29- Eres Solo Mía

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SEBASTIAN

¿Se supone que para mi tiene que ser fácil darme cuenta de que otro hombre muere por la mujer que amo?. Pues lo siento, para mi no es nada fácil y se que estoy siendo irracional enojandome con ella, pero es que su forma de tratarlo no es que sea la mejor. Siempre vive celebrándole cada chiste, devolviéndole sonrisas tontas y sosteniéndole la mira en ocasiones.

— ¿Sabes que? —sus orejas estaban rojas, lo que dice que esta bien enojada—. Vete a la mierda, Sebastian... Si no confías en mi, no tiene sentido que yo intente explicarte las cosas.

El momento que ella tardó en buscar las llaves para irse, lo tarde yo dándome cuenta de que ella es la mujer que amo y por una estupidez como esta no permitiría que todo se vaya por el caño; pues hemos pasado por cosas mucho peores que esta. Y justo hace dos días que la tengo en casa a conmigo, no es justo que se arruine todo justo ahora.

— Tú no vas a ningún lado —la agarré por la cintura y la hice girar.

— Déjame Sebastian. No quiero escucharte acusarme de algo que no es cierto —intentó zafarse de mi agarre, pero es prácticamente imposible.

— Te amo... Y no te dejaré ir —con mi mano libre la sostuve por la nuca y acerqué su boca a la mía para darle un beso de esos que me vuelven loco y me dejan sin sentido alguno.

— Eres un idiota —dijo cuando se  separó.

— Tú idiota.

— Mi idiota —corroboró ella.

Volví a reclamar sus labios y esta vez con más ansiedad. Ya que ella momentos antes me había calentado hasta mas no poder. Tengo un serio bulto en mis pantalones que debo resolver ahora mismo.

— Eres un celopata estúpido que no sabe diferenciar las cosas —se quejo.

— Si y que además ama a su mujer con todas sus fuerzas y tiene miedo de perderla —contesté acortando el espacio que nos dividía.

— No debes tener miedo... Soy solo tuya —me dio un casto beso en la comisura de los labios.

— Eres Solo mía —respondo dándome cuenta de que esa es la verdad y no debo desconfiar de ella, porque con los celos y inseguridades, solo causo que ella se enoje y las cosas no salgan tan bien como queremos.

Besé su boca con desesperación y ganas de obtener una liberación. Su sonrisa en mis labios me hizo saber que ella esta al tanto de mi erección.

— Siempre quise violar las reglas y creo que follar en la oficina de mi madre, es una de ellas. —dijo en mis labios.

— Tus deseos siempre son ordenes para mi —mordí su labio inferior y baje mis manos hasta su trasero.

La ayude a subirse encima de mi, enredando sus piernas en mis caderas y sus manos en mi cuello. Caminé torpemente hasta la mesa de la oficina de Margarita, la madre de ella y me a recosté del borde. Mis manos acariciaron con brusquedad toda su espalda, mientras ella tira de mi pelo.

Sin pensarlo dos veces, metí una de mis manos por debajo de su vestido color rosa palo. Sus bragas ya estaban bien húmedas. Lo que me indica que esta tan excitada como yo.

— Te amo... Aunque seas un cabrón —dijo en un jadeo.

— Yo te amo mas, aunque seas un bombón que atrae a los hombres, como un tarro de azúcar a las hormigas —acote yo con la cabeza enterrada en su escote pronunciado.

— Una muy buena comparación.

Sonreí y metí dos de mis dedos en su interior. Ella arqueo la espalda y gimió en mi oído. Los moví en círculos mientras con el pulgar acariciaba su clítoris. Camila gruñó cuando llego a su maravillosa liberación. Esa que tanto necesito yo.

Siempre Fuiste Tú (Pasado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora