En la enfermería:

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Al otro día Julieta se levantó mal, el remojón en el lago la había dejado un poco resfriada. Sin embargo no le dio importancia al asunto pero unos días después, a mitad de la clase de Transformaciones, la profesora McGonagall la envió a la enfermería. Tenía fiebre y se sentía tan mal que madame Pomfrey la obligó a permanecer en la enfermería. No quería quedarse, Rose había estado resfriada como ella y no habían hecho tanto lío por ello, le habían dado una poción curativa y la enviaron a su sala común. Rose se había pasado dos días despidiendo humo por las orejas y ya estaba mejor. Así que se quedó de mala gana por que madame Pomfrey la amenazó con darle una poción para dormir. En la noche de ese mismo día perdió la conciencia. Todo el mundo estaba realmente alarmado por ella, la enfermera no había logrado curarla con ninguna de sus pociones y cada vez estaba peor. Incluso se le informó al profesor Dumbledore de su estado.

No dejaban que sus amigos la vieran por temor a un contagio y sólo el profesorado tenía permiso para entrar a la enfermería. A Julieta poco le importaba porque poco se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Tenía fiebre tan alta que hasta alucinaba provocando el susto de la enfermera que ya no sabía qué hacer. Llamaba a sus padres a los gritos, en especial a su madre y logró conmover a todo el mundo.

El profesor Snape, que estaba decaído por que la chica no se había aparecido la tarde en que la citó, se alarmó mucho más que ninguno de sus colegas por su deteriorada salud. Estaba realmente preocupado y se pasaba todo el día deambulando por la enfermería sin importarle lo que dijeran los demás. Apenas dormía, no aparecía por el gran comedor en las horas de las comidas y con frecuencia los elfos domésticos se lo topaban comiendo de pie cualquier cosa en la cocina.

Llegó al punto en que logró conmover a aquellas amables criaturas. Cada noche al irse a dormir el hombre, cuando la enfermera lo echaba, encontraba un té caliente con un enorme sánguche en su habitación. Su aspecto provocaba lástima, tenía profundas ojeras, había adelgazado varios kilos y ya ni siquiera se peinaba. Hasta la profesora McGonagall, que desde el asunto de la alumna Rosier estaba muy molesta con el hombre, se compadeció de él.

Incluso los alumnos le tomaron lástima aunque no sabían qué le pasaba, excepto Malfoy y Procer. Ya que se durmió en varias clases y los chicos de la casa Slytherin que lo apreciaban se comportaban mejor para no darle trabajo. Resulta increíble como un hombre que aparentemente era odiado por todos resulta provocar en la adversidad aquellos buenos sentimientos en los demás.

Se lo veía a menudo experimentando con pociones curativas intentando así, por todos los medios que él era capaz, curar a la chica. Ninguna de las combinaciones de pociones que había creado había dado buen resultado pero tenía muchas esperanzas en la última que le llevó a la enfermera. Por otro lado se molestaba mucho si alguien lo interrumpía cuando hacía aquellos experimentos y por desgracia Malfoy, Procer y Zabini se turnaban para torturarlo a preguntas sobre la salud de la chica, hasta que perdía la paciencia y los echaba furioso.

Una noche estaba en la sala de profesores cuando las últimas noticias lo alarmaron aún más y salió casi corriendo para la enfermería. Dumbledore, al no ver ninguna mejoría en la señorita Rosier, había decidido que a la mañana siguiente la trasladarían a San Mungo. El director estaba realmente alarmado.

_Madame Pomfrey, ¿cómo sigue ella?_ le dijo el profesor Snape que venía agitado y muy preocupado, al entrar a la enfermería.

_Igual..._le dijo la mujer con un suspiro mientras intentaba darle una poción de color verde brillante._ Esta es la última poción que me trajiste, Severus, espero que combinada con las otras de resultado. Aunque... estoy preocupada. Es bastante fuerte.

_ La tolerará bien_ dijo Snape con seguridad.

_ Eso espero, yo nunca me hubiera animado a dársela...

La historia de la princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora