Capítulo 14: La Academia

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Para cuando llegamos a la Academia la noche había llegado. Una noche negra y sin luna, por lo que apenas se adivinaban las lejanas luces encendidas en algunas ventanas.
Pese a nuestra insistencia por entrar, Owen nos obligó a pasar la noche en una de las numerosas tabernas que había en los campos de los alrededores.
Llegamos a una zona donde había tantos pequeños edificios, tabernas y tiendas que casi podría pasar por un pueblo, pero apenas habían viviendas en sí excepto por la parte superior de diversos comercios. Esa conjunto de tiendas y tabernas era conocido con el satírico nombre de “La ciudadela inexpugnable”, ya que pese a no tener soldados ni murallas todo el mundo daba por hecho que si alguna vez sufriera un ataque el poder de los magos que habitaban a un par de kilómetros seria suficiente para devastar cualquier ejercito, aunque su autentico nombre era Beraud.
Las tabernas estaban llenas a rebosar de gente vestida de forma lujosa y elegante, casi todo nobles que venían a ingresar a la Academia. Owen tenía sus contactos, pero como debía permanecer en el anonimato no pudo aprovecharse de ella. De todos modos consiguió encontrar una taberna llena de carreteros, comerciantes y otras gentes de menor categoría, donde el ambiente era más relajado y ameno.
Fue una noche tranquila, de risas y nervios. Johan y Nolan bromeaban y vociferaban para tratar de ocultar su nerviosismo, Nime apenas probaba bocado y Kachess se había apartado un poco de nosotros con un libro en mano, tratando de seguir repasando algunos conceptos. Yo me limitaba a reír con las bromas de Johan y Nolan, y mantenía una tranquila conversación con Mia. Era consciente de que por mucho que lo intentara aquella noche no podría dormir.
A la mañana siguiente el pequeño pueblo se había convertido en un hervidero de gente y actividad. A lo largo de la semana se irían realizando exámenes y diversas gestiones en la Academia, puesto que no solo los nuevos teníamos que pasar una prueba; una vez finalizado el año los estudiantes debían superar una nueva prueba para confirmar su paso al siguiente nivel. Owen nos informó que a medida que avanzaban los días las pruebas de acceso se volvían más duras y las cuotas para entrar mucho más altas, así que decidimos presentarnos esa misma mañana.
Poco tardamos en estar preparados en la puerta de la taberna, listos para ir a la Academia. Pero aún quedaba algo por hacer.

 -Estos han sido unos años eternos-empezó Owen con la rienda de dos caballos en su mano. El viejo maestro había vendido todas nuestras armas, excepto la espada de mitrilo, que según el maestro era demasiado valiosa para venderla. Al parecer no estaba prohibido tener armas en la Academia, por lo que podía conservarla sin ningún tipo de problema. Owen también habían vendido los carros y los caballos de carga para compras dos caballos ligeros de aspecto nervioso, mucho más aptos para el viaje que iban a realizar-. Y pese a todo, creo que ni así he conseguido llenar vuestras inútiles cabezas. Pero como mínimo no las tenéis llenas de oro, títulos y otras idioteces, así que espero mucho de vosotros. No me defraudéis.

 -Prometo intentar estar atento-dijo Johan, mirando con burla a Owen.
Como siempre, la mirada del maestro era fría y clara, pero un brillo de orgullo lucía en sus ojos. Owen nos estrechó fuertemente la mano a todos, excepto Kachess, que se abalanzó antes sobre él y lo abrazó. El maestro lo apartó de inmediato con un gesto, carraspeó y le ofreció de nuevo la mano. Esta vez el joven la aceptó, completamente avergonzado.
Para cuando ya había acabado, Mia ya montaba en su caballo. Como era común desde que habíamos empezado el viaje, solo podíamos ver sus inexpresivos ojos grises.
  -Hasta pronto-dijo de forma escueta.
Owen montó su caballo, ambos se despidieron con un gesto y se fueron al paso hacia las montañas del este. Había sido una despedida fría, pero viniendo por parte de Owen y Mia no cabía esperar otra cosa.
Nosotros empezamos a andar poco después, hablando relajadamente junto a numerosos carros de nobles que nos avanzaban hacía la Academia. Nolan estaba enfadado, diciendo que nos robarían nuestras plazas, pero estando por fin allí a nadie de nosotros le importaba demasiado.
El terreno de la Academia estaba delimitado por una larga y sencilla valla de madera, resaltando así su teórica cultura de ser un lugar para todos. Un amplio camino adoquinado con una extraña piedra negra con varios faroles de aceite a ambos lados llevaba hasta una gigantesca plaza repleta de futuros de estudiantes.

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora