18- Se Que Sucede Algo

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Se supone que hoy debería de ser el día más feliz de mi vida. ¡Vaya me voy a graduar! Valieron los esfuerzos, las noches en vela, los días cansados y perezosos... Al fin se supone que debe dar frutos todo esto.

Pero yo no estoy como para estar celebrando algo que tenga que ver con el futuro, cuando yo ni siquiera se, si pueda tener uno. Ya han pasado trece días y nueve horas —me ahorro los minutos y los segundos—, de que me entere de la noticia más horrible que podría recibir. Aunque delante de los demás me cuelgo la sonrisa más genuina del universo, a mi almohada no le puedo mentir. Ella siempre sabe lo que me sucede.

Se que no es momento, pero lamento decir que te lo dije... Te advertí que esto podía suceder. Te dije que si no me hacías caso, las cosas no iban a terminar bien. Mi yo interior se ha pasado cada día, recordándome el porque soy una infeliz con mala suerte.

— Cam, ¿Ya estas? —esa es Andrea. Quien hoy está más hermosa que nunca. Tiene un vestido rosa pálido, ceñido hasta la cintura y holgado en los muslos. Tiene el cabello rubio envuelto en un elegante moño. Los tacones de aguja a juego con el vestido, la hacen ver más grande y esbelta... Siempre con su asombrosa mirada azul, adornada con rimer negro.

— Veo que te decidiste por el vestido que te regalo Sebastian —murmuró Diana entrando sin avisar a mi habitación.

Llevo un vestido azul eléctrico, sin tirantes, con un escote en forma de corazón y un hermoso corte en la cintura. Llega hasta la parte alta de mis muslos y deja ver un poco más de lo debido mis piernas —aun no puedo creer que Sebastian me lo haya regalado—. No fue difícil encontrar en mi armario unos tacones que dieran contraste a mi vestuario. Así que ahora estoy ataviada por unos tacones negros con toques de un maravilloso azul.

Del maquillaje se encargó Mari hace unos minutos, ocultando mis pecas en una gran capa de polvo. De mi peinado, pues de mi peinado decidí encargarme yo. No quiero que nadie me toque el cabello.

— Ahí afuera, se encuentra tu hombre... Esta que se come las uñas. Quiere ver como estas —se mofa Diana. Vuelve a salir por donde mismo había entrado minutos antes.

Me giré a verme nuevamente en el espejo enorme de mi habitación y quede conforme con el vestuario. Si por mi fuera, me hubiese puesto unos pantalones jeans, junto a una camiseta blanca que ponga en letras grandes “Mirenme, soy miserable”.

Camine el pasillo desde mi habitación a la sala. Descubrí que hay 295 pasos en el camino. Aunque hubo una parte donde me perdí, pero creo que de 298 no pasa.

— Ummm... ¿Por qué tienes las mejillas tan rojas? —pregunta él, nada mas colocarme a su lado.

Uju, pero que pesado.

— Supongo que Mari puso mas maquillaje del necesario, le dije que no necesitaba rubor, pero ella insistió —me encojo de hombros y le sonrío, fingiendo estar feliz.

Hay noticias que te vuelven infeliz, otras en cambio te dañan tanto, que ni siquiera sabes lo que sientes. Llevo mucho tiempo sin dormir, eso lo ha notado hasta el que no me conoce, pero con decirles que estoy así por la graduación, por mi discurso, logro que todos se tranquilicen y dejen el tema por zanjado.

— ¿Estas nerviosa? —habló la chica rara de mi clase de psicología. Habíamos tenido más de tres clases juntas, por lo que ella me conoce más de lo necesario. Yo por mi parte apenas se su nombre. Marine, Marcel... En fin un nombre con M.

— Pues no mucho —contesto cortante, dándole a entender con mi mirada que no quiero hablar.

Me encuentro en el baño, repasando por última vez, las estúpidas palabras que debo decir cuando se de por iniciada la ceremonia de graduación.

Siempre Fuiste Tú (Pasado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora