1- Una Mirada Atrás

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Veo como los carros me pasan a toda marcha por el frente. ¿Estaré yo muy cerca de la carretera? Mis alocados pensamientos me nublan la visión.

Recorro lentamente la barandilla del puente, primero un pie y luego el otro, a sabiendas que en cualquier momento puedo caer al vacío. Pero que más da. ¿A quien le importa? Quizás y ni noten que no estoy. Quizás ni perciban mi ausencia en el mundo.

El celular vibra por quinta vez en mi bolsillo. ¡Que fastidio! Debe de ser una de mis primas. Tal vez se acabaron los panecillos de la alacena y necesitan que una idiota—como yo—, Sin mas cosas que hacer, se encargue de ir al supermercado a comprarlos.

Empiezo a pensar en cuando éramos pequeñas y soñábamos con vivir juntas, estudiar las mismas cosas, casarnos con el mismo tipo de hombre—un príncipe azul—, y por supuesto, lograr que nuestros hijos sean igual a nosotras. Siempre íbamos juntas a cualquier lugar. Si una lloraba, la otra hacia lo mismo. Siempre nos demostrabamos el amor que nos teníamos.

¿ Que habrá pasado con esas cuatro pequeñas? ¿ Se habrán perdido entre tanta moda y maquillaje? ¿ O simplemente nunca existieron?

¡¿Otra llamada?! Saco el celular de mi bolsillo y al mirar la pantalla pone.
“ Diana”. Tal vez... Pero solo tal vez, si les preocupa mi ausencia.

Pero que más da. Lo arrojó al vacío y luego contemplo como se desaparece.

¡Uou! que interesante. Las bocinas de un coche me hacen dar un saltito y perder el equilibrio y en menos de un segundo, cuando creo que viene la parte en la que floto en el aire, unas enormes y fuertes manos me sostienen por la cintura. Cierro los ojos con fuerza.

No quiero mirar, no quiero mirar... Me susurra mi yo interior.

— Princesa, no creo que esto sea necesario.

Esa voz, ese aroma, esa forma tan posesiva de sostenerme. Me quedo inundada en las lágrimas y la confusión, mientras hago un esfuerzo sobre humano, por ignorar a quien me sostiene.

— Nunca pensé que llegarías a estos extremos —susurra con melancolía—. Eres más que esto, Camila.

Me baja de la barandilla... Volteo la cara para encontrarme con la persona que pensé que jamás en la vida volvería a ver. Él, ese que fue la persona que mas lastime en mi vida, y la que hasta ahora me arrepiento.

Acuno el rostro en mis manos y musitó con la voz distorsionada por las lágrimas:

— Ya me canse, ya no quiero seguir en este mundo. ¿A caso no te das cuenta de que no quiero seguir adelante? ¿Para que? ¿Para que mañana pase algo peor que hoy, y me haga sentir más miserable? Pues no... Ya no quiero seguir adelante.

Puedo ver el dolor y el reclamo en su verdosa mirada. Lo estoy volviendo a lastimar. Lo sé, pero no quiero que se de cuenta de que a mi me duele mas que a él hacerlo.

— Ven conmigo —me pide— ahora.

Niego con suaves movimientos de cabeza. No quiero estar mucho tiempo con él. Eso también me duele a mi, la forma en la que terminó lo nuestro, no fue en los mejores términos del mundo.

Me coje y me tira sin ningún esfuerzo a sus hombros, como si fuese yo un saco de papas en el mercado.

— Sueltame Sebastian, déjame terminar con lo que empecé —golpeó su ancha y musculosa espalda—. Déjame en paz.

— Eres una pequeña malcriada —contesto él ante mi reclamo y me da una palmada en el trasero para tranquilizarme.

Las lágrimas siguieron descendiendo de forma silenciosa por mis mejillas, mojando la camiseta blanca que lleva puesta. Llegamos hasta su coche, uno bastante moderno, lindo y caro —¿De dónde saco tanto dinero?—, Me depositó con cuidado en el asiento del copiloto.

Siempre Fuiste Tú (Pasado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora