La Casa Gryffindor:

1.4K 77 4
                                    



Luego de la espectacular cena los nuevos alumnos de Gryffindor, al igual que los de las otras Casas, fueron conducidos a su sala común que quedaba en una de las torrecillas del castillo ubicada en el último piso. El prefecto que los guiaba mientras hablaba sin parar, un chico solemne y estirado, les mostró el camino y la contraseña para ingresar a través del cuadro de la señora gorda. Julieta perdió la cuenta de cuantas escaleras y corredores atravesó, entonces temerosa rogó que al día siguiente no se perdiera, aunque no tenía muchas esperanzas. En el camino se toparon con Peeves que estaba pintando los muros con groserías y al verlos salió disparando tirándoles con los marcadores en la cabeza mientras reía a carcajadas.

_ No se acerquen a Peeves. Ni le hagan caso en nada de los que les diga._ les advirtió el prefecto cuando el hombrecito ya se había ido por el hueco de una escalera cercana.

_ ¡Peeves vuelve aquí! ¿¡Qué demonios...?!_ exclamó un hombre que apareció súbitamente desde una puerta de la izquierda, al ver las groserías de las paredes.

_ Se fue por allí, señor_ dijo el chico mientras le indicaba las escaleras. El hombre furioso y fuera de sí salió corriendo, ignorando totalmente a los chicos, como si no existieran.

_ ¿Quién es?_ preguntó un pequeño de primero.

_ Es Filch, el celador. Otro más con el que no les gustaría tener problemas._ dijo el muchacho mayor con una sonrisa macabra.

Los chicos no preguntaron más y siguieron caminando hasta el cuadro que los conduciría dentro de la sala común de Gryffindor. En la sala común estaba esperándolos la profesora McGonagall que era la jefa de su casa muy impaciente porque se habían demorado demasiado. Retó al chico mayor pero este se excusó con el incidente de Peeves. Entonces la mujer lo despachó y les explicó a los nuevos alumnos las normas de convivencia de la casa y los horarios de las clases que comenzarían temprano al día siguiente. Había una larga lista de artículos mágicos que estaban prohibidos que repartió por todos lados y les dijo que consultaran con el celador Filch, por si tenían algúna duda o inconveniente. Pero a ninguno se le ocurrió hacerlo por la cara que les había hecho al cruzarse con ellos dedujeron que no era alguien muy amable, ni con el que te agradaría tener problemas como les había advertido el prefecto. Cuando la profesora hubo terminado al fin de hablar los nuevos chicos pudieron subir a sus habitaciones a dormir.

La habitación que le tocó a Julieta le pareció muy cómoda, era grande, espaciosa y tenía tres ventanas. La iba a compartir con Leanne Pratt, Anabelle Baker y dos chicas más que se presentaron como Susan Faucet y Rose Bennet. Ambas iban a Hogwarts desde los once años y conocían muy bien todo lo referente al castillo y sus normas. Eran dos chicas muy alegres y alborotadoras, se hicieron pronto amigas y animaron un poco al trio que llegaba con un aspecto bastante melancólico. Belle no dejaba de sollozar por su pequeño cerdito que había dejado en casa porque la carta del colegio decía que sólo podía llevar como mascota una lechuza, un sapo o un gato.

_ No te preocupes, mañana habla con la profesora McGonagall_ le dijo Susan tratando de animarla.

_ Sí, muchos alumnos tienen otro tipo de mascotas. Por ejemplo Wilson que es un chico de tercero tiene un cuervo._ agregó Rose. Belle entonces se alegró un poco.

_ ¿Creen que ella me permitiría traerlo?_ dijo con una sonrisa.

_ Bueno, no sé, pero tienes que preguntarle_ dijo Susan. No estaba segura si un cerdo haría demasiado escándalo en la habitación pero la nueva chica la había conmovido. Cuando murió su gato ella se había sentido tan desdichada como Belle.

Julieta por su parte estaba triste por otros motivos. Por primera vez en su vida pasaba una noche lejos del hogar y de su casa, extrañaba mucho a todos y no podía creer que estaría separada de ellos durante muchos meses. Le hubiera gustado tener una mascota como Belle porque estaba segura que se sentiría menos sola. Pensaba en escribirle a su madre al día siguiente para pedirle un gato o una lechuza pero no estaba segura si sus padres lo aprobarían. A ellos no les gustaban mucho las mascotas, a diferencia de su hija.

La historia de la princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora