Capitulo 20

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El superhéroe enmascarado fijó su mirada a la ciudad a traves del cristal sin observar nada en realidad. Catnoir abrió la ventana y respiró hondo el frío aire del invierno. Saltó y se lanzó hacia un tejado y de éste a otro a gran velocidad. Quería marcharse lejos de esa casa, lejos de ese lugar que lo encerraba y lo mantenía en una constante agonía que no le dejaba ser él mismo. Sin embargo, hoy no sentía que Catnoir lo liberara de esa prisión. En esa noche de frío invierno, estaba sucumbido en una eterna oscuridad. Ser Catnoir no lo hizo ser él mismo esa noche, sino que le hizo ser un desconocido, un farsante, una fantasía que deseaba vivir. Catnoir era Catnoir, no Adrian Agreste. Y por mucho que le doliera, esa era la realidad.

Se detuvo en un tejado y apoyó una de sus manos en la nieve que posava encima de las piedras del mismo. Su mirada ahora era fija y brillante en vez de oscura y siniestra, sin embargo respirar ese suave viento helado lo hizo sentir sólo y con un completo silencio.

Era tarde pero no le importaba.

Y entonces escuchó la risa de un niño y miró a la izquierda donde una ventana libre de barras enseñaba al gato negro a un niño de unos nueve años sonriendo a sus padres y abrazándolos mientras les agradecía la sorpresa que tenían para él. Catnoir vio como el niño abrazaba las piernas de su madre y ésta le cogía en brazos para traerlo hacia ella.

Esa escena hizo que Adrian recordara como era la relación con su madre cuando era más pequeño y de ahí sus recuerdos con ella para cuando empezó su adolescencia. Y luego aquello... Eso lo hizo enojar. Recordar el motivo por el cual ya no está con él, ni con su padre... lo hizo sentir frustrado.

Siguió saltándo por los tejados de las casas alejándose más de la suya y de la Torre Eifell mientras su mente repetía una y otra vez el por qué de sus penas.

"No lo entiendo" se dijo Adrian a sí mismo, "Soy un superhéroe ¿verdad? Uno a la gente y protego la ciudad. Entonces... ¿Por qué yo? ¿Por qué soy yo el único que tiene que sufrir? ¿Por qué soy el único que está sólo?

- ¡¿Por qué?! ¡Maldita sea! ¿Por qué? - hizo una pausa y lo siguiente que dijo fue apenas un susurro inaudible. - Odio mi vida.

El viento volvió a revolver suavemente el pelo rubio del chico y al levantar de nuevo la mirada pudo ver como algo a lo lejos se dirigia hacia él. Catnoir achinó los ojos y vio a una mariposa completamente negra aunque con la oscuridad apenas se veía.

- ¿Cómo? ¿Un akuma? ¿Aquí?

Catnoir se puso tenso y dio un paso atrás pero enseguida vio de cerca a la mariposa y comprobó que no era un Akuma cómo él temía.

- ¡Ba! Sólo es una mariposa. Seré idiota. - se pasó el brazo por el rostro y para su sorpresa notó unas lágrimas en los ojos.

Dejó de frotar sus ojos y miró al suelo cabizbajo.

- No. No debo pensar de esa forma. - reflexionó para sí mismo. - Si me demonizaran, mi lady...

Fue entonces cuando en la mente de Catnoir aparecieron imagenes de la bella superheroína vestida de rojo intenso.

Le hizo recordar buenos momentos que vivieron juntos como la vez que se conocieron y lucharon por primera vez juntos, el tierno momento en el que la abrazó cuando liberaron a Animan de su tormento, de la vez en el que Cupido Sombrio lo controló y Ladybug le salvó...

Eran muchos momentos los que habían vivido y deseaba con ansias vivir muchos más al lado de su amada Ladybug.

O más bien de la chica que vive en ella.

Cat ya había sido rechazado por Marinette y por Ladybug, pero ese aprecio y ese cariño hacia las dos aún luchaba por brillar en su corazón, ennegrecido por su soledad. Sabía muy bien que Marinette era Ladybug y que estaba enamorada de Adrian, pero ella no lo conocía realmente porque Adrian no era Adrian, no era él mismo.

Las Aventuras De Ladybug Y Catnoir: Una Historia De Amor DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora