17- Piki Piki

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Él parpadea, pero entiende a lo que me refiero. La canción  a dicho más de lo que yo misma podría expresarle con palabras.

— ¿Me dirás porque estas tan diferente desde que te deje en el hospital? —aparca el coche frente al restaurante de mi madre.

Miro mis uñas, que he vuelto a pintar con un color carne, que le da un toque elegante y reservado a mis largas y cuidadas uñas.

— Mirame, por favor —ordena con voz suave y preocupada.

Hago lo que me pide, pero intento que no note las lágrimas contenidas en mis ojos. Me siento como si no mereciera toda la felicidad que él me proporciona... Soy un ser muy egoísta, que sólo piensa en sus desgracias.

— ¿Es por la llamada de Leila? —me agarra la barbilla, que me tiembla por el intento de contener el llanto.

Que blandengue soy... Espera. ¿Leila? ¿Quien demonios es Leila?

— Mi asistente, es mi asistente —responde a la pregunta que no había dicho.

— Oh, ya veo —susurro.

Quiero preguntar porque tiene asistente. O porque su asistente tiene que llamarlo a las nueve de la mañana. Pero prefiero callar y pellizcarme las piernas con los dedos.

— Soy millonario, Camila —sus ojos se cierran por unos segundos, pero vuelven abrirse—. Mi tío Ernesto falleció hace más de dos años y desde entonces yo me he encargado de todas sus empresas y cadenas de hoteles, aquí, en manhatan y más de diez países en todo el mundo... Gano más de un millón de dólares por día y no quieras saber lo que gano por mes. Era el único pariente que tenía mi tío, por lo que en su testamento solo estaba mi nombre.

» Pero todo eso no cambia lo que soy, lo que siento por ti y lo que quiero contigo... Esta mañana Leila me llamo para decirme que en uno de los hoteles de Nueva York, había aparecido una plaga de ratones y que todos las personas que se estaban hospedando en el hotel, salieron corriendo. Retirando sus maletas y prometieron no volver jamás.

Me quedo mirándolo sin decir nada. No esperaba que me dijera todo esto... Si me pareció extraño que de repente aparezca con todo ese dinero y que la casa de su madre luciera tan lujosa. Pero nunca imagine.

— Siento lo de tu tío, se que lo querías mucho —digo en un mísero murmullo.

— Descuida, ya ha pasado un tiempo de eso, y aunque aveces me entra la melancolía por no poder hablar con él y contarle mis cosas. Pues ya me he hecho a la idea de que se ha ido al igual que papá —su voz suena quebrantada y aunque se que es un hombre fuerte, no puedo evitar querer darle consuelo.

— Lo siento... Yo... Bueno cuando vi que te escondiste para tomar la llamada, pensé cosas que no son —sueno como la típica mujer celosa que descubre que su marido no la engaña, sino que está trabajando para que en el futuro sean muy ricos— ¿Me perdonas?

Sebastian acorta la distancia que nos separa y se coloca a mi lado. Aun la palanca se interpone entre nosotros pero no lo suficiente como para evitar que nos fundamos en un reconfortante abrazo.

— No tengo nada que perdonarte... Mas bien Perdóname tu a mi, por no habertelo dicho desde que nos reencontramos —resopla—. Pero es que es difícil andar por ahí pregonando todo ese dinero... Aveces me pregunto como rayos voy a gastarlo, si tengo todo lo que necesito.

» No hice nada para ganarlo, es todo el esfuerzo de mi padre y de mi tío... Y aunque me hubiese encantado rechazar la herencia, no pude, tenía que pensar en lo duro que lucharon esos dos hombres para fundar su primer hotel, aquí en Los Angeles.

Siempre Fuiste Tú (Pasado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora