13- Conquistar Una Hermosa Princesa

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Cada paso es más pesado. La salida se ve tan lejos desde mi posición. Ni pensar que entre con esperanzas de arreglar las cosas y ahora me voy con el corazón hecho trizas.

Llego al BMW de Mari. Abro la puerta y me introduzco en el. Con un solo rugido enciendo el coche... No me es difícil salir, ya que es muy suave de manejar. Tal vez deba irme al hospital.

Cojo la calle y me pierdo en el tráfico de la mañana, giro hacia la derecha en una esquina y me encuentro con el hospital beneficiario... Para niños que no tienen familia y sufren de cáncer o cualquier otra enfermedad.

— Hola, Camila —me saluda la encargada—. Que gusto verte por aquí... Justo estaba apunto de llamar a tu casa.

— Hola, Martha... ¿Que sucede? —trato de disimular mi tristeza, trago saliva y el nudo en mi garganta se hace menos doloroso.

En el camino a mi despacho, me va contando que han llegado unos niños, que sus padres han fallecido en un incendio y lo han dejado huérfanos, nadie se ha hecho cargo de ellos y por eso lo hemos acogido nosotros. Una niña de tres años y medio, con quemaduras de segundo grado en gran parte del cuerpo. Un niño de cinco, con quemaduras de tercer grado y no habla... Y por último un niño de ocho años, sin quemaduras, pero si con un fractura en un brazo, y una desviación en la columna. Según me cuenta, le cayó encima una parte del techo de su habitación.

— Y, quiero que sigas el caso de Samuel... Ese niño me preocupa muchísimo, aun sigue sin querer comer. Siempre que vamos a medicarlo se resiste hasta el punto de tener que usar la fuerza.

— Descuida, yo me ocupo de estos casos, Martha —le doy un poco de aliento, cuando no tengo ni la más mínima idea de como alentarme a mi misma. Quizás ese sea el caso, que se alentar a los demás, pero no a mi misma.

Se va y me deja sola en el despacho. Saco mi celular y telefoneó a Mari.

— Hola —responde al segundo timbrado.

Siento ganas de largarme  llorar. Pero eso no sirve para nada, así que me contengo.

— Hola, Mari. Soy Camila...

— Uou, ya tienes Mobil —se burla.

— Solo llamo para saber como están y decirles que esta noche no dormiré en casa —suspiro. Pretendo dormir en el hospital, ya lo consulte con Martha y estuvo de acuerdo.

— Ummm... Las cosas fueron muy bien con Sebastian —ronronea, con diversión.

— Las cosas han ido peor... Pero ese no es el caso. Lo importante aquí, es que tengo mucho trabajo y lo he descuidado un poco. Si pretendo ser la sucesora de Martha cuando se jubile, tengo que empezar a tomar el trabajo enserio desde ahora.

— Oh, ya veo... Refugiarse en el trabajo para ahogar penas —suspira—. Descuida, te comprendo totalmente, es lo mismo que haré yo esta noche. Bueno tal vez, mejor me vaya de copas.

— No hagan desorden —digo con un poco de diversión. Hablar con ella siempre me anima.

— No te preocupes. Tu ocúpate de la vida de esos niños mientras la tuya es un caos... Yo me ocuparé de las cuentas de los demás, mientras la mía esta en ceros —su comentario me hace reír. Ella y su forma tan descarada de ver la vida.

— Te quiero mucho, loca desgarbada. Cuídate mucho, te veo mañana —me despido.

— Yo te quiero mas, enana... No le des muchas vueltas a las cosas. Si no fue, pues no fue y punto. Piensa que tal vez fue lo mejor —resopla.

—  Gracias —murmuro con pesar y cuelgo la llamada.

Me dirijo a la habitación de Samuel. Creo que es mejor empezar por ahí. Toco la puerta y nadie me abre, lo que indica que él está solo. Abro sin pedir permiso, creo que el sonido lo alertó, porque no está por ningún lado.

Siempre Fuiste Tú (Pasado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora