Capítulo 50:Hombres y deidades

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-¿Eres Balwind, verdad? Ven conmigo. Rutger y el resto os esperan.

-¿El resto?

-El nuevo consejo de Sabios.

Miré a mí alrededor, sin saber muy bien que hacer.

Tras la salida de Kamahl, varios magos entraron en el Coliseo y ayudaron a mantener la situación en calma. Entre el grupo de magos pude reconocer a Eldric, Dorovan, Piers y Lariat, entre otros. La chica fue corriendo hasta Ingus, que se encontraba tumbado en el suelo con un gran corte en la cabeza, pero parecía fuera de peligro. Cuando vio a la chica su rostro se iluminó con luz propia.

El mismo mago que había venido a por mí fue en busca de Nolan, Nime, Kachess y Johan. Todos estaban a salvo, pero parecían estar un poco mareados.

Yo también sentía la cabeza turbada. Mis pulsaciones habían vuelto a la normalidad, pero mi sangre seguía hirviendo en mi interior, y mi cabeza me daba vueltas y era incapaz de enfocar bien la vista. Caminando entre sueños, fui en busca de mis amigos.

-Muy bien, ya estamos todos. Yo soy Randall –se presentó-. Seguidme. Los Sabios están impacientes por veros.

Randall empezó a andar lejos del Coliseo, y nosotros le seguimos en silencio. En otra situación le hubiéramos bombardeado a preguntas, pero estaba claro que yo no era el único que había sentido aquella extraña sensación en la arena.

-¿Qué ha ocurrido?-pregunté  al fin con la boca seca.

-La guerra entre Monardos y Leridian estalló hace un par de días, y con ella han llegado los problemas para Someland.

-¿Y qué tiene que ver con la pelea del Coliseo?-pregunté extrañado.

-Aún estamos investigando, pero es posible que todo venga de una pequeña reyerta entre familias. Ya sabes, un Monardo golpea a un Selki, éste se defiende, el resto de Monardos se unen al primero… Es fácil encender la chispa en momentos como este.

-La guerra ha empezado –murmuró Nime-. ¿Quién la ha empezado?

-Los hombres de los desiertos, quién si no. Los Lanson tienen mucho que perder en esta guerra, y nada que ganar. Parecía que los Monardos y Leridian nunca se entenderían y que nunca llegarían a unir fuerzas, pero al final han logrado pulir sus diferencias… por el momento. Me jugaría la paga de un año entero a que todo esto es cosa de Keiss’Lad.

-He oído hablar de él –dije sorprendido-. Es el Monardo pobre que llegó a la nobleza-añadí recordando lo que sabía de él.

-Es curioso. Pese a su popularidad en los desiertos, pocos Selkis saben quién es –dijo Randall mirándome con curiosidad-. Pero si, él es la leyenda viva de los antiguos suburbios de Yándor.

-¿Lad? Entonces Je’Lad…-empezó Nime.

-Sí, sí, tienen relación. Ya lo sabía –confesé-. Ella misma fue quien me lo contó.

-¿Y porque un… “héroe” cómo Keiss  puede querer una guerra?–dijo Kachess, escéptico.

-Por todos es sabido que la codicia de Keiss no tiene límites. Desde bien pequeño, siempre quiso ser el mejor en todo. Nadie sabe cómo logró pagar la entrada a la Academia, pero una vez aquí se unió a los Capaaazul y demostró tener un gran talento para la joyería. Su trabajo le llevó a amansar grandes fortunas, pero también fue el inventor de las preciadas placas de brisamarina, que absorben el calor y la transforman en frío, y viceversa. Un bien preciadísimo en los desiertos, como podéis imaginar. Su fortuna le llevó a codearse entre los más poderosos de los Monardos, y cuando la historia de Keiss llegó a oídos de la reina Lune’Gal, mandó convocar al Lad de inmediato. En el joven Monardo la reina descubrió una mente rápida, misteriosa y llena de vitalidad, unido todo esto (y, permitidme decir que esto no es nada habitual) a un joven alto y atractivo. Poco a poco fueron trabando amistad…hasta que la reina le nombró su consejero personal.

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora