Capitulo 3

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Adrian y Marinette estuvieron tocando juntos el piano (ella a veces solo miraba como tocaba, otras veces él le enseñaba unas notas) y cuando paró de llover se pusieron su ropa original que estaba seca y se fueron a tomar un helado.

En el camino estaba hablando animadamente sobre sus hobbies, sus sueños, etc...

En medio de la conversación apareció el coche del chofer de Adrian donde Natalie, la secretaria de su padre, salió y se acercó a los jovenes.

- Hola Adrian. Tu padre ha llamado. Quiere que vuelvas a casa para estudiar.

Adrian parecía estar apenado por ello. Miró a Miranette con disculpa en su mirada.

- Lo siento, Marinette, tengo que irme a casa.

- No te preocupes, lo entiendo. - Marinette sonreia tristemente al suelo pero no quería que Adrian lo notara. Ya lo estaba pasando bastante mal ahora.

- Podríamos tomarnos ese helado otro día. ¿Te parece bien? - dijo con una sonrisa esperanzadora.

Marinette por poco se desmayó por oir la propuesta de Adrian. ¡Le estaba invitando a salir de verdad!

- ¡Claro! - se sobresaltó unpoco así que se calmó. - Digo que... me... encantaria. Mucho.

La pobre se sonrojó pero Adrian sonrió satisfecho de su respuesta. Se despidió con un gesto en la mano y la ventanilla del coche tapó por completo su rostro alegre. El coche desapareció dejando a Marinette paralizada y a la vez con ganas de saltar por la emoción del momento.

Después de lanzar un alegre y euforico grito de aleluya por asi decirlo, se fue corriendo hacia el parque donde Alya estaría esperándola. Tenía que contar lo que había pasado.

Llegó al parque aun con enerhias para saltar de alegría delante de su mejor amiga. Ésta enseguida se dio cuenta de que algo muy bueno había pasado aunque era de esperar. Después de todo a Marinette le bastaba con que Adrian estuviera bien. Y eso era lo que la hacia a Marinette tan especial.

- ¡Cuéntamelo TODO! - recalcó Alya emocionada sentada en el banco.

Marinette se sentó en el banco con una somrisa radiante en el rostro.

- ¡Ha sido maravilloso! ¡Le vi tocar el piano, el me enseñó a mí! Todo era perfecto... hasta que apareció el chofer de Adrian y se fue a casa. - eso último lo dijo algo decepcionada.

- Vaya que pena.

- Pero... ¡Me ha invitado a salir! ¡Tengo una cita con Adrian! - eso lo dijo tan feliz que casi salió disparada del banco.

- ¿Qué me dices? - Alya estaba más que impeesionada, estaba atónita.

- ¡Sí, tengo una cita con Adrian!

- ¡Qué fuerte! ¡Qué fuerte! Dime, ¿qué hareis?

- Pues... la verdad, no lo sé. Quedamos para tomar un helado pero no sé de qué hablar. - dijo Marinette a punto de entrar en pánico.

- Vale, vale, tranquila Marinette. Yo tengo la solución perfecta a tu problema.

- ¿En serio? ¿Cual?

- Busca cosas en común con Adrian. - le aconsejó Alya.

- Y... ¿cómo lo hago? - preguntó Marinette sin comprender.

- Practica con el espejo. Imaginate que estas hablando con Adrian y hazle preguntas.

Marinette pensó que era buena idea, pero pensó que con una persona sería más fácil.

- ¡Ay madre! - gritò Marinetre al acordarse de cierto gatito negro.

- ¿Qué pasa Marinette? - preguntó Alya asustada por el susto.

- A... acabo de acordarme... de que tengo que... hacer una cosa. Nos vemos.

Y Marinetre se marchó corriendo hacia un lugar donde nadie podía verla para transformarse en Ladybug.

Catnoir saltaba y corria de tejado en tejado en busca de una mariquita de cabello y ojos azules. No concretaron ningún lugar para verse pero, de alguna forma u otra, el destino siempre hacía que se encontraran.

Hoy la noche estaba pintada de un azul marino que le recordó a cierta heroina de pelo azul. Su cabello comparado con esa noche era exactamente del mismo tono y no se equivocó de parecer al encontrarse con ella finalmente en la Torre Eifell.

Miraba fijamente sus hermosos ojos color cielo diurno con el deseo oculto que tenía de besarla o de abrazarla cálidamente. Por supuesto aquel deseo tuvo que ser descartado. Respetaba demasiado a Ladybug como para satisfacer los propios deseos de su corazón. A veces pensaba que ella no se daba cuenta de ello. Se arrepintió de pensar aquello porque sabía que ella no era así; Era valiente, generosa, inteligente y sincera. No era ese tipo de chica que fingía ser algo que no es.

- Buenas noches, princesa. - le sonrió coquetamente y a continuación se inclinó galantemente para delante.

- ¿Que tal Catnoir? - Ladybug se sentó en una de las barras de la torre contemplando su querida ciudad a la que tantas veces han salvado juntos Catnoir y ella de los Akumas de Lepidoptero.

- Herrrrmosas vistas. ¿No crees?

- Pensaba que no ronroneabas.

- Todos los gatos ronronean cuando algo les gusta.

- Ya veo. Y a tí te gustan las vistas. ¿Eh? - dijo divertida.

- Me gustan sí, pero me gusta más estar contigo. - él también sonrió pero a la vez parecía decirlo en serio.

De repente Marinette recordó que no estaba aqui con él para hablar de cosas de la vida.

- Bueno, bueno, no hemos venido aquí para contemplar el paisaje. Debemos mejorar nuestras habilidades y estar más sincronizados.

- Claro bichito pero la verdad es que es una pena.

- ¿Una pena? ¿Por qué?

- Apenas podemos hablar y en cierto modo, no nos conocemos nada bien. Ni siquiera me has dicho cual es tu color favorito.

Ladybug se quedó muy extrañada y a la vez muy sorprendida por como Catnoir había expresado esa frase.

Ladybug, bueno Marinette, sólo tiene ojos para Adrian y... aunque sintiera algo por Catnoir ella no era capaz de amarle. Sólo sigue su destino.

Espera... ¿Cómo que aunque sintiera? ¿Acaso sentía algo por su compañero? No es posible. ¿Ella... estaba enamorada de Catnoir? ¿Será verdad?

Miró a Catnoir que estaba contemplando Paris con la mirada perdida. Aún sonreia, pero ella sabía que no era real.

Pensó en las posibilidades... podría practicar lo que le dijo Alya de encontrar cosas en común con Catnoir para luego hacer lo mismo con Adrian sin ponerse nerviosa y ya de paso, conocería mejor a su compañero para luchar mejor juntos.

Lo cierto es que no parecía mala idea. ¿Qué puede salir mal?

- Rojo. - dijo Ladybug mirando Paris.

- ¿Qué? - preguntó Catnoir mirándola.

Ladybug le miró y sonrió.

- Mi color favorito es el rojo.

Catnoir sonrió sinceramente con brillo en sus felinos e hipnotizantes ojos esmeralda.

- El mio también es el rojo.

- ¿En serio? - preguntó asombrada.

- En serio. - dijo él sonriendo y mirando fijamente sus ojos.

Ambos sonrieron y siguieron hablando animadamente sobre sus aficiones y sus manias.

Se sentía tan a gusto como cuando habló con Adrian. Le había sido fácil hablar con su compañero y deseaba que con Adrian fuese igual de estupendo y sencillo.

Las Aventuras De Ladybug Y Catnoir: Una Historia De Amor DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora