Ese día habíamos tenía que afrontar un reto con una especie de duende calamar que nos había llenado tinta bloqueando nuestra visión, motivo por el que no vimos el gran agujero que estaba aguardando en medio del camino y terminamos cayendo por él. Por suerte, Yunki fue mi amortiguador.
─¿Sabes? Pesas. ─ se quejó el idiota.
─¿Así que estoy pesada, eh?─ era hora de mi venganza.
Durante mis peleas diarias con mis hermanos había aprendido métodos que lograban duplicar o triplicar mi peso, por lo que opté por aplicar mis conocimientos poniéndome aún más pesada. Yunki reaccionó enseguida apartándome con su brazo, hecho que ocasionó que me golpeara de nuevo contra el suelo. Iba a protestar pero Yume nos interrumpió.
─Estamos encerrados.─ al mirar arriba pudimos comprobar que el agujero se había cerrado. Estábamos completamente atrapados.
Estuvimos un rato andando, cegados por la oscuridad. Al cerrarse el agujero, nuestra única vía de luz se había cortado, cosa que propinó que tuviéramos que andar entre tinieblas.
─No os detengáis. ─ ordenó Yunki al ver que había detenido mi paso.
Aunque no había sido cosa mía. Mi cuerpo me había dejado de obedecer. Por más que lo intentara, este se negaba a responder. ¿Qué me estaba pasando?
─Eso me gustaría hacer pero....
─¿Estás bien? ─ me preguntó Alis con cierta preocupación.
─No me puedo mover. ─ confesé desorientada. ¿Por qué no era capaz de mover mi cuerpo? ¿Qué estaba ocurriendo?
Otra pequeño orificio se abrió, dejando que un rayo de luz se filtrara. Al mirar a los lados quede petrificada: estática, paralizada. No lograba mover ningún músculo y aun que pudiera, mi mente estaba en blanco. El miedo se había apoderado de mi ser bloqueando todos mis sentidos.
Estábamos rodeados de terribles y gigantescas arañas. Mi mayor miedo.
Alis corrió a esconderse detrás de su hermano tratando de ocultarse de aquellos asquerosos seres que habían empezado a avanzar. Yo, en cambio, estaba helada. El color ya hacía rato que había abandonado mi cara y mi respiración era irregular.
Al verlas cerca, temblé. No podía hacer nada más. Tanto mi mente como mi cuerpo habían dejado de reaccionar. ¿Por qué? ¿Por qué en este mundo tenían que existir? ¿Por qué no podían ser escarabajos o leones? ¿Por qué entre todos los animales teníamos que toparnos con estos?
Su avance no se detenía. Un pasó y luego otro. Cada vez más cerca. Cada vez más asustada.
¡Tenía que reaccionar! ¡No podía quedarme allí! ─ ¡Muévete! ─ me ordené una y otra vez, mas ni mi lengua quería responder. Me gritaba mentalmente aun sabiendo que era inútil.
Cada vez estaban más cerca. ¿Era ese mi fin? ¿Muerta entre millones de arañas? ¿Asesinada como un insecto?
Todo había acabado. No podía seguir luchando, mi cuerpo ya no me pertenecía. Por más que quisiera apartar la mirada no podía. Estaba paralizada.
Los gritos de mis compañeros eran cada vez más lejanos. Como ecos que resonaban a lo lejos o susurro del viento: inauditos.
─Tranquila.─ sentí una presión en mi mano derecha, alguien me había agarrado esta, sin embargo, seguía sin poder hacer nada ─ Confía en mí. ─ continuó esa voz, pero para mí seguía siendo imposible el reaccionar, motivo que incentivó a mi acompañante para tomar mi cara y girarla para obligar a mis ojos a chocar con los suyos. ¿Yunki? ─ Pase lo que pase no abras los ojos. ─ me aconsejó, mas sonó como una orden. En seguida la obedecí, cerrando con todas mis fuerzas la única vía que me permitía ver a esos seres.
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El Juego de las Mil Cartas
Fantasy¿Nunca te preguntaste por qué en el colegio no hay clases divertidas? ¿Qué pasaría si una clase te llevara a otro mundo? Si acabaras separado de tus amigos, ¿qué harías? Si quieres saber que haría yo, acompáñame durante este viaje en un mundo de jue...