Capítulo 44: El retorno

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-Balwind, si tienes alguna pregunta estoy seguro de que tus compañeros estarán encantados de ayudarte. Claro que siendo casi elegido miembro del Círculo no deberías tener problemas en alcanzar el nivel de tus compañeros-dijo el maestro Holen.

-Sí, señor. Gracias.

Sentado en la clase de primera hora de Hornos del lunes, tuve que aguantar lo mejor que pude los comentarios cargados de intención del profesor, que lo estaba pasando en grande con sus contantes puyas e ironías. Imaginaba que Je’Lad también lo debía estar disfrutando, pero no me atrevía a mirarla; temía enfrentarme a ella.

El maestro se limitó a mandarnos acabar nuestros encendedores térmicos, sin dar ninguna instrucción más. Las palabras me bullían en la lengua al recordar lo que dijo el maestro Jubei sobre él, pero una vez más me tuve que morder la lengua.

-¿Podrás ayudarme?-pedí a Wallace, que se encontraba sentado a mi lado.

-Perdona, ¿qué decías?

-Que si puedes ayudarme con los encendedores. No se cómo se fabrican-expliqué.

-Sí sí, ningún problema. Oye, ¿crees que Marta esta con Corey? Se pasan el día juntos…

Wallace era imposible. Su ruptura con Marta le tenía con la cabeza en las nubes, cómo si aquella chica fuera el único pensamiento que pudiera estar en su cabeza. Era un tormento, tanto para él como para nosotros, que teníamos que escuchar sus lamentos sin fin hora tras hora.

-No lo sé. ¿Me ayudarás o no?

Me ayudó. Distraído y girando la mirada de vez en cuando hacía Marta y Corey, me explicó a trompicones como se fabricaban los encendedores térmicos. De vez en cuando me iba haciendo preguntas sobre Marta, que yo me limitaba a contestar con monosílabos. Creía que el gusanillo de Hornos se me habría apagado tras la aventura a las afueras, en el mundo real, pero pronto me di cuenta de lo equivocado que había estado.

Wallace tardó casi media hora en contarme un proceso de apenas quince minutos. Cuando finalizó su explicación le dejé con la palabra en la boca y fui en busca de los materiales necesarios para fabricar mi propio encendedor. Era bastante sencillo, y lo único que hacía falta era asegurar los filtros de calor y frío necesarios para mantener los dos elementos separados, o el encendedor quedaría inutilizable. Muy pocos artefactos fabricados en Hornos permitían a su creador el más mínimo desliz. Una runa mal grabada, una inyección mágica demasiado débil, y a empezar de cero.

Mis dedos se movían con agilidad y fortaleza, encajando las piezas del encendedor. La agradable sensación del trabajo manual se apoderó de mí, y mis cinco sentidos se centraron en aquellas diminutas piezas frías de metal. En mitad del proceso me di cuenta de que había olvidado la runa de frío, así que tuve que tragarme el orgullo y preguntárselo a Wallace. El resto fue pan comido, y logré acabar mi encendedor sin ningún contratiempo.

Pero por primera vez desde que estaba en la Academia, fui uno de los alumnos más lentos. Algunos de mis compañeros a los que yo consideraba medianías cómo Tariq’Karodan o Corey habían terminado su obra mucho antes que yo. Era frustrante, pero el trabajo en Hornos requería de práctica y tiempo para mejor, y yo me había perdido muchas horas de clase. Recuperarlas iba a ser un problema.

Al acabar la clase Holen ni siquiera se dignó a mirar mi artefacto. No me importó, ya que yo estaba bastante satisfecho del resultado final, pese a no saber muy bien cuál era su utilidad.

-El encendedor de llama es bastante evidente-dijo Wallace en cuanto salimos hacía la Cantina para comer-.  Y la expulsión de frío no tiene mucho misterio. Tan solo sirve para conservar los alimentos fríos o enfriar el hierro.

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora