionó nuevamente sobre mi, su miembro rozó sobre mi pelvis. Me tensé cuando comenzó a menear su cadera, frotándose sobre mi parte íntima que solo se interponía nuestra ropa interior. La respiración me estaba fallando, de un momento a otro arrancó la poca ropa que me quedaba. Amagué en cubrirme pero él no me lo permitió. Apartó mis brazos y los llevó al respaldo de la cama.

– No tienes porque cubrirte, mis ojos nunca han visto algo tan perfecto ante ellos. –él continuó sujetándome con una de sus manos mientras que con la otra acariciaba mi cuerpo. Cuando sus dedos llegaron cerca de mi vagina, arquee mi espalda y solté un gemido.

– Nova –mi voz sonaba agitada, desesperada– por favor... –él comenzó a jugar con sus dedos, toqueteando en el botoncito que tan loca me ponía.

– ¿Qué es lo que quieres cielo? –susurró en uno de mis oídos, otra vez arquee la espalda y la volví a pegar a las sábanas.

– Nova... –grité. No podía controlar mi cuerpo. 

– Dímelo cariño, dime que quieres que haga...

Esa voz...

– Te quiero dentro de mí –solo bastó aquello para que se apartara y se quitara el bóxer. Buscó en uno de los cajones de la mesa de luz un profiláctico y se lo colocó. 

– Estas tan húmeda –volvió a acercarse a mi– Trataré de no hacerte daño, si vez que no aguantas solo dímelo.

Asentí.

– Ábrete para mi cielo... –abrí mis piernas y él se posicionó frente a mi entrada– Mírame Leia, quiero que me mires mientras te haga el amor –lentamente se introdujo en mí. Llevé ambas manos al costado de mi cuerpo aferrándome a las sabanas. Cerré los ojos mientras que sentía que su miembro se adentraba aún mas en mi interior. Él se detuvo dentro de mi, sin moverse, para que las paredes de mi vagina se acostumbraran al invasor. Comenzó a moverse, todavía podía sentir un dolor punzante ahí debajo. Cuando los dolores mermaron y que él logró darse cuenta por los gestos de mi rostro, comenzó a moverse más rápido.  Traté de no saltar ningún tipo de sonido que pudiera avergonzarme por la mañana con los demás.

– Has música para mí, grita para mi, cielo. Nadie mas que yo te oirá. –no me contuve. Expresaba con gemidos todo lo que Nova me estaba haciendo sentir, todo el placer que me proporcionaba.

– Nova... No aguanto mas –clavé mis uñas en su formidable espalda. 

– Hazlo, córrete para mi cielo – escuché su voz agitada e hice lo que me pidió. Después de los espasmos que mi cuerpo liberó, él se acercó a mi y me dio un tierno beso en la frente. 

– ¿Qué tal te sientes nena?

– Distinta... –sonreí– y feliz.

Él sonrió y salió de mi interior.

– Iré a terminar con esto –señaló su pene.

– ¿Por qué no acabaste? –pregunté. Nuevamente las inseguridades llegaron como balde de agua fría. 

– Por ser tu primera vez, no quiero lastimarte y forzar a tu cuerpo a que siga mi ritmo.

No me conformé con lo que me había dicho. Él lo notó.

– Fue grandioso... –me acarició el rostro– eres perfecta y quiero cuidarte tanto que deseo ir a tu ritmo, nena. 


Gracias
Un beso

P.

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