14 - La Leyenda del Lago del Dragón

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 Nos pasos nos llevaron hasta el pueblo Calau donde decidimos detenernos para descansar del largo viaje. La villa era hermosa. Miraras a donde miraras podía encontrarte con hermosas plantas que jamás creí que existieran. Hasta fui capaz de localizar una flor con bigote y sobrero que saludaba a todos aquellos que pasaran a su lado. Estuve tentada a ir, pero Yunki me agarró de la ropa para que siguiera andando. No quería seguir retrasándose. El pueblo, además, al verse rodeado de vegetación tenía un aire realmente puro y cálido. Parecía envolverte en energía renovada y en sed por aventura.

La posada, localizada en la plaza central, nos acogió con los brazos abiertos, aunque nadie, al parecer, optó por quedarse a reposar. Vana, junto a Mit, se fue del lugar con una sonrisa marca locura de manicomio. Su destino: las tiendas de ropa. Según sus palabras, no podía llevar las 24 horas la misma ropa. Si lo pensabas llevaba la razón, pero como que, mágicamente, la ropa se limpiaba cada día... Era raro, pero cierto... Las hadas eran muy practicas.

Nia dirigió sus pasos a la biblioteca junto a su compañera, Yokky. Break, por otro lado, fue arrastrado lejos de la suavidad de las mantas por Jow quien quería que lo acompañara a ver un dojo. Jaz siguió a Look que se había propuesto ganar todos los premios de la casa Youp, un lugar que me recordaba a las ferias que había cada año en mi ciudad. Finalmente, tanto Alis como yo optamos por coger la opción más simple: nos dirigimos al bosque.

El lugar era inmenso. Las raíces de los árboles creaban puentes a nuestras cabezas y las plantas formaban aspirales por todo el lugar. Del cielo, como mariposas de colores, caían danzando varios pétalos. Era hermoso. Nuestros pasos se detuvieron enfrente de un gran lago situado en un precioso claro en medio del bosque. Me gustaría enseñárselo a esas dos...

Chicas, ¿dónde estáis? Los días pasan y vamos superando los juegos, pero nunca vemos vuestro rastro. ¿Estáis bien? ¿Qué estáis haciendo? ¿Seguís superando los retos? ¿Estáis estancadas? ¿Os habéis encontrado mutuamente...? Tengo tantas preguntas que mi cabeza que no me dejan dormir tranquila... Yo quiero encontraros... Os juro que estoy dando mi mayor esfuerzo, pero... Me gustaría veros. Que estéis aquí con nosotros...

─Yuïji... ─ me llamó con preocupación mi compañera ─ ¿Estás bien?

Ante sus palabras le lancé una mirada confusa. ¿Si estaba bien? ¿A qué venía esa pregunta? Alis tenía clavado sus ojos en los míos, como si tratara de descifrar mi alma. En parte, sentí cierto miedo. No quería verla preocupada pero no entendía la pregunta. ¿Por qué...? Detuve mis pensamientos al notar un líquido helado recorrer mis mejillas. ¿Estaba llorando? Con velocidad eliminé todo rastro de agua y sonreí a mi compañera. No podía llorar, tenía que ser fuerte.

─No te preocupes, fue el viento. Nada grave. Supongo que me entró algo en el ojo. ─ me reí nerviosa en forma de disculpa.

─Tienes que tener más cuidado... ─ suspiró.

─Sí, lo tendré.

Ambas comenzamos a reír sin razón alguna, aunque, a mi parecer, esa era la magia de la amistad: capaz de sacarte carcajadas hasta en los momentos más críticos. El grito de Alis me sacó de mis pensamientos. ¿Qué había sido eso?

─¡¿Estás bien?! ─ le pregunté tendiéndole mi mano. La muy torpe había caída al agua. ─ Será mejor que vayas a cambiarte.

Alis me obedeció en seguida. No quería pillar un resfriado. El agua estaba helada, aunque tampoco estaría mal... Me saqué los zapatos, junto con los calcetines, y remojé los pies. Me encantaba jugar con el agua. De pequeña siempre decía que si algún día tuviera un podar me encantaría tener el del agua o si no el del viento. Ser una sirena o un ángel... Meru siempre había preferido el fuego. Siempre que jugábamos en su piscina a sirenas, su poder era el fuego. Si me paraba a pensarlo era lógico, ya que siempre andaba con frío, así que tener el poder de calentarse le sería muy útil. Hana... Nunca le pregunté sobre cuál sería su elemento... Tal vez debería preguntárselo cuando la viera...

─¿Dónde estáis chicas? ─ suspiré al aire...

Alejé mis pies con rapidez del agua, alotar como líquido comenzaba a mutar. Con velocidad adopté mi forma mágica y esperé impaciente el siguiente suceso. Sabía que lo mejor sería huir, pero mis pies me ordenaban quedarme. No me entendía... Con gran elegancia, enfrente de mis ojos, se empezó a crear una gigantesca figura. ─ ¡Un dragón! ─ ¿Qué estaba ocurriendo?

─¡Ah! ─ grité al esquivar un chorro de agua que había salido de su inmensa boca. ¿De verdad tenía que luchar contra eso?

─¡Azar! ─ exclamé tratando de crear algo que pudiera salvarme, sin embargo, mis peticiones nunca fueron escuchadas y de mi varita no salió absolutamente nada, o eso pensé en ese momento. Lo que desconocía era que a nuestro alrededor se había creado una barrera que impedía que la gente lograra ver lo que en verdad sucedía. Ventaja: Nadie sufriría por ese ataque. Desventaja: ¡Me encontraba dentro con ese imponente dragón de agua!

─¡Azar! ─ repetí con desespero, pero de nuevo nada sucedió ─ ¡¿Qué está pasando?! ¿Por qué no...? ¡Ah! ─ de nuevo tuve que esquivar los ataques de ese ser ─ ¡Azar! ¡Azar!...

¿Por qué la magia no funcionaba? No lo entendía. Alejé esos pensamientos a ver como una enorme esfera acuática era arrojada contra mí. El dragón insistió con sus ataques.Cada vez más bolas eran creadas, causando que no lograra esquivar el ataque. Y antes de que me juzguéis dejarme preguntaros algo: ¿Que ser humano puede esquivar más de cien bolas gigantes sin recibir el impacto de ninguna sola? ¡Era humanamente imposible! ¡Yo no era Mario!

Sentí un agudo dolor en mi pierna. La esfera me había alcanzado. En consecuencia, mis movimientos fueron más lentos y terminé siendo golpeada de lleno por todos sus ataques. Mis ojos lloraban de dolor. Era insoportable. Cada impacto equivalía a mil golpes humanos. No quería morir, pero dudaba resistir mucho más. Mi pecho se movía con gran velocidad mientras la garganta comenzaba arderme. No podía respirar. Necesitaba aire... Mi cuerpo cada vez estaba más débil. No sentía mi cuerpo. Había perdido completamente la sensibilidad. No obstante, antes de perder el cien por cien de mi consciencia, vi como una fuerte ráfaga de viento alejaba todos los próximos ataques. Una silueta se encontraba justo enfrente de mí. Al tener el sol de car me fue imposible saber de quien se trataba. Más tarde empecé a escuchar pasos y un sin fin de gritos. Alguien me estaba llamando... ¿Quién?  

El Juego de las Mil CartasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora