24- Te Amo

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Dulces susurros me hacen estremecer. Siento cosquillas en mis mejillas y me encanta la sensación. Me hace sentir viva.

- Te amo, princesa. No se que haría si te pasa algo -siento la suavidad de una piel tibia, hacer contacto con mi rostro.

Luego siento y escucho un sonoro beso en mis labios y ya no puedo resistirme. Abro mis ojos y aún con la vista empañada no se me hace difícil identificar al dueño de esas suaves caricias.

- Hola -susurro. Él saca la cabeza de entre sus manos y abre los ojos como dos grandes faroles.

- Princesa... Oh, princesa haz despertado -de inmediato sus enormes manos me rodean todo el cuerpo. Me aprieta a tal punto que se me dificulta un poco la respiración.

- Sebastian, no puedo respirar -digo divertida. Me encanta este recibimiento al despertar. Siquiera me he puesto a ver el lugar en donde me encuentro. Aunque si los cables y el aspecto que tiene no me dan una idea, pues tengo que estar muy mal.

- Lo siento. Perdón -se separó un poco de mí, pero no mucho que digamos.

Unos minutos después en los que él y yo seguíamos mirándonos y sonriendo, yo tanteaba la textura de un vendaje alrededor de mi cabeza y cables de todo tipo alrededor de mis brazos. Entró Daniel junto a unas enfermeras.

- Hola, Cami... Me alegra que ya allas despertado -dijo Daniel mientras alumbraba mis ojos.

- Hola, Daniel... ¿Cuanto he dormido? -tengo la curiosidad de saber. Siento como si hubiese dormido por dos semanas.

Él me deslumbró con una sonrisa de lado y siguió revisando mis reflejos, signos vitales, oídos, glándulas salivales y demás órganos. Escribió algo en una carpeta de color púrpura y le hizo una señal a las enfermeras para que se retirarán.

- Hace una semana que te practicamos la operación. Desde entonces haz tenido una evolución increíble. No habías despertado porque tu cerebro aun se encontraba en reposo, pero veo que alguien te motivo a abrir los ojos -nos dio una mirada insinuante a Sebastian y a mi.

Yo me ruborice y fue una sensación tan extraña que me hizo sonreír.

- Bueno me despido. Iré a avisar a los demás que haz despertado. En unas horas vengo a cambiarte el vendaje de tu cabeza.

Me guiñó un ojo y se marchó de la habitación. Me gire a ver a Sebastian, con una gran sonrisa en los labios.

- No puedo creer que estés bien... Mirándome con esos hermosos ojos que tienes -se acerca y me besa la coronilla de la frente, donde termina el vendaje.

- Yo no puedo creer que tu estés aquí -vuelvo a sonreír.

- Han sido días difíciles. Pero por ti lo superaría todo -me acaricia el rostro. Y son sin dudas las caricias que pueden calmar cualquier tempestad que se esté formando en mi interior.

Pero como siempre tengo que dañar el momento romántico.

- Quiero hacer pis -dije con un leve rubor ascendiendo desde mi cuello hasta mi rostro.

Él se carcajeó un poco, pero al ver la cara de mala leche que le di, de inmediato oculta su risa.

- Ven, yo te llevare -se acerca aun mas a la camilla.

- No... Ni lo sueñes, guapo. No me veras haciendo pis -me niego rotundamente. Solo de imaginármelo siento una vergüenza inigualable.

- Puedo buscarte a el doctor Daniel para que te ayude -dijo con un poco de ironía en la voz.

Y ese comentario ¿a que viene?

- Esta bien, me puedes ayudar -digo sin muchos ánimos. Es eso
- También hay personas llamadas enfermeras. ¿Que tal si llamas a una de ellas? -dije con su mismo tono de voz.

Él frunció el ceño, pero al ver que no voy a dar mi brazo a torcer, salió de la habitación en busca de la ayuda para mi.

Tres horas después, ya he visto a toda mi familia. Desde mis padres que han descuidado sus negocios por mi, mis tías y mis tíos que no pararon de hablar de lo angustiados que estaban, hasta mis primas que sin lugar a dudas fueron la parte más emocionante de las visitas. Lloramos a moco tendido. Me enteré de algunas cosas de ellas y pues hicimos bromas sobre la situación. Así son ellas y así me hacen ser a mi, cuando estoy con ellas.

- Debes descansar, Cami. No puedes forzar tu cuerpo más de lo necesario. Aunque estés respondiendo bien. Sabes que aún no estas fuera de riesgos -dijo Daniel mientras me terminaba de poner la venda. Esta vez verde esperanza (por petición mía, claro está)-. Ahora me voy atender unos asuntos -me da un beso en la mejilla y sale de la habitación.

Pues puedo decir que lo que vi bajo ese vendaje no fue lo mas lindo del planeta, incluso chille de impresión, cuando vi un hueco en mi cuero cabelludo.... Pero según me explico él, para tranquilizarme. Cuando se realiza una operación en el cráneo, es necesario remover el cabello del lugar en donde se trabajará.

Se que todo eso fue por mi bien y confío en que Sebastian me va a querer así.

- Oye, pensé que estarías dormida -dice Sebastian nada más entrar al cuarto de hospital.

Frunzo el ceño y le hago una seña para que se siente en un hueco a mi lado. De inmediato obedece y se sienta.

- ¿Tú estuviste en el momento en el que me estaban practicando la operación? -pregunté por curiosidad.

Aun fragmentos de mi conversación con Kevin en aquel hermoso lugar, se reproducen en mi mente. Fue tan real que me atrevería a decir que fue algo que viví antes de que él muriera.

- Pues veras, princesa. Daniel me permitió estar al momento de la operación. Pero no de la forma que tu crees... Si no que estábamos en diferentes lugares. Tu en el quirófano y yo en una sala de doctores que permitía ver todo.

- ¿Y que sucedió? -un nudo se me forma en la garganta y no se ni la razón.

Él se pasa la mano por su sedoso cabello, echándolo hacia atrás. Y dice :

- Todo estuvo bien. Pero antes de que la operación terminase... Tu corazón se paró y literalmente moriste. Por más veces que pegaron las placas del resucitador en tu pecho para reanimarte. Pues seguías muerta... Pero yo no me rendí, te pedí con todas las fuerzas de mi alma que regresarás, que eras fuerte y podías con eso y mas. Que aún no era tu momento -su voz se apaga y al levantar la vista me fijo de que tiene dos lágrimas descendiendo por sus mejillas.

Me apresuro a quitárselas con los pulgares. Él sostiene mis mano con las suyas, reteniéndolas en sus mejillas.

- Pensé que te perdía... Y todo mi mundo se derrumbó.

- Pero no me perdiste. Aquí estoy, no me he ido a ningún lado.

Nos quedamos así unos minutos, hasta que siento que su cuerpo se relaja por completo.

- Ya duerme, debes descansar. Hoy a sido un día muy agitado para ti -me besa la frente y se despega de la camilla. Pero obviamente yo fui más rápida y lo sostuve por una de sus manos y tire de él hasta volverlo a pegar a mi.

- Duerme conmigo... Por favor -le hice mis ojitos de cachorrito, que están casi patentados.

- No es debido -argumentó, pero me obedeció.

- Desde cuando haces lo que es debido -se acercó a la orilla de la cama-. Así está mejor.

- No puedo, princesa... Pero estaré aquí hasta que te duermas -me acarició las mejilla y aunque proteste unas cuantas veces. El sueño y el casación me fueron ganando terreno, induciendome a un delicioso sueño.

- Te amo, princesa -fue lo último que escuche decir de sus hermosos labios.

Siempre Fuiste Tú (Pasado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora