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Al día siguiente amanecí junto a un milagro, el hombre de mi vida había regresado. Harman se empezó a mover y finalmente despertó, me miro como si me estuviera estudiando.

- No eres un sueño ¿verdad? -preguntó como un niño de 3 años.

- No lo soy y espero que tú tampoco lo seas.

- No somos un sueño Ángel-dijo abriendo los brazos para acurrucarme entre ellos. Ambos suspiramos y nos quedamos en un silencio que parecía eterno, pero no incomodo ¿Qué haremos ahora? -finalmente el habló.

- Me quiero ir contigo.

- Jamás regresaré a Nueva York.

-Si es así con mucha más razón.

- ¿Irías donde yo fuera? -preguntó mirándome a los ojos.

- Incluso al fin del mundo.

- Te amo.

- Yo también Te Amo.

Pasamos unos minutos más en la cama pensando a donde ir pero nada bueno se nos ocurrió realmente.

- ¿Te quieres casar conmigo? -preguntó de repente.

- ¿Qué? -casi mi atraganto con mi propia saliva.

- Podríamos casarnos en La Vegas y quedarnos a vivir allí por un tiempo-dijo encogiéndose de hombros. Como si no acabara de hacerme la propuesta que esperé toda mi vida.

- ¡OH POR DIOS! ¡SÍ QUIERO!

- Entonces casémonos Ángel.

Decidimos que no era necesario esperar más, esa misma tarde nos marchamos de Miami Florida. Para empezar una nueva vida. Me vestí con un pequeño vestido tejido de otoño y unos tacones. Tomamos un avión para emprender nuestro viaje. A su lado me olvidaba de todo. Nada más importaba si él estaba junto a mí.

Después de un vuelo de muchas horas llegamos a Las Vegas mi próximo hogar temporal. Harman y yo nos hospedamos en un hotel cinco estrellas llamado "Paris La Vegas", es hermoso, tiene una réplica de la mitad de alto que la verdadera torre Eiffel en Paris, Francia. Todo estaba arreglado para casarnos mañana mismo. No podía esperar más, ya esperé demasiado por esto. Ahora es cuando me siento más feliz que nunca. Jamás había sentido tan felicidad invadiendo mi corazón. Esa noche fue linda, Harman y yo bajamos al casino del hotel, era realmente grande y con un sinfín de diferentes juegos de apuestas. La verdad no sé si es suerte o es que de verdad se jugar, pero en las seis horas que estuvimos jugando y apostando gane $15,000 dólares. Esto de verdad era buena suerte. Regresamos a la recamara del hotel después de las tres de la mañana con algunas copas encima, lo suficiente para divertirnos un buen rato en la cama.

TOCANDO EL CIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora