3- ¿Que Es El Arrepentimiento?

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Pasamos una tarde llena de risas y buenos recuerdos, aunque se que él se muere por preguntar ciertas cosas, lo ignoro y me hago la desentendida. Eso es lo mejor que puedo hacer.

— Creo que es hora de irnos —Él arruga la frente—. Es hora de volver a la realidad, Sebastian.

Él se levanta de la cama sin disimular su disgusto. Recoge los restos de las cosas que hemos comido.

— ¿No podemos durar un poco más aquí? —pregunta cuando ya me estoy calzando las valerianas.

Niego con la cabeza, aunque por dentro tengo todas las ganas del mundo de quedarme aquí para toda la vida. Lejos de la ciudad, lejos de la realidad, lejos de los problemas, lejos de todos mis temores.

— Debemos regresar. Creo que las chicas deben estar que explotan de la rabia porque no he aparecido.

— ¿Las chicas? —repite.

— Mis primas. ¿Las recuerdas?

— Diana, Mari, Andrea. Claro que las recuerdos... Son tres personas difíciles de olvidar.

Le sonrio como respuesta y me paro enfrente de él.

— ¿Nos vamos, guapo?

— Si no hay otra opción.

Media hora después nos encontramos sumergidos en el tráfico de los Angeles. Solo la radio se escucha de fondo. Yo no tengo intenciones de hablar y por lo visto él está en las mismas.

Recuesto la cabeza en la ventanilla y me limito a ver, oír, respirar y callar. Las cuatro tareas más fáciles del ser humano. Ya del dolor de migraña de esta mañana solo quedan las secuelas, una que otra punzada de vez en cuando, que me lo recuerda.

Cuando lleguemos a casa, te obligare a llamar al hospital y concretar una cita con el neurólogo... No te voy a permitir que lo sigas posponiendo. Me reprende mi yo interior. Le pongo los ojos en blanco y le saco la lengua mentalmente.

— Hemos llegado —dijo de mala gana.
Miro hacia el frente y efectivamente hemos llegado al edificio donde vivo con mis tres locas primas.

¿Como él sabe donde vivo? Lo miro con la intención de preguntar lo que ronda por mi cabeza y lo hago:

— ¿Como sabes donde vivo? —mi voz suena más ruda de lo que pretendía.

Él sonríe, una sonrisa de lado que esconde muchas cosas.

— Te sorprendería todo lo que yo se de ti, princesa.

Se baja del auto y lo rodea para abrirme la puerta. Ya fuera me fijo de una patrulla de policías enfrente del edificio.

El miedo se apodera de mi cuerpo. ¿y si las chicas se preocuparon y llamaron a la policía? Bueno es un edificio de 17 pisos, y muchos apartamentos, no tiene esa patrulla que estar justamente aquí por mi.

Entramos al lugar y nos dirigimos directo al ascensor, lo llamamos y unos minutos después llega.

— piso 17, ¿cierto? —musita divertido.

Estoy por preguntar pero me limito  a observar, estoy en modo “VORC”(ver, oír, respirar y callar). El ascensor se para varias veces, pero por suerte nadie mas se sube el.

— Me alegra verte mas tranquila —dice de repente.

— Gracias, todo se debe a ti—digo bajito, y lo miro.

Grave error. Sus ojos verdes están clavados en mi, con esa mirada caníbal que siempre me a enloquecido. Aunque trato de correr la vista, no puedo, estoy hechizada con esos enormes ojos.

Siempre Fuiste Tú (Pasado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora