La renuncia y la confesión:

416 34 7
                                    

El último mensaje del ED apareció en una mañana de lunes. Mientras todo el colegio bajaba al gran comedor a desayunar se produjo un atasco en las escaleras, allí en letras rojas decía "El ejército de Dumbledore sigue activo y busca profesor." "Nunca nos rendiremos". Pronto pareció el director y casi todos los profesores. Se armó tal escándalo que los alumnos huyeron por temor a que se los involucrara con el famoso grupo.

Julieta ya estaba en el gran comedor sentada junto a algunos compañeros de Gryffindor y miembros del ED aparentando inocencia. Muy avanzada la noche anterior habían salido a deambular por los corredores Neville Longbottom, Seamus Finnigan, Michael Corner y Anthony Goldstein, creando el grafiti luego de que Filch, que era el que tenía que patrullar los corredores en ese horario, se durmiera de repente en una silla. Más temprano ese día le habían pedido a Julieta que preparara una poción para dormir muy potente, ya que ella no participaba activamente en el grupo pero siempre que podía ayudar lo hacía, y Lavender que tenía un castigo con el hombre había "olvidado" en su despacho unos ricos pastelitos caseros embebidos de poción.

_Va todo muy bien. Snape está que escupe fuego._ susurró Neville con una sonrisa al sentarse junto a sus compañeros.

_Van a pagar todos por haber atacado a Hagrid_ susurró Seamus con malicia._ Ya subí por la ventana del despacho de Alecto Carrow el escarbato, en cuanto entre estará todo destruido.

Esta información fue acompañada por risitas muy poco disimuladas y lo que le tenían preparado a Amycus Carrow iba a ser peor. Cuando su repugnante hermana abrió el despacho se llevó el susto de su vida al ver al animal abalanzarse sobre ella y el lugar totalmente destruido. Por suerte para ella, no para los alumnos, iba pasando el profesor Flitwick y la rescató. De todos modos montó un muy lindo escándalo con sus taladrantes alaridos. Así que el director tuvo otro problema que solucionar ese día y estuvo tan ocupado en gritar como loco que no tuvo tiempo de pensar en nada más. Nunca nadie había visto al profesor Snape tan fuera de sí.

Al bajar la guardia les dio la oportunidad a los chicos del ED de llevar a cabo el segundo plan que era atacar al profesor Carrow, el cual estaba en su despacho sin haberse enterado de nada de lo que sucedía en el otro extremo del colegio con su hermana. Michael y Anthony que tenían un castigo con el hombre fueron a su despacho y, usando el mismo método que emplearon con Filch dejando en su escritorio una barra de chocolate, durmieron al profesor y luego lo encerraron en el cuarto que estaba en su mismo despacho y en el que había mantenido prisionera a Julieta tiempo atrás. Sin embargo no tuvieron en cuenta el detalle de que les llevó mucho más tiempo del que pensaban ya que el hombre pesaba mucho y les costó arrastrarlo así que al huir del despacho fueron descubiertos por Alecto cuando iban por el corredor y al no ver a su hermano los detuvo. Los chicos intentaron escaparse pero la mujer empezó a dar tales gritos que pronto acudió el director agitado y transpirando, ya que se había pasado todo el día corriendo de un lado para otro, junto a otras personas que estaban cerca y la oyeron.

El profesor Snape muy cansado y lívido de rabia, llevó a los chicos a su despacho y los amenazó con expulsarlos si no decían dónde estaba Amycus Carrow ya que al buscarlo no habían podido encontrarlo por ningún lado. Los tuvo varias horas gritándoles en su despacho pero sin ningún resultado así que sacrificó uno de sus frascos de pociones y los forzó a tomar veritaserum y así al fin confesaron la verdad.

Lamentablemente para los chicos cuando se recuperó el profesor Carrow y se enteró de lo que había pasado montó en cólera y castigó tan duramente a los dos chicos con una larga sesión de tortura que terminaron en la enfermería. Eso realmente asustó a la gente y Ginny y Neville, que eran los líderes del grupo, decidieron que era muy peligroso seguir planeando aquellos ataques contra los profesores. Además que no podían pedirle a nadie más que haga algo así arriesgando su vida.

La historia de la princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora