25- Te Deseo

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Nota: este capítulo tiene contenido Hot. Si eres de los que no les gusta este tipo de cosas. Te recomiendo obviarlo. No espero que lean algo que no les gusta. Pero es a petición de la mayoría que lo hago.
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Estoy tan feliz. Hoy al fin, después de casi tres semanas aquí encerrada, me van a dar el alta.

— Calma los nervios, nena. O tendremos que dejarte aquí por un ataque de ansiedad —dijo Mari, mientras termina de hacerme una trenza en el cabello. De manera que la cicatriz y el vacío, queden ocultos.

— Llevo tantos días esperando este momento, que no puedo calmarme —digo en apenas un susurro.

Ella asiente y termina de peinarme. A los pocos minutos entran Sebastian y Daniel.

— Veo que ya estas lista para marcharte —musita Daniel.

— Pues claro. Estoy lista para irme desde hace horas —les dedico una sonrisa.

— Así me gusta —Sebastian llega a mi lado y me da un beso en los labios. Me mira a los ojos y se que quiere decir con eso. Él desea estar en casa al igual que yo.

Hacemos todo el papeleo correspondiente. Mejor dicho ellos hacen todo el papeleo correspondiente, yo me limito a esperar sentada en una silla de ruedas, a que ellos lleguen.

— ¿Nos vamos? —dice una enfermera que viene delante de Sebastian y mis familiares.

— Claro que si —el entusiasmo en mi voz es tangible.

Mi madre llora de felicidad, mientras papá trata de calmarla.

— Tienes que entender, Damian... Cam es mi única hija y mi más preciado tesoro. Pensar que casi la pierdo, no me deja más que llorar —explica mi madre, entre sollozos.

Tengo ganas de pararme de la jodida silla de ruedas y ir a abrazarla, pero uno de los requisitos para poder salir, es que los pacientes sean trasladados de esa forma, hasta el lugar donde este el vehículo donde se marchara.

— Te entiendo mujer —contesta papá—. Pero debes calmarte un poco. Cami necesita fuerza y fortaleza, no debilidad y tristeza.

Dos enormes lágrimas bajan por mis pómulos hasta impregnar mis labios de un sabor salado. Rápidamente me las limpio con el dorso de la mano. Pero no fue lo suficientemente rápido, como para que Sebastian no las viera.

Por suerte llegamos a la camioneta en la que nos trasladaremos a casa. Antes de que él comente algo acerca de mis lágrimas.

— Yo iré detrás junto a Camila. Usted maneja, señor Damian —dijo Sebastian.

Papá asintió y tomó las llaves que él le tendía. Mi madre va delante en el asiento del copiloto, junto a Papá. Mis tías y primas se van por separado. Mañana nos reuniremos todos en el restaurante de mi madre, para celebrar que me hayan dado el alta y que estoy fuera de peligro.

— ¿En que piensas? —la voz ronca y exquisita de Sebastian, me hace salir de mi ensoñación.

— En la reunión de mañana en el restaurante de mi madre —digo bajito para que solo él me pueda escuchar.

— Ah, pero porque mejor no piensas en descansar hoy.

— Ya tuve suficiente tiempo para descansar. Hoy es lo que menos quiero hacer —le doy una sonrisa coqueta y ese gesto a él le vasta para saber que significa.

— Ni lo pienses —me reprende.

— Pero te necesito. Quiero estar contigo —hago un puchero. Ya imagino lo que me va a decir.

Siempre Fuiste Tú (Pasado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora