9- Agatha

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El asombro fue una expresión que nunca se apartó del rostro de Sebastian mientras le relataba aquellos horribles acontecimientos, que de tan solo el hecho de tener que recordarlo, ya me hacen sentir mal.

— No puedo creer que haya muerto... ¿Porque no me habías dicho nada? ¿Por eso estas tan depresiva? —su voz tan llena de preocupación, me estruja el corazón.

Asiento sin ganas de hablar, porque total, las lágrimas no me dejaran.

— Quiero que sepas que estoy aquí. Para apoyarte, no dejare que te juzgues por algo que no ha sido culpa tuya. Tu nunca tendrías la culpa de la muerte de nadie... Princesa —me acaricia el cabello y yo me dejo hacer, mientras siento que me calmo.

— No estoy tan segura de eso... Si yo no le hubiese exigido que vaya a verme... Tal vez él estaría ahora aquí conmigo —murmuro entre jadeos.

— El destino no se engaña, cuando pasa algo, es porque tenía que pasar... Y aunque ahora creas que es tu culpa, luego te darás cuenta de que no es así —lo miro y veo que tiene el ceño  fruncido de forma escandalosa—, y en cuanto a la tal Cristal, creo que tengo que tener una seria conversación con ella... No es posible que ella quiera hacerte la vida imposible.

— No, no vas hablar con ella... No quiero que tengas ningún contacto con esa mujer... No quiero que ella sepa de tu existencia y te aparte de mi —digo horrorizada y lo abrazo—. No quiero perderte.

— Oh, princesa... No me perderás, nunca te dejaría... Eres lo mas importante que tengo. Y como te dijo Kevin, eres una persona maravillosa.

— Si a ti te pasara algo, ya no podría soportar más.

Empuñe mis manos alrededor de la tela de su camisa azul cielo. Y lo atraje hasta a mi.

— Te quiero demasiado... No podría vivir sabiendo que te he vuelto a perder —susurro y arrugo los labios.

— Yo te quiero mas, y no me vas a perder nunca... Porque siempre seré tuyo... Siempre seré tu guapo de ojos verdes.

Su comentario me hace sonreír... Una sonrisa sincera, una de esas que solo él puede sacarme.

****

Las tías se regresaron a sus hogares. Sebastian se marchó a su apartamento y las chicas se acostaron.
Estoy sola sentada en un taburete en la isla de la cocina, tengo en manos una pastilla para la migraña y un vaso con agua. La cabeza me duele un montón... Pero estoy segura de que es por tanto estrés.

Recuerda que tienes que ir al hospital y pedir una cita con el neurólogo... Y aunque te parezca cansoso... Te lo recordaré todos los días, hasta que vayas. Me reclamó mi yo interior, frunciendo el ceño de forma exagerada.

Me sacudo la cabeza y me doy cuenta de que tengo que hacerle caso a mi yo interior. Necesito que el doctor Bennett se entere de mi malestar.

Ya ha pasado una semana desde que las tías y mi madre estuvieron aquí. Puedo decir que me siento más tranquila, más relajada y hasta he comido algo más que no es sopa de pollo y cereal. He ido al hospital, la universidad y al trabajo, todos se han dado cuenta de mi cambio de actitud, ahora soy menos gruñona y más atenta.

— Camila, en la sala te espera Sebastian —Mari interrumpe en mi habitación.

Sonrió y asiento.

— Dile que en cinco minutos estoy con él —ella asiente y se da la vuelta.

He hablado con las chicas y aunque al principio siguieron con sus lloriqueos y reclamos, luego me entendieron, y me hicieron sentir bien.

Siempre Fuiste Tú (Pasado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora