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Como ya era costumbre, tuvimos que superar todos los juegos que se nos plantearon a lo largo del trayecto. A mi parecer, no eran muy difíciles, aunque, teóricamente, debían de estar subiendo la dificultad. Aunque todo esto cambió, al llegar al juego del interrogante. 

─Hola chicos. ─ saludó un duende de piel oscura ─ Yo soy el duende del Interrogante. ─ sonrió ─ Me harían el favor de decir ¿quién de vosotros hará el juego?

Miré confusa al duende. Era la primera vez que nos hacían tal pregunta. Generalmente, solo explicaban el juego y lo demás quedaba a nuestra libre elección. Por ejemplo, en el juego del baile jugamos tanto Vana como yo. ¿Por qué ahora era diferente? Que raro...

El interrogante anchó su sonrisa y clavó sus ojos en mí. Confusa ante tal reacción, dirigí mi mirada a mis compañeros, aunque no tardé en entender el porqué de aquella reluciente y satisfactoria mueca. Al girarme, lo comprendí todo. Mis compañeros, tan majos como siempre, me estaban señalando con sus dedos, en señal de qué sería yo quién participaría en ese interrogante. 

─Señorita podría hacer el favor de pensar en algo. 

Mi mueca de estupefacción aumentó ante tal petición.  

─¿Pensar? ¿A que se refiere? ─ interrogué confusa ─ No te entiendo.

─¿Qué te gustaría hacer ahora mismo? ─ añadió sin borrar su sonrisa del rostro.

─¿Jugar a vídeojuegos? ─ respondí insegura. No entendía a ese duende y mucho menos el supuesto juego. ¿De qué iba a servir que yo quisiera jugar? 

─Muy bien. ¿A qué tipo de videojuegos?

─Eh... ─ alargué la vocal mientras trataba de buscar una respuesta ─ ¿De lucha?

─¡Muy bien, está decidido! ─ exclamó con entusiasmo.

El duende, con gran agilidad, pulsó un botón que se encontraba a unos cuantos metros de nosotros, y una luz no tardó en cegarnos. Cuando recuperé la visión me percaté de la consola que se encontraba justo enfrente de mí. ¿Qué hacía allí una Play Station?

─Ves esta pantalla. ─ señaló el duende ─ Te permitirá observar el combate. Usa el mando para controlar al personaje.

Omitiendo un poco aquella información, que ya me sabía de memoria, agarré el mando de la consola y esperé a que saliera el menú de selección. Al verlo no pude evitar soltar una gran carcajada.

¡Al fin un juego hecho para mí! Ya no tendría que perseguir ratones ni jugar al topo. ¡Ahora, por primera vez, podría demostrar de lo que soy capaz! 

Con velocidad y tras mandarle una sonrisa socarrona a la presuntuosa del grupo, seleccioné a Vana como el personaje que iba a luchas y elegí a Alis como su ayudante. Pulsé el botón X sin dudar y esperé que la selección de campos apareciera, no obstante, un grito me obligó alejar mirada de la televisión.

A mis espaldas, Vana y Alis habían desaparecido. ¿Qué estaba pasando? Confusa traté de buscar respuestas en Mit, pero no resultó. El hada estaba demasiada afectada. Aún no lograba procesar lo que sus ojos veían. Yunki, por otro lado, parecía ser el más sereno. Como si aquella situación no escapara de sus conocimientos.

─¿Qué ha pasado? ─ logré formular finalmente.

─No te preocupes. ─ me sonrió el duende interrogante ─ Si ganas ellas regresarán a tu lado. Venga, concentrate. El combate está a punto de comenzar.

Al retornar mi vista al frente, comprobé con cierto nerviosismo que decía la verdad. Tanto Vana como Alis estaban haciendo su saludo de bienvenido, al igual que hacían los personajes de Dragonball justo antes de un combate. 

El Juego de las Mil CartasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora