7- No Necesito Explicaciones

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Me seque las lágrimas con las mano y aparecí en la cocina. Todas miraron asombradas y colocaron rápidamente todas las cosas que tenían en las manos, encima de la isla de la cocina.

- Hija, nosotras... Bueno... Eh... Estábamos revisando la cocina -mi madre parece nerviosa, como si la hubiese atrapado haciendo algo malo. Y básicamente no lo es, ellas solo estaban revisando y cotilleando sobre mi y mi vida amorosa y que parezco un espárrago.

- Descuida madre, todo esta bien... Justo hoy las chicas y yo íbamos a hacer la compra -miento con descaro, la verdad no recuerdo el día exacto que pise un supermercado. Creo que fue la semana pasada, cuando se acabo el cereal.

- Gracias al cielo... Ya me preocupaba, que sólo tengan aquí, cereal, galletas y sobres de sopa de pollo -dice horrorizada la madre de Diana.

Yo ruedo los ojos y me hago la que no ha escuchado su comentario. ¿ Que quiere? ¿Que tengamos la alacena llena de arroz y legumbres? Por Dios, ni que no conocieran a sus hijas.

- ¿Crees que podrías ir al supermercado a comprar algo? Quiero prepararnos un desayuno decente. El viaje a sido largo.

Asiento. Mi madre me dice lo que necesita y yo obediente me retiro de la cocina, con dirección al supermercado. Antes de irme paso por la habitación.

- ¿Que vez en mi ordenador? -lo regaño cuando llego hasta su lado y lo encuentro embelesado mirando en la pantalla de mi ordenador portátil.

Él se gira despreocupado. Y me enseña una carpeta con fotos mías.

- Estoy viendo tus fotos... Me gustan todas, estoy pensando seriamente en copiar todas esas imágenes en un pendrai, así las veré todos los días en mi casa.

Lo miro horrorizada. ¿Como se le ocurre decirme una cosa así? ¿A caso no ve lo desaliñada que me veo en esas fotos? En algunas me veo roja y quemada por el sol, en otras sonriente y despeinada... Jugando voleibol con las chicas y con los niños del hospital.

- Ni lo pienses. No te lo permitiré -frunzo el ceño y me coloco al lado de él. Cierro mi portátil y le tomo la barbilla-. Voy a comprar unas cosas al supermercado... No te muevas de aquí. Portate bien.

- No tardes. Te extrañaré mucho -me besa con ternura.

- No tardo. El supermercado queda a unas cuantas esquinas de aquí...

Me vuelve a besar y luego salgo de la habitación. En el supermercado lleno varias bolsas, y ya satisfecha, me dirijo a la caja.

- Hola, nena-la voz de un hombre me sobresalta al susurrarme tal cosa al oído.

Me giro y me encuentro con la persona que menos quería ver en estos momentos. ¿Que demonios hace Mario en este supermercado?, ¿A caso no hay donde él vive?

- Son cincuenta dólares y ochenta centavos -dice muy amable la cajera distrayendome.

Saco de mi bolsillo trasero un billete de cien y se lo paso. Miro nuevamente a Mario y me sonríe con ternura. ¿Porque diablos me sonríe?
Tomo la devuelta y mis bolsas, me dirijo con paso firme y decidido hacia la salida. Pero una mano me detiene.

- ¿A donde vas tan deprisa? ¿Porque no me haz cogido ninguna de las llamadas que te he echo en los últimos días? -reclama aun sosteniendo con fuerza mi antebrazo.

Lo miro ceñuda... ¿Que pretende?
¿Que me eche a sus brazos? Por favor, que no sea ridículo.

-¿ Que quieres Mario? -me deshice de su agarre. Y aprete con más fuerzas mis bolsas-. No tengo mucho tiempo... En casa me espera.

Siempre Fuiste Tú (Pasado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora