Capítulo 3: Rojo amanecer

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La fuerte tormenta había amainado, dejando a su paso una débil lluvia que permitía ver el pálido cielo azul de las primeras horas de la mañana. Me sentía cansado puesto que tanto Johan como Melia no habían despertado en las pocas horas que transcurrieron, por lo que tuve que vigilar toda la noche sin poder dormir.
Por suerte no había perdido el tiempo, y ya tenía ideado todos los detalles de un plan, así que desperté a mis compañeros y les conté lo que íbamos a hacer.
-¿Y qué haremos si nos encontramos con alguno de ellos?-preguntó Melia. Aún conservaba los ojos enrojecidos por el dolor, pero ahora su mirada transmitía dureza, consciente de que la muerte de Ymir y Tifyn, su marido, podría ser en vano si no nos dábamos prisa.

Johan, por su parte, permanecía callado y taciturno.
-Si encontramos a los vigilantes, Johan y yo los distraeremos, y tu huirás-dije mirándola a los ojos firmemente.
-Ni pensarlo, vosotros aún sois jóvenes y tenéis toda una vida por delante. No pienso dejaros morir para salvar la vida de una anciana.
-No hay nada que hablar. Si hay un combate aprovecharas para irte -Melia intentó replicar, pero la miré fijamente- Lo harás.
-No tenemos ninguna posibilidad Balwind, ni siquiera sabemos usar estas armas-dijo Johan mientras le daba vueltas a una de las dagas que había cogido para la batalla.
-Si, ya he pensado en eso. Por tanto, si vemos a algún Monardo que vaya solo debemos matarlo rápidamente. Son mejores luchadores, pero uno de ellos no podrá contra nosotros dos-dije a Johan, que no dijo nada al respecto. Yo realmente creía en esa ventaja, pero simplemente prefería no tener que comprobarla.- Vamos.
Le entregué la espada corta a Melia, me ajusté la espada bastarda en la espalda y empezamos a andar por el bosque.  
Pese a que Johan y Melia se mostraban colaborativos ninguno de los parecía tener energías, así que asumí el liderazgo del grupo. No sabía por donde debíamos de ir, pero imaginé que Melia nos había empujado en el bosque en dirección hacia el sur, así que seguí el rumbo contrario al que seguimos por la noche. ladeando un poco hacia las montañas.

Cruzamos el río con el que habíamos topado anteriormente, que ahora no era más que un pequeño cauce de agua que pasamos sin dificultad y seguimos andando entre el frondoso bosque. A esas horas empezaba el concierto de los pájaros y animales del bosque. Por suerte sabíamos que allí no había lobos ni ningún otro tipo de criatura peligrosa.
-Johan-susurró Melia. El chico la ignoró, pero Melia siguió hablando-. Escucha, se que ahora estás apenado por la muerte de tu padre. Ymir era un gran hombre,y ..
-Mi padre era el hombre más honrado que ha pisado nunca esta mierda de mundo -dijo Johan- Pero ahora esta muerto. No hay más.
Melia se asustó al oír esas palabras y al ver su expresión
-No es solo eso. Aún que el cuerpo de tu padre y de mi marido ahora están vacíos de espíritu, este sigue vivo en nuestro entorno. Vive en los árboles, que se alimentan de la tierra y los nutrientes que nuestros cuerpos da a la tierra. Esta en los animales, que se alimentan de nuestra energía para llegar sanos en estos duros inviernos y poder tener crías, nueva vida...¿lo entiendes, Johan?
-Me gustaría entenderte. Todo eso sería un gran consuelo, la verdad -suspiró Johan- Pero ninguno de estos puñeteros árboles va a estar ahí cuando más lo necesite.
-Bien, pues entonces enfocarlo de otra manera. Tu sigues vivo. Lucha por sobrevivir-dijo Melia con energía. Pese a su maltrecho aspecto, Melia parecía estar dispuesta a no dejar que Johan se hundiera. Él soltó un bufido y sonrió.
-Nunca permitiría que el mundo se pudiera quedar  sin mi. ¿O acaso quieres que las chicas de la ciudad no conozcan el auténtico placer?
Melia lo miró sorprendida, negó con la cabeza y le dedicó una radiante sonrisa.
Mientras caminábamos vimos un par de sombras borrosas a lo lejos y tuvimos que hacer un pequeño rodeo. Ni siquiera estábamos seguros de si era una persona, un árbol o producto de nuestro imaginación, pero nos puso de nuevo en la misma tensión que en la noche anterior.
Andábamos lentamente y en silencio, tensos, esperando encontrar en cualquier momento a uno de los Monardos delante de nuestras narices, pero la densa niebla que se había formado por la lluvia y el frío de la mañana impedía ver con claridad. Algunas sombras más aparecían a lo lejos, pero conseguimos esquivarlas a todas sin mucha dificultad.
-Alto-Lo dije lo más bajo posible, pero en medio del silencio me sonó como si hubiera gritado a los cuatro vientos-¿Lo veis? Allí, entre los matorrales.
-Un vigilante...esta solo, ¿verdad?-musitó Johan- Vayamos a por ese hijo de puta.
Cogí a Johan por el brazo y le mire a los ojos. El soltó un bufido y se acuclilló detrás de los arbustos, a mi lado. Observamos detenidamente al centinela, rodeado por la niebla, y esperamos para comprobar si realmente estaba solo.
Miramos fijamente sin movernos, pero al cabo de un tiempo nos dimos cuenta de que estaba completamente inmóvil, sin mover ni un solo músculo. Miré al resto del grupo a los ojos, que asintieron al comprender mis intenciones, y avanzamos lentamente hacía el vigilante.
La niebla aún no permitía ver bien quien era, pero estaba claro que no era uno de los Monardos, puesto que no llevaba ningún tipo de turbante y iba armado con una larga espada típica de los Selki.
-¡Maldición!-exclamó Johan. Había pisado una rama seca,y el crujido resonó con fuerza en nuestros oídos.
El vigilante se giró lentamente.
Melia se llevó las manos a la boca, ahogando un pequeño grito.
Era Will.
O algo parecido a Will. Tenía la piel completamente blanca y ensangrentada, y aunque miraba hacia nosotros no parecía vernos.
-¿Will? ¿Que te a pasado?-Melia se acercó lentamente,cauta- ¿Cómo conseguiste escapar?
Will, que hasta ahora se había mantenido completamente inmóvil, se movió lentamente y con torpeza, como si ese cuerpo no fuera el suyo. Cogió la empuñadura de la espada que tenía en el cinto y la desenvainó con un sonoro chirrido.
Melia retrocedió varios pasos, asustada.
-Tu no eres Will.
Por un segundo parecía que éste por fin respondía, y su mirada se enfocó en Melia. Intentó chapurrear algunas palabras, pero por su boca solo salio un reguero de sangre.
-Melia, no se que a pasado, ni que han hecho con Will, pero debemos irnos.- Lo dije despacio, intentando llevar la situación de la forma más natural posible- Ese ya no es tu hijo.
Melia me miró y asintió con la cabeza. Se giró hacia nosotros y dio un par de pasos, despacio. Le ofrecí mi mano como apoyo y sonreí para intentar tranquilizarla.
Mi sonrisa quedó congelada cuando Will dio una rápido y certera estocada a Melia.

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora