Capítulo 34:El cazador de hombres

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 -Tenemos que irnos.

Frederick se encontraba dando vueltas por la sala, reflexionando para sí. El resto le mirábamos pacientemente, esperando una resolución.

 -Frederick, tenemos que irnos-insistió Águila-. No podemos continuar aquí.

 -No podemos salir con estas condiciones- Ya lo sabes-respondió.

 -No tenemos alternativas. No podemos seguir sin hacer nada.

Dejé ir un suspiro. Tras la primera noche descubrimos que no solo seguía lloviendo, si no que además la niebla se había vuelto más densa e impenetrable que antes. Los magos iniciaron un pequeño debate y decidieron quedarse hasta que la visibilidad mejorara un poco. La mayoría recibió la noticia con gusto  y aprovecharon para continuar descansando, aunque otros como Tordo mostraron su talento para la música, y Leviatán nos sorprendió a todos con un recital de poemas relacionados con su añorado mar. Hasta Frederick se relajó y aprovechó el día para darle una capa de brillo a sus armas, incluida una preciosa alabarda llena de runas.

Pero al siguiente amanecer descubrimos que todo seguía igual. Nadie del grupo había visto jamás una niebla como esa, por lo que decidieron esperar un poco más para ver qué es lo que ocurría. Pero había llegado la tarde, y la niebla no se había movido ni un solo dedo.

 -Esto tiene que ser una trampa. Una magia Khayam-dijo Chacal con el rosto sombrío.

 -He oído que los Monardos tienen un galdr para hacer que llueva, pero nunca había escuchado hablar de una niebla como esta-dijo Búho mirando a través de la ventana. La niebla era tan espesa que ni siquiera se podía ver la luz del candelabro exterior del refugio.

 -Tal vez es una trampa, pero no puede ser peor que seguir aquí. Si no nos metemos en la boca del lobo, será la manda quién venga a por nosotros-dijo de mal humor Frandra.

 -Frandra tiene razón. Aquí es imposible preparar una defensa. Si nos rodean ya podemos darnos por muertos-le apoyó Bégimo.

Frederick chasqueó la lengua y continuó andando. Cuervo, que había estado preparando todo tipo de planes con Águila, miró a Persa con los ojos entrecerrados.

 -¿En qué estás pensando? ¿Acaso tienes alguna idea?-le preguntó.

El mago levantó la mirada, acariciando su ondulado mostacho negro.

  -Volver al camino principal y continuar hasta las montañas de Hierro no es una opción. Nuestros exploradores están tan perdidos como nosotros, y no sabemos quién puede estar esperándonos ahí fuera. Por otro lado, tampoco podemos continuar aquí.  Pero conozco un sitio donde podríamos hacer escala y estar bajo cubierto. Si salimos esta noche, mañana a estas horas podríamos llegar a las montañas.
Frederick dejó de pasear y volvió su atención al mago.

  -¿Y qué lugar es ese?-preguntó.

 -La casa del Demonio.

 -¿Del Demonio? ¿Estás de coña?-dijo Bégimo-. No quiero entrar en un sitio ocupado por Tamoth.

 -¿Acaso Djovan te da miedo?-preguntó Persa con aire de suficiencia.

 -No. Ya te dije que no soporto vuestra forma de pensar. Y no creo que adorar a un supuesto dios destructivo, o demonio, como te dé la gana llamarlo, sea algo bueno.

 -Por suerte para ti, el edificio está abandonado. Allí fue donde capturaron a los Magos del Djovan.

 -¿Tu formas parte de ese grupo de psicópatas?-dijo Bégimo con rabia-. Puedo entender que estés ido de chaveta y creas en un dios vengativo, pero actuar en contra de todo Someland por unos ideales así de estúpido es imperdonable.

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora